Por Enrique Gómez Arnas
La primera Guerra Mundial iba a ser la “última guerra”, fue una contienda motivada, fundamentalmente, para establecer en el “primer mundo” ( entonces y, sobre todo, Europa) la jerarquía de acceso a las materias primas…
…necesarias para la “Segunda Revolución industrial”, es decir, quién se quedaba con más colonias y con las más ricas, por supuesto.
La jugada maestra del espionaje alemán dio en la paradoja que les haría perder la guerra. El “tren sellado” a Finlandia dio sus frutos y la Revolución de Octubre sacó a los rusos de la guerra… pero encendió la llama de una revuelta que era aún más peligrosa que el propio conflicto teniendo que mandar a las tropas a la retaguardia a reprimir a sus propios compañeros.
La guerra, la “Gran Guerra” fue un conflicto industrial. La capacidad para crear máquinas asesinas ante tácticas militares cuasi napoleónicas fue tal que la carnicería se hizo inconcebible, parecía qué, tras esto, la Humanidad ya habría aprendido la lección: nada más lejos de la realidad.
Se dice que el nazismo, el fascismo en general y el comunismo, han sido las ideologías más asesinas inventadas por el ser humano, pero quién esto afirma se olvida de otro “ismo”, el capitalismo.
Es posible que se nos pueda decir que, en principio, el capitalismo no tiene ideología pero eso no es cierto; lo que no tiene es fronteras ni límites ni obedece a patriotismos ni a conceptos más o menos filantrópicos, pero sí que tiene unos principios muy claros y poder para llevarlos adelante: cuando el ejército de los Estados Unidos, saltándose todas las normas del derecho internacional, interviene impunemente en cualquier parte del mundo, responde a unos intereses que nada tienen que ver con los de un ciudadano medio de Wisconsin, por ejemplo.
En ese sentido el capitalismo ha sido la doctrina económica más asesina en el curso de la Historia. Rn este momento, tras ganar la “guerra fría” sigue cobrándose su botín.
Se acabó pactar con los socialdemócratas para demostrar que el obrero está mejor con el “mundo libre” que con los comunistas.
Se acabó el “Estado del bienestar”, bonito concepto nunca conseguido por cierto, ahora a restringir gastos y a dar dinero público a las empresas privadas.
Se acabó la “clase media”, concepto más que discutible, avanzamos hacia la lucha de clases de facto: precariedad en el empleo, falta de recursos sociales, trabajadores pobres, etcétera.
Reactivamos también la extrema derecha (ya ha pasado un tiempo prudencial desde los últimos fascismos) para que la derecha tradicional abandone su perniciosa tendencia a mantener el Estado Social; la nueva ultraderecha no llevará uniformes, despreciará la justicia social (ya no es necesaria esta cortina de humo) y será ultraneoliberal, en todo lo demás, igual de rancios que siempre pues el control social es lo primero.
Cada crisis, muchas de ellas prefabricadas, avanza para conseguir los objetivos antes citados y, entre tanto, el entramado de países neocolonizados sigue respondiendo a los intereses capitalistas del primer mundo: ahora nos llevamos las materias primas pero, además, sin la obligación de “tutelar” dichos territorios, ahora es problema de los nuevos estados “soberanos”, resultado: los legítimos propietarios de esas materias primas son explotados hasta la muerte y cuando intentan ir al norte en busca de una cierta esperanza de vida les damos con la puerta las narices. Queremos vuestra riqueza no vuestras miserias, y esta es la Humanidad que tendría que haber aprendido algo de las dos últimas sangrías mundiales.
Mal vamos, porque la mentalidad del capitalismo es la que impera incluso entre muchos de sus explotados que votan las opciones políticas de sus patronos, y no las de quienes intentan mantener activo algo de ese estado del bienestar que nunca existió.
La juventud cree que lo que tuvo la infancia siempre va a estar ahí, no se da cuenta de que se está desmoronando a su alrededor, con un like no se consigue nada.
Mantener activas algunas guerras para que nos nos demos con un canto en los dientes funciona y, mientras, la tragedia cotidiana de quienes huyen de la miseria a la que les hemos condenado desde el norte nos da igual; y el asesinato masivo de niños, una destrucción sistemática de un pueblo al completo y en directo sucede ante nuestros ojos sin que nos importe nada.
No, no hemos aprendido nada.
El paraguas nuclear no ha servido para acabar con las guerras, solo ha conseguido atenuar su intensidad.
Si no retomamos nuestro espíritu rebelde, si seguimos obviando nuestra natural humanidad, no estaremos haciendo nada para evitar un futuro más que incierto que vemos, casi con indiferencia, como se nos viene encima.
Quizás este sea un mensaje muy pesimista pero en esta “nueva guerra fría”(ya casi helada) nosotros tendremos que posicionarnos si no alguien lo hará, ya lo está haciendo, por nosotros… y no va a ser para mejor, tengámoslo claro.