Ni tanques ni inteligencia / Daniel Arana


Por Daniel Arana

    Para cuando empiezo estas líneas, el hastío por la cuestión catalana se ha instalado en mí hasta límites impensados.

    Ya he oído a quien dice que Franco vive todavía anclado entre los que no apoyamos el refrendo unilateral emprendido por la Generalitat y la CUP, apoyados por la sección de Podemos en Cataluña, que una vez más, se ha cubierto de gloria. Por supuesto, y sin que nadie lo dude, Serrat (vetado en el franquismo), Lidia Falcón (líder del feminismo español, que estuvo en la cárcel durante la dictadura), Francisco Frutos (ex secretario general del Partido Comunista y sindicalista en la clandestinidad) o Rosa Regás están entre los acusados de franquistas por oponerse al dichoso refrendo (sic).

  También he leído a algunos que justifican que no pueda votarse a nivel nacional, como hubiese sido verdaderamente democrático, porque para qué vamos a votar unidos el nacionalismo españolista y el catalanista. Me pregunto dónde nos refugiaremos los que no somos ni una cosa ni otra, en este bombardeo generalizado de sandeces, pero mejor no hacerse demasiadas preguntas.

   Es lo que siempre han deseado los políticos de todo el espectro ideológico.

    Nada de preguntas, al menos, como la que me hizo el otro día un amigo, cercano a la izquierda nacionalista (por lo visto, ya no son incompatibles, como cuando el que suscribe era militante comunista y no nos entendíamos demasiado bien con el nacionalismo).

    El caso es que este amigo me preguntó, a raíz de la antología bilingüe de poesía catalana que tengo casi ultimada, si iba a hacer mención a la nación e identidad catalanas en mi estudio previo. Mi respuesta fue que el prólogo era sobre poesía, no sobre política.

    Ni que decir tiene que este muchacho desconocía, casi por completo, nombres como los que allí abundan, entre ellos Joan Maragall, Josep Carner o Marià Manent. Españolazos también, je suppose, que curiosamente sólo escribían en catalán. Ahora mismo, la mayor representación de la cultura nacionalista es Lluis Llach (sense comentaris).

    Y es que la cultura y la educación, así como la más turbia de las desmemorias, han jugado un importante papel en este peñazo que el gobierno del PP y el de la Generalitat y acólitos, se han empeñado en hacernos tragar.

   Carles Puigdemont es ahora más republicano que Azaña (aunque uno de  los padres de la Constitución monárquica militase en su primer partido) y nos cuenta que el refrendo será un acto contra la corrupción española del PP. Pues bien, en 1996, cuando el señor Puigdemont era militante de CiU (sí, por favor, no se olviden) y estaba a punto de dirigir, por petición del president Pujol, la Agència Catalana de Notícies, su partido y el que hoy gobierna España y que tanto parece trastornarles, se reunían en el Hotel Majestic del Paseo de Gracia de Barcelona, para firmar el apoyo de los primeros a la investidura de José María Aznar como presidente del Gobierno, a cambio de que los segundos recibieran más competencias para Cataluña.

    Lo que de niños llamábamos cambio de cromos y que no significa más que complicidad en todo tipo de tejemanejes políticos. Me entristece pensar que puede resultar doloroso para algunos descabezados, pero esto ocurrió.

    Hay más, en hemeroteca (bendito periodismo) para la memoria y este recién nacido republicanismo de los dirigentes y simpatizantes del procés. Hablemos de corrupción y latrocinio: a partir de diciembre de 2010 y tras la victoria de Artur Mas (CiU, insisto), se producen una serie de atroces recortes en sanidad y educación. Los primeros antes de que el lamentable final de la era Zapatero y el desastre de Rajoy se encargaran del resto.

     Las cifras de personal se vieron arrasadas, se cerraron instalaciones y en la enseñanza pública se incrementó la jornada lectiva del profesorado. En lo sanitario, se clausuraron quirófanos y se quiso implantar el copago, aunque el Constitucional, por fortuna, anulase la medida. Más tarde llegarían la eliminación de la paga extra a los funcionarios, la privatización de empresas públicas y el intento de venta de patrimonio. Recortes que, como digo, comenzaron antes incluso que los del torvo Rajoy.

    Fíjense que en la segunda investidura de Mas, los republicanos de ERC –esos que algunos creen hoy poseedores de una honestidad casi divina– le apoyaron con sus votos, aunque hoy el idilio de los dos partidos fundadores de CiU esté cuarteado.

   El renacer electoral de la Candidatura d’Unitat Popular, conocida como CUP, inscrita y constituida como partido político en 1987, es otro de los acontecimientos que tienen una importancia capital en este asunto. Su dialéctica es de lo más común entre los despistados nacionalistas de izquierdas, oscilando entre el estalinismo más chapucero y el independentismo a toda costa.

   Una de sus más afamadas representantes, la señora Gabriel, ha lanzado, entre otras propuestas, que los hijos deberían tenerse en grupo y ser educados no por sus padres, sino por lo que ella llama “la tribu”. Otro de sus líderes lanza alpargatas a pútridos ladronzuelos del PP, mientras sigue apoyando la corrupción en Cataluña con su apoyo a Puigdemont, como la de los directivos con sobresueldos en el momento más duro de recortes, el caso Palau o los fondos de Pujol ocultos en el extranjero.

   Tampoco hablaré en mi prólogo poético, ya me perdonarán, sobre el 3%, suscrito entre Pujol y Felipe González, y que, por último, denuncia un ya enfermo president Maragall. Cifra que pretende llegar al cinco, símbolo de la inconsistencia según la mitología.

   Los simpatizantes del gobierno de Mariano Rajoy, por su parte, están tranquilos porque su presidente vela por eso que él llama cumplimiento de las leyes y la Constitución. Más que velar, nos hace dormir, me temo, porque su notoria ineficacia es culpable, en parte, de propiciar la debacle que está por cernirse.

   Yo sigo con mis poetas, como ustedes entenderán. Con esos poetas que los nacionalistas y la izquierda catalana, o todos juntos por el sí, ignoran cuando no desconocen. Poetas que han hecho más por la cultura catalana que cualquiera de los entusiastas y descompuestos políticos de la Generalitat.

   Créanme, el entusiasmo es siempre respetable, pero quizás sería preferible que el govern y los partidos que lo apoyan, como el del molt honorable camarada Iglesias, salieran con la cabeza descubierta el 1-O y antes de pedir el Sí, expliquen cómo, cuándo y por qué han devastado Cataluña apoyando sus recortes neoliberales.

   Decía Manent que el uso de la ironía como defensa era algo muy catalán. Yo me sumo, y les digo a mis lectores que el uso de la verdad y la memoria deberían de serlo también: votar Sí al refrendo decidido por el govern es votar con la corrupción pasada y presente de sus administradores. Que cada uno elija lo que quiere apoyar, pero esto no tiene nada que ver con el reconocimiento de la identidad histórica de un pueblo.

   Ni con tanques, como pretende el gobierno español, ni sin inteligencia y garantías legales, como aspiran los fanáticos dirigentes del govern y sus feligreses podemistas. Hay otras formas más salubres de pedir una Cataluña mejor, incluso refrendos pactados y no con un parlamento vacío, cosa que este servidor compartirá siempre.

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