La crisis de 2007, apuntes para la nueva revolución social: El capitalismo / Manuel Sogas

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Por Manuel Sogas.
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       El capitalismo es una realidad objetiva que afecta a las condiciones de vida de todos los individuos en todos los órdenes de la vida, el material y el espiritual, y por ello no puede pasar desapercibida para cualquiera que tenga un mínimo de consciencia social, lo que obliga, a nuestro juicio, a la obligación moral de ser comprendido por todos, partiendo siempre del supuesto de que el ser humano se diferencia de un objeto inanimado y de cualquier animal, o sea, que posee una propia capacidad de raciocinio de la que carecen el uno y el otro.     El capitalismo es una realidad compleja que determina y condiciona a toda la sociedad sin ninguna excepción que es donde vivimos con independencia de la voluntad de las personas de quererlo o no. Nadie puede sustraerse a las condiciones de vida en las que está inmerso, quiera o no quiera, y por ser complejo (exactamente igual que fueron complejos los sistemas que le antecedieron a lo largo de la historia) no puede ser comprendido ateniéndose única y exclusivamente a los efectos superficiales que presenta, porque los hechos que afloran a la superficie, siendo verdad que son percibidos por todos en diferentes grados y formas, según la experiencia personal de cada cual; sus gustos; sus intereses; sus miedos; sus esperanzas, etc., no son en cambio capaces de explicar el origen de donde provienen ni la forma concreta que tienen de manifestarse. Por tanto, no es posible conocer el capitalismo de una manera mínimamente objetiva y profunda de forma espontánea, ni fiándose solo de las consecuencias percibidas, positivas o negativas, según la percepción personal de cada uno en función de la situación particular o del lugar que ocupe socialmente , sino que ese conocimiento necesariamente ha de proceder de la trascendencia efectiva de esos hechos superficialmente observados, es decir, hay que aplicar una mirada profunda que sea capaz de traspasar la superficialidad de las apariencias  para determinar el origen y el proceso a través del cual afloran a la superficie, de la forma en que lo hacen y de por qué son percibidos de una forma concreta y no de otra,  lo cual solamente es posible mediante la observación, la reflexión y el estudio objetivo de los mismos, lo que exige, indudablemente, esfuerzo y trabajo personal.

    Hay que estudiarlo para comprender las leyes internas de la economía; de la política y de la ideología, que son los tres aspectos que formando una unidad conforman el capitalismo tal y como se nos presenta, considerando además que cada uno de ésos tres aspectos tienen un funcionamiento interno relativamente independiente entre sí, pero que a la vez todos ellos se condicionan y determinan mutuamente, por lo que también hay que conocer qué tipo de relaciones, influencia y determinaciones ejercen en la unidad que forman.

   Comprendiendo el funcionamiento del capitalismo se ve que este no aparece en la historia como una forma ya hecha definitivamente, sino que responde al proceso de un desarrollo gradual a través del tiempo que va pasando de una forma a otra. Pasando de las formas menos desarrolladas a las más desarrolladas: como la del capitalismo comercial y mercantil al capitalismo industrial y de este al liberalismo, capitalismo e imperialismo, etc., cuyas formas menos desarrolladas, van quedado disueltas en las más desarrolladas hasta alcanzar la forma de capitalismo financiero, el máximo  grado de desarrollo al que el capitalismo puede llegar, que es el momento en el que se declara la crisis de 2007.

    Este proceso de desarrollo se inscribe y se explica por la continua búsqueda de nuevas formas para reproducir las condiciones de su desarrollo y permanencia en la historia como modo de producción dominante.

    La única teoría que considera los tres mencionados (el económico, el político y en ideológico) en su conjunto para el estudio del capitalismo, y en consecuencia, para poder comprender su funcionamiento y sus crisis,  es la teoría de la dialéctica moderna, basada en la ciencia del materialismo histórico y en la filosofía del materialismo dialéctico instaurados por Marx y Engels, que es lo que se conoce (muy mal por cierto) como el marxismo.

    El capitalismo tiene un modo específico de producir los bienes materiales e inmateriales que lo diferencia de los anteriores modos de producción habidos en la historia, basado en la explotación de la fuerza de trabajo por parte de quienes poseen los medios de producción, sobre los que no tienen más que su fuerza de trabajo, que para subsistir se ven imperiosamente abocados a tenerla que vender a los primeros  como si fuera una mercancía más a cambio de un salario.  Así, la forma fundamental de explotación en el sistema capitalista es la económica, sin la cual el capitalismo no podría subsistir, pero reducir la explotación capitalista a lo puramente económico constituye un craso error, que los economistas e ideólogos burgueses con mucho acierto han sabido ocultar  siempre, porque bajo la forma de producción capitalista lo que se produce también se tiene que distribuir (vender) de una determinada forma, la cual queda regulada mediante el sistema jurídico correspondiente y, además, tanto la forma de producir como de distribuir lo producido, tienen que ser aceptados por toda la sociedad de buen grado para que no resulte cuestionada ni la forma de producir ni la forma de distribución capitalista, o sea, para que no resulte cuestionado todo el sistema capitalista.

    De modo que nos encontramos con que a nivel teórico, en abstracto,  en el modo de producción capitalista, al igual que en cualquier otro modo de producción de los que le han precedido a lo largo de la historia conocida, con que tiene una estructura económica, que da cuenta de la forma de producir; una estructura política, que informa de la forma de distribuir lo producido mediante el sistema legal que lo regula, y una estructura ideológica, que hace aceptable socialmente tanto la forma de producir como la forma de distribución de lo producido, en cuya estructura se inscriben también todos los valores morales, religiosos, culturales, filosóficos, artísticos, etc., que impone el capitalismo como modo de producción dominante.

    Las tres estructuras mencionadas: la económica, la política y la ideológica, constituyen la unidad social del capitalismo, que es lo que configura y le da forma a la sociedad como un todo uniforme.  Para entender y comprender objetivamente  la misma, o sea, para comprender la realidad social de que se trate, que se presenta siempre a primera vista como una totalidad uniforme, hay conocer y comprender las leyes internas relativamente autónomas de cada una de ésas estructuras y las complejas relaciones a través de las cuales se influyen, condicionan y determinan entre sí mutuamente unas con otras, que es donde los hechos superficiales que se perciben directamente por los sentidos sin necesidad de ninguna consideración especial hunden sus raíces. Y para este conocimiento profundo de la realidad superficial inmediata que presenta el capitalismo,  hay que salir del campo teórico o abstracto, que es de lo que Marx trata en El Capital, para situarnos en el campo práctico, en el concepto de formación social capitalista (que no aparece definido como tal en El Capital, pero que sí se deduce del mismo) de cada lugar tiempo concreto y determinado a fin de conocer la realidad concreta sobre la que se trate, cuyo conocimiento es previo y necesariamente obligatorio para poder realizar su transformación económica, política e ideológica, o sea, para superar históricamente el modo de producción capitalista. Solo de este modo nos podemos situar en un plano intelectual, económico, moral, político y social superior al que mantienen los economistas e ideólogos burgueses al servicio de los grandes capitales, porque es la única forma de poderles  refutar de manera objetiva todos sus planteamientos teoricistas, cientifistas, alienantes e ilusorios, en resumen, ideológicos, en relación al capitalismo, dado que carecen de todo tipo de rigurosidad científica y objetiva, a la que sustituyen necesariamente por un enrevesado  “jugueteo” floral de palabras huecas, aunque el timbre de voz y los gestos con que los presentan estén perfectamente construidos desde un punto de vista técnico propagándistico-idelógico, cuyo objeto no es otro que fomentar la alienación social, entretener y engañar a incautos, puesto que no pueden hacer proposiciones conceptuales serias y rigurosas para poder mantener coherentemente las supuestas “bondades” del capitalismo. La función de los economistas e ideólogos burgueses queda limitada a mantener en el limbo ideológico la justificación histórica permanente del capitalismo, y de una manera especial, evitar que se conozcan real y profundamente su funcionamiento y el origen de sus crisis, excepción hecha de su vocalización, el ensarta miento  de unas palabras con otras, dado que no les conviene señalar ni por qué se producen objetivamente, ni cuál es el camino para salir de ellas, ni cómo afectan y determinan empobreciendo la existencia social de prácticamente toda la población mundial.

     La mona no deja de ser mona por mucho vestido de seda que se le pueda poner, ni al capitalismo se le puede cambiar su naturaleza porque se le denomine de un modo u otro: capitalismo clásico; liberalismo; neoliberalismo, etc., ni porque se le esconda debajo de determinadas siglas políticas como socialdemocracia; democracia cristiana, etc. Tales nombres no son más que juego de palabras para construir artilugios semánticos políticos-ideológicos como instrumentos para ocultar su verdadera naturaleza económica, política e ideológica, que no se basa ni mucho menos en la buena hermandad y fraternales relaciones personales entre los individuos que forman una idílica sociedad con intereses idénticos y con las mismas aspiraciones en la que reina la paz y la concordia, sino que reina el sacrosanto orden establecido por la deidad dinero que queda bajo la custodia de los sumos sacerdotes del mercado, auxiliados por sus presbíteros ideólogos burgueses para preservarlo de las malévolas embestidas del mal que representa cualquiera que tenga la osadía de cuestionarlo, especialmente los marxistas (que son los únicos que verdaderamente ponen los puntitos sobre las íes), materialistas ellos, sin alma, rompedores de la unidad patria y destructores de los sagrados lazos familiares, enemigos acérrimos de la paz y el orden social, rencorosos, malvados, holgazanes. En suma,  diabólicos seres amantes del mal por el mal, que allá donde llegan es segura la siembra de la cizaña para alterar y quebrar el armonioso orden de justicia y paz reinante entre los hombres desde el principio de los tiempos.

    La realidad del capitalismo es acrecentar los capitales, acumularlos y concentrarlos, para lo cual destruye sin miramiento ni piedad de ningún tipo cuantos objetos y obstáculos le salgan al paso, sean de la índole que sea, material o espiritual, si ve amenazado sus intereses. Si puede a través de la política, y cuando ello no le es posible, utilizando la corrupción, el chantaje, la coacción, la extorsión, el crimen, el asesinato…, y como último recurso la utilización abierta de la fuerza bruta a través de la guerra, declarada formalmente o no. La guerra es el último recurso al que acude el capital para mantenerse en pie, a la que duda en acudir cuando le hace falta. Su único y verdadero Dios es el dinero, al cual todo queda sometido

     El capitalista hace crecer su capital con la parte del salario que no paga al trabajador, de cuya parte se apropia y pasa a constituir la bese de su beneficio. Y por esta razón objetiva existe una contradicción irreconciliable e irresoluble entre el capitalista y el asalariado, representada por la existencia del salario  que no puede ser resuelta en tanto en cuanto se den relaciones de producción capitalistas.

    Sin ninguna necesidad de recurrir a complejos razonamientos éticos o morales para acusar al capitalista de egoísta o avaro y al asalariado de noble y desinteresado, se explica perfectamente el por qué este tipo de contradicción entre uno y otro  está presente en tanto en cuanto lo esté el modo de producción capitalista.

    El salario para el capitalista objetivamente representa un gasto, y para el asalariado un ingreso. En tanto que gasto para el capitalista, éste intentará reducirlo cuanto le sea posible, y en la misma medida que representa un ingreso para el asalariado, éste lo intentará aumentar cuanto más mejor. De aquí se deduce de forma objetiva la imposibilidad material de resolver esta contradicción.

    El salario constituye el aspecto económico de la explotación capitalista, y viene determinado objetivamente por las relaciones de propiedad de los medios de producción, de cuyas relaciones de propiedad nacen, junto al salario, las clases sociales. La clase social capitalista a la que pertenecen objetivamente los que poseen los medios de producción, y la clase social trabajadora que no poseyendo medios de producción se ve imperiosamente obligada a tener que vender al propietario de los medios de producción, al capitalista, para poder subsistir, lo único que tienen: su fuerza de trabajo, cuya fuerza de trabajo emplea el capitalista para ser consumida como una mercancía más en el proceso productivo, a través del cual incrementa sus capitales.

     La contradicción de intereses entre el capital y el trabajo es objetivamente irresoluble. No está en función de la buena o mala voluntad del capitalista y del asalariado para resolverla o no. La única posibilidad para resolver la contradicción entre el capitalista y el asalariado es romper el nexo de unión que mantienen a través del salario, que es el precio establecido para que el primero pague al segundo la fuerza de trabajo que  utiliza y se consume en el proceso productivo para crear valor. Pero ello, dentro de los parámetros capitalistas es sencilla y materialmente imposible, porque supondría erradicar, o sea, sacar de raíz, las relaciones de explotación capitalistas, a lo que lógicamente se opondrá con todas sus fuerzas el capitalista, porque supondría la extinción de su clase social como clase explotadora.

    De hecho, en la práctica se llega al acuerdo entre el capitalista y el asalariado con respecto del salario que paga el primero y cobra el segundo, al que algunos llaman legítimo, apelando a que se corresponde con lo prescrito por la ley, de donde resulta su legitimidad. Otros en cambio  lo llaman justo, pero esta referencia a la justicia no hay que entenderla como una alusión directa a la naturaleza de esta, sino más bien a que se ajusta a lo determinado por la ley,  en todo caso, a que el salario percibido permite vivir al que lo recibe dentro de los niveles de vida considerados como aceptables.

    Si por justicia se entiende dar a cada cual lo suyo, no cabe concebir como justo salario alguno, dado que el asalariado en todos los casos sin excepción alguna, produce siempre más valor del que recibe en forma de salario. El salario puede ser más elevado o menos, pero justo nunca. El asalariado en vez de cobrar cien puede cobrar mil y con ello sentirse satisfecho. Pero si cobra mil es que produce más valor de mil, porque de otro modo no lo podría cobrar aunque el capitalista quisiera pagárselo, por la sencilla razón de que este último acabaría arruinándose, y su función como tal consiste precisamente en acrecentar sus capitales y nunca disminuirlos.

    La propiedad o no de los medios de producción, que no es necesariamente equivalente a la propiedad particular personal de cada individuo; la figura del salario; la existencia de las clases sociales y consiguientemente, sus luchas, son elementos básicos y esenciales del modo de producción capitalista, que los ideólogos y economista burgueses no pueden poner al descubierto para mostrar su funcionamiento y contradicciones, porque de hacerlo estarían cavando deliberadamente la tumba del capitalismo.

    Los economistas e ideólogos burgueses al no poder acudir a la lógica de la razón para extraer los datos que la realidad social ofrece,  estudiarlos, analizarlos y establecer conclusiones o hipótesis de trabajo en base a ellos de forma objetiva, para poder explicar y justificar la permanencia del capitalismo en la historia y resaltar las bondades de un sistema que la realidad niega permanentemente a partir de un determinado momento, porque disponiendo de prácticamente todos los medios materiales y humanos suficientes o con capacidad de producir los que no tiene, para aliviar de forma efectiva las penurias económicas y sociales de la inmensa mayoría de la población, lo que consigue en la práctica es empeorar   sus condiciones de vida materiales y espirituales , por obra y dominio social de una exigua minoría de la población que permaneciendo en el anonimato, maneja y dirige de manera efectiva la economía, la política y la ideología en su propio beneficio y contra los de la sociedad, situación que los economistas e ideólogas burgueses, defendiendo sus propios intereses, también contra los intereses de la inmensa mayoría de la población, son incapaces de denunciar, por lo que se ven abocados a tener que trasladar al campo ideológico toda suerte de hechos,  situaciones y acontecimientos, temporales unos y atemporales otros, de las más variadas naturalezas y con distintas leyes internas de funcionamiento interno, muchas veces ni siquiera comparables o incluso incompatibles, para poder crear la falsa imagen de un todo uniforme, al que colocan una etiqueta semántica para elaborar un concepto,  al que le adjudican una serie de atribuciones y propiedades que en realidad no tiene, y poder así levantar sobre el mismo una sólida teoría que convierten porque sí, en algo imperecedero e inalterable, llegando a veces al grado más grotesco de los absurdos intelectuales sin que les produzca ningún sonrojo, como por ejemplo, al atribuirle facultades humanas a algo que no las puede tener de ninguna de las maneras, como sucede con el mercado: la prudencia de los mercados, cuyos mercados quedan elevados a la categoría de divinidad indiscutible, omnipresentes y omnipotentes, a cuyos poderes nadie se puede sustraer ni  los puede eludir. Con la Bolsa ocurre otro tanto: el “temor” o “animosidad” de la Bolsa, etc.

     Esta situación no puede ser explicada de forma objetiva por los ideólogos burgueses, por lo que no tienen más remedio que situar todo en el terreno ideológico para evitar la discusión objetiva de la realidad social, que es lo que pretende el marxismo, para hacer creer mediante la propaganda que realizan que el sistema capitalista es la única organización económica y social posible, y que su perdurabilidad en el tiempo es eterna y por ello inmodificable.

    Los Mercados y la Bolsa para los economistas e ideólogos burgueses tienen vida propia, no los crea, ni los dirige, ni los controla o manipula nadie. Están más allá del bien y del mal. Son dioses indiscutibles a los que la humanidad debe someterse y rendir pleitesía para no perturbarlos y poder gozar así de sus favores y bendiciones.

    Este absurdo modo de razonar sobre conceptos que como tales son desconocidos, con palabras que no son más que palabras vacías de contenido,  es lo que les permite a los  economistas e ideólogos burgueses  y a los políticos afectos al sistema, declarar que dos naciones ayer enemigas mortales, hoy dejan de serlo para convertirse en hermanas y comenzar así  la gran obra en común que el destino les tenía deparado, o que la teoría expuesta ayer para mejorar la penuria de la sociedad, distinta y contrapuesta a la expuesta hoy, ambas diferentes y contrapuestas de la que expondrán mañana, tiene el mismo efecto benefactor para la humanidad.

    De modo que el recurso para desdibujar la realidad, tergiversar hechos, falsear datos, incluyendo el falseamiento de la historia sin ningún tipo de rubor ni escrúpulos intelectuales y morales, a pesar de ser inmoral, y por tanto condenable intelectual y moralmente desde el propio punto de vista de la moral burguesa, no debe ser criticado sin embargo  como una actitud inmoral (que lo es) de los economistas e ideólogos burgueses. Tampoco como una falta de rigor científico (que también lo es) en los planteamientos de los mismo, sino por constituir la única herramienta “intelectual” que el sistema deja en sus manos para la defensa del mismo, y por la forma antisocial que la manejan mediante la propaganda que realizan y dirigen a través de la prensa, radio, televisión, enseñanza y demás medios que los capitalistas ponen a su disposición, en lo que gastan ingentes cantidades de recursos para configurar así una opinión pública desinformada, fundamentada en la inmutabilidad de la economía capitalista y en sus valores morales, culturales, filosóficos, etc., que son los que les interesa a las clases dominantes, pero no así a la inmensa mayoría de la población, con lo que intencionadamente se oculta la verdad, y contribuye a frenar el desarrollo histórico y a fomentar y generalizar el empeoramiento de las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población, mediante lo que Hans Enzensberger ha denominado “la manipulación industrial de las conciencias”, afirmando este autor que: “el pauperismo material es sustituido por uno inmaterial cuya manifestación más patente es la desaparición de las facultades políticas del individuo: frente a una masa de indigentes políticos por encima de los cuales puede incluso ser decidido el suicidio colectivo, esta minoría cada vez más reducida de políticos omnipotentes. Hacer que la mayoría acepte y aguante voluntariamente esta situación constituye el cometido más importante de la manipulación industrial de las conciencias”[1], añadiendo a continuación:  “Y esta irracionalidad como norma fundamental del sistema, lesiva y contraria a los intereses de toda la sociedad en general, es lo que en definitiva pretenden justificar los ‘nuevos‘ teóricos con toda su sarta de simplezas, para lo cual, mediante su particular punto de vista intentan retrotraernos a primeros del siglo XIX, cuando menos, en nombre de una supuesta ‘modernidad‘, de manera que el método más riguroso, objetivo y científico de análisis y de conocimiento de la sociedad presente y pasada como es el marxismo, en sus manos queda reducido a un eslogan que suena a latón”.[2]

    Se entiende así perfectamente que el marxismo sea el enemigo mortal del sistema capitalista, y que por ello los economistas e ideólogos a sus servicio intenten deformarlo, desprestigiarlo y criminalizarlo con todos los medios a su disposición, cuando aun “reducido a su valor puramente crítico [incluso sin aplicar su carácter revolucionario práctico en el campo de las ciencias sociales], el pensamiento marxista resulta ya de una increíble fertilidad y bien que trivializada por el abuso que de ella se hace en la actualidad, la categoría de la enajenación constituye unos de los instrumentos hermenéuticos más poderosos de que disponemos para el conocimiento del presente”[3]

    La noción de clase social es otro de los conceptos que los ideólogos burgueses tratan de desfigurar y deformar por todos los medios posibles a fin de confundir a la opinión pública, haciendo ver mediante el falseamiento de la realidad pasada y presente (a veces rozando el más absoluto ridículo y la más alta grosería intelectual) que las luchas de clases y las luchas que entre ellas se establecen por lograr imponer los intereses de unas sobre las otras a través de las relaciones de fuerzas ejercidas por la política, son un invento del malévolo Marx que se saca de la chistera para introducir la semilla de la discordia entre los fraternales mundos del capital y del trabajo, cuyos mundos presentan los economistas e ideólogos burgueses, como una armoniosa e idílica unidad de intereses comunes, con lo que lo único que llegan a demostrar, en el mejor de los casos, es la supina ignorancia que tienen a este respecto, a propósito del cual afirma Marx: “Ahora, por lo que a mí se refiere, no es a mí a quien corresponde el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna, como tampoco la lucha de clases que libran entre sí en esa sociedad. Historiadores burgueses habían expuesto mucho antes que yo la evolución de esa lucha de clases, y economistas burgueses habían descrito su anatomía económica. Lo que yo he aportado de nuevo es: 1º.demsotrara que la EXISTENCIA DE CLASES no está vinculada más que a FASES HISTÓRICAS DEL DESARROLLO DE LA PRODUCCIÓN; 2º., que la lucha de clases lleva necesariamente a la dictadura del proletariado; 3º., que esa misma dictadura no representa más que una transición hacia LA ABOLICIÓN DE TODAS LAS CLASES y hacia una sociedad sin clases. Tontos ignorantes, como Heinzen, que no sólo niegan la lucha de cases, sino la existencia misma de esas clases, muestran tan solo que, a pesar de toda su baba sanguinolenta, de sus aullidos que quieren hacer pasarse pasar por declaraciones humanistas, apoyan las condiciones sociales en las que la burguesía robustece su dominio para el resultado final, para el nec plus ultra de la historia; prueban que no son más que criados de la burguesía, una servidumbre tanto más repugnante cuanto que esos cretinos comprenden menos la magnitud y la necesidad pasajera de ese mismo régimen burgués…”[4]

     [A consecuencia del desarrollo de todos los  ramos de la producción (ganadería, agricultura, oficios manuales domésticos), la fuerza de hombre iba haciéndose capaz de crear más productos que los necesarios para su sostenimiento. También aumentó la suma de trabajo que correspondía diariamente a cada miembro de la gens, de la comunidad doméstica o de a familia aislada. Era ya conveniente conseguir más fuerza de trabajo, y la guerra la suministró: los prisioneros fueron transformados en esclavos… De la primera gran división social de trabajo nació la primera gran escisión de la sociedad e dos clases; señores y esclavos, explotadores y explotados… Y con la aparición de los rebaños y las demás riquezas nuevas, se produjo una revolución en la familia… (pág. 336).

    … Un trabajo tan variado no podía ser ya cumplido por un solo individuo y se produjo la segunda gran división del trabajo: los oficios se separaron de la agricultura. El constante crecimiento de la producción, y con ella la productividad del trabajo aumentó y el valor de la fuerza de trabajo del hombre; la esclavitud, aun en su estado naciente y esporádico en el anterior estadio, se convirtió en un elemento esencial del sistema social… La diferencia entre ricos y pobres se sumó a la existente entre libres y esclavos; de la nueva división del trabajo resultó una nueva escisión de la sociedad en clases… (pág. 338).

     … La guerra, hecha anteriormente sólo para vengar la agresión o con el fin de extender un territorio que había llegado a ser insuficiente, se librará ahora sin más propósito que el saqueo y se convirtió en una industria permanente…; con ello se echaron los cimientos de la monarquía y de la nobleza hereditaria…;  con arreglo a esto, sus organismos dejaron de ser instrumentos de la voluntad del pueblo y se convirtieron en organismos independientes para dominar al propio  pueblo… (pág. 339).

    …, al mismo tiempo encontramos una división del trabajo entre los pueblos pastores y las tribus atrasadas, sin rebaños; y de ahí dos grados de producción diferentes e uno del otro y, por tanto, las condiciones para un cambio regular… La civilización consolida y aumenta todas estas divisiones del trabajo ya existentes, sobre todo acentuando la oposición entre la ciudad y el campo (lo cual permite a la ciudad dominar económicamente al campo), y añade una tercera división del trabajo, propia de ella y de capital importancia, creando una clase que no se ocupa de la producción, sino únicamente del cambio de los productos: los mercaderes… (pág. 340).

    … Con ella (con la clase de mercaderes) apareció el dinero metálico, la moneda acuñada, nuevo medio para que el no productor dominara al no productor y su producción… Quien la poseía era el dueño del mundo de la producción… De entonces acá, nunca se ha manifestado el poder del dinero con tal brutalidad, con semejante violencia primitiva como en aquel periodo de su juventud. Después de la compra de mercancías por dinero, vinieron los préstamos y con ellos el interés del dinero y la usura. Ninguna legislación posterior arroja tan cruel e irremisiblemente al deudor a los pies del usurero, como lo hacían las leyes de la Antigua Atenas y de la Antigua Roma; y en ambos casos esa leyes nacieron espontáneamente, bajo la forma del derecho consuetudinario, sin más compulsión que la economía… Junto a la riqueza en mercancías y en esclavos, junto a la fortuna en dinero, apareció también la riqueza territorial… (pág. 341).

    … Pero acababa de surgir una sociedad que, en virtud de las condiciones económicas generales de su existencia, había tenido que dividirse en hombres libres y en esclavos, en explotadores ricos y explotados  pobres, una sociedad que no sólo no podía conciliar estos antagonismos, sino que, por el contrario, se veía obligada a llevarlos a sus límites extremos. Una sociedad de éste género no podía existir sino en medio de una lucha abierta e incesante entre sí o bajo el dominio de un tercer poder que, puesto aparentemente por encima de las clases en lucha, suprimiera sus conflictos abiertos y no permitiera la lucha de clases más que en el terreno económico, bajo la fórmula legal. El régimen gentilicio era ya algo caduco. Fue destruido por al división del trabajo, que dividió a la sociedad en clases, y reemplazado por el Estado… (pág. 343).

     … Con la esclavitud, que alcanzó su desarrollo máximo bajo la civilización, realizose la primera gran escisión de la sociedad en una clase explotadora y una clase explotad: esta  escisión se ha sostenido durante todo el periodo civilizado. La esclavitud es la primera forma de explotación, la forma propia del mundo antiguo; le sucedieron la servidumbre, en la Edad Media, y el trabajo asalariado en los tiempos modernos. Estas son las tres grandes formas del avasallamiento, que caracterizan las tres grandes épocas de la civilización; ésta va siempre acompañada de al esclavitud, franca al principio, más o menso disfrazada después… (pág. 349).

     … desde la implantación de la gran industria, es decir, por lo menso desde la paz europea de 1815, ya para nadie en Inglaterra era un secreto que allí la lucha política giraba en torno a las pretensiones de dominación de dos clases: la aristocrática terrateniente y la burguesía: En Francia, se hizo patente este mismo hecho con el retorno de los Borbones; los historiadores del periodo de la restauración, desde Thierry hasta Guizot, Miguel Thiers, lo proclaman constantemente como el hecho que da la clave para entender la historia de Francia desde la Edad Media. Y desde 1830, en ambos países se reconoce como tercer beligerante, en la lucha por el Poder, a la clase obrera, al proletariado. Las condiciones se habían simplificado hasta tal punto, que había que cerrar intencionadamente los ojos para no ver en la lucha de estas tres grandes clases y en el choque de sus intereses la fuerza propulsora de la historia moderna, por lo menos en los países más avanzados… Y no menso evidente era que en la lucha la burguesía con el proletariado, se trataba, en primer término, de intereses económicos, debiendo el Poder político servir de mero instrumento para su realización. Tanto la burguesía como el proletariado debían su nacimiento al cambio introducido en las condiciones económicas, o más concretamente, en el modo de producción (págs. 387 – 388)][5]

     Hoy no constituye ningún misterio para nadie que la esclavitud según la ideología dominante en su momento también fue algo natural, porque así lo habían querido los dioses para la Humanidad, pero ocurrió que ese orden “natural” de la esclavitud tan querido por los dioses fue desbancado y arrinconado en el cajón de la historia por otro nuevo orden social: el feudalismo, al que tiempo después le sucedió lo que anteriormente le había sucedido a la esclavitud, que dejó de ser natural y querido por Dios desde el principio de los tiempos, porque otro sistema más desarrollado en función del desarrollo histórico producido: el modo de producción capitalista, lo barrió de la historia, presentándose también este como natural y divino.

    Estos son simples hechos históricos que para reconocerlos tan solo hace falta mantener ante la historia un actitud objetiva y crítica para ser demostrados, pero que no obstante, los ideólogos burgueses no lo pueden reconocer, porque de hacerlo tendrían que reconocer igualmente, siguiendo el hilo de la historia, que el capitalismo ha de ser sustituido por otro nuevo modo de producción históricamente más desarrollado: el modo de producción socialistas. Y a este respecto que hay que repetir una vez más, que este nuevo modo de producción socialista, para el cual están dadas todas las condiciones históricas objetivas, no tiene absolutamente nada que ver con las declaraciones oficiales del PSOE, y muchísimo menos, con las prácticas políticas de este partido desde la época de Felipe González a esta parte. Y ello no por deseo expreso ni ocurrencia genial de nadie, sino porque el Socialismo, de la misma forma que todos los anteriores modos de producción habidos, responde al desarrollo histórico de la humanidad que no puede ser detenido.

    Para algunos las clases sociales nacen por generación espontánea. En un sitio sí, en otros no, tal que las setas en el campo. O dejan de existir por arte magia. Según estos planteamientos podría afirmarse que las clases sociales aparecen o desaparecen según el estado de ánimo y conveniencias particulares de cada cual. La Fundación Gadeso, en un estudio reciente[6]  el 38% de los residentes en Baleares se define como clase media-baja; un 14% como clase baja; otro 14% como clase media-alta; un 38% como clase media y un 2% como clase acta.

    En otro estudio sociológico reciente de la BBC británica se determinó que las clases sociales en el Reino Unido eran siete ¿En qué quedamos, son siete, o cinco -como ha puesto de manifiesto el estudio realizado por la Fundación Gadeso-, o ninguna? (que también hay quien mantiene que las clases sociales ya no existen).

    Y por si no fuera suficiente el galimatías de las clases sociales en el nivel ideológico que es donde lo sitúan y tratan los burgueses, pequeños burgueses y reformadores como Podemos, en cuyo encuadre político cabe inscribirle hasta nuevas noticias,  después de que en tan sólo a unos meses desde su nacimiento haya abandonado de hecho sus origines asamblearios-participativos, democráticos, informativos y decisorios a nivel popular.

    Esta última organización política acaba de publicar una encuesta (Septiembre de 2015) en la que aparecen ¡cinco clases sociales!: Media-alta; Media; Media-baja; Baja y Clase obrera, en cuya clasificación se observa que no han considerado a la clase social alta (por lo que serían seis las clases sociales existentes y no cinco como figura en el estudio),  que además resulta determinante y fundamental para poder entender la cuestión de las clases sociales. En concreto, se han olvidado de las mil cuatrocientas personas que representan el 0,0035% de la población española y que controlan sin embargo más del 80% de la riqueza de España[7]. ¿A qué clase social pertenecen estas personas?

    Lo significativo de esta encuesta de Podemos es que “descubre” el valor de “La clase social como variable que había perdido capacidad explicativa en términos de opinión a lo largo de los últimos treinta años, vuelve con fuerza.”

    Este “descubrimiento” de Podemos  de las clases sociales a considerar como uno de los factores principales para comprender la realidad social, es algo que ya estaba descubierto desde hace más de ciento setenta años, y que algunos desde hace más de treinta años venimos sosteniendo y reclamándolo como uno de los fundamentales elementos para comprender la realidad económica, política e ideológica.

    El valor que no obstante tiene, es el de poner en evidencia que cuando no se hacen políticas de izquierdas, es decir, que cuando no se hacen políticas que tiendan a mirar y defender los intereses de la inmensa mayoría de la población contra la exigua minoría social de la clase dominante, directa o indirectamente, se hacen políticas de derechas (y el nombre es lo de menos), es decir, se hace políticas a favor de la exigua minoría social dominante, que cada vez se enriquece más a costa de incrementar la pobreza y de empeorar las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población, que es precisamente la que crea la riqueza existente con su trabajo, pero que no la disfruta. Y en este sentido de realizar políticas de derechas hay que señalar claramente y sin ambigüedades al PSOE, que fue uno de los agentes principales responsable, si no fuera el que más, de haber hecho cuanto pudo por hacer desaparecer de la sociedad el argumento político-ideológico de la existencia de las clases sociales. Que en España se pudiera enriquecer cualquiera (cosa que además era y es absolutamente falsa) como se jactaba de decir el ministro de Economía del PSOE, señor Solchaga, no era indicativo en absoluto, de que hubieran dejado de existir las clases sociales.

    Los resultados técnicos de estos estudios realizados mediante encuestas no se cuestionan en modo alguno, puesto que las personas de la muestra considerada y entrevistada percibirían efectivamente de esa forma su situación de pertenencia a una clase social determinada, pero tal percepción ni asegura ni garantiza de forma objetiva que lo percibido como realidad coincidiera con la verdadera naturaleza de la situación percibida.

    Esto es un hecho sociológico que pone de manifiesto la Sociología. Pero los hechos sociológicos no informan de la verdad o falsedad de la naturaleza de ese hecho, sino de cómo es percibido por el grupo social estudiado, de manera que un determinado hecho podría ser tenido por verdadero durante un gran periodo de tiempo por muchos individuos, y posteriormente demostrarse la falsedad del mismo, y ejemplos en este sentido a lo largo de toda la historia no escasean: desde que la tierra deja de ser plana y centro del Universo para pasar a ser redonda, y dentro del Universo lo que es una gota de agua en el Océano, hasta  la inexistencia del inferno desde hace unos pocos meses, según el Papa Francisco, que había viniendo sido considerado por el cristianismo el principal instrumento de castigo para los malos cristianos desde el principio de los tiempos en que Dios hizo el mundo tras una dura jornada laboral de seis días.

    Si la metodología para la determinación de las clases sociales se basara en la sensación que cada individuo tiene de pertenencia a una u otra, o bien podría suceder que no existiera ninguna, porque ningún individuo sintiera su pertenencia a ninguna de ellas, o por el contrario, podrían existir teóricamente tantas clases sociales como individuos, y ello no sería una postura fácilmente sostenible desde un punto de vista lógico y racional.

    Objetivamente, se pertenece a una clase social concreta. Sin embargo, el sentimiento de pertenencia se puede tener respecto a otra distinta. Así, podría darse el caso que un asalariado sienta tener los mismos intereses que un capitalista y sentirse identificado con éste, mientras que por el contrario un capitalista podría sentirse identificado con los intereses de los asalariados. Este paso de lo subjetivo a lo objetivo se explica y se comprende a través del paso del concepto de “instinto de clase” al de “conciencia de clase”, que veremos más adelante en otra parte de este trabajo.

    Algunos como José Stalin acaban con las clases sociales de un plumazo y de una vez para siempre. Lo que ayer era una realidad innegable procedente del origen de los tiempos, hoy desaparece por arte de magia  para siempre por los siglos de los siglos, simplemente por una decisión política adoptada en un Congreso. Pero Felipe González Márquez del PSOE no le anda a la zaga, porque si bien Stalin acaba con las clases sociales de un plumazo, él por el mismo procedimiento en el Congreso de su partido celebrado en 1.979, no es que acabe con las clases sociales, sino con el marxismo “entero”.  “…,  no deja de llamar la atención, cuando menos no deja de ser paradójico que tanto el estalinismo y la socialdemocracia, aunque incomparables en sus resultados, coinciden en la reducción del marxismo a pura tecnología económica, a tecnocracia [o sea, simple y vulgar mecanicismo], olvidando por entero su mandato de realizar la Filosofía”[8]

    Stalin acaba con ellas en la URSS mediante la presentación de un informe sobre el proyecto de Constitución de la URSS  al VII Congreso de los Soviets que hace aprobar el 25 de noviembre de 1936. En su informe dice Stalin: “ya no existe clase de capitalistas en la industria, ni clases de Kulaks en la agricultura. Tampoco existen negociantes y especuladores en el comercio. Todas las clases explotadoras han sido liquidadas”[9]. Es decir, que Stalin —se erige en deidad atea, porque Stalin es ateo, y por su divina voluntad  establece para sus queridas criaturas el fin de las clases sociales. En la conversión de individuo a Dios  Stalin deja de ser marxista, porque del marxismo no puede nacer ninguna cosa definitivamente hecha; ningún dogma; ningún precepto o doctrina de fe ni ningún culto a persona u objeto. El marxismo como cualquier ciencia se atiene a lo que resulte del objeto científicamente estudiado, que en este caso es la sociedad y al método para su transformación.

    Stalin saca de la chistera mágica del Congreso una resolución política, y en virtud de la misma obra el milagro de hacer desaparecer de las la URSS  todas clases sociales, y por tanto las luchas que venían realizando entre sí, y todos contentos y felices.

    Este método estalinista de acabar con las clases sociales se opone frontalmente a la dialéctica marxistas y la convierte de un modo absoluto en su contrario: la metafísica  de Baçon y Locke imperante en los siglos   XV, XVI y XVII, la que consideraba que los objetos eran en sí mismos, aisladamente, presentándose hechos del todo y de una vez y para siempre: las cosas “son” lo que “son”. Algo “es” o “no es”, prescindiendo de las causas que las engendraban y los efectos que causan, lo que en el caso de Baçon y Locke encuentra plena justificación debido al estado de la ciencia poco desarrollado y del nivel muy limitado de los conocimientos que se tenía en aquella época que impedía poder avanzar en el desarrollo de las ideas. Pero en el caso de Stalin resulta sencillamente inadmisible desde el punto de vista marxista.

    A través de la “metafísica del marxismo” impuesta por Stalin es como se podría llegar a explicar no sólo los crímenes psíquicos y físicos cometidos por su régimen totalitario (no comunista), sino también el resultado final de la Revolución de Octubre de 1917 y exonerar con ello al marxismo de las auténticas aberraciones y disparates que se le atribuyen para desprestigiarlo, aprovechando para ello actuaciones como las de Stalin, contrarias radicalmente a los principios más elementales del marxismo, negando de hecho su propia naturaleza: la dialéctica, sin la cual la teoría marxista queda reducida a un montón de palabras sin ninguna utilidad para entender la realidad, por cuyo entendimiento hay que comenzar como paso previo al inicio de su transformación. Es absurdo desde cualquier punto de vista lógico hacer desaparecer la existencia de las clases sociales por un simple acto mecánico o una decisión política. La extinción de las clases sociales sino ha de producirse mediante un proceso más o menos largo en el tiempo. El propio Marx afirma que “la propiedad del Estado sobre las fuerzas productivas no es la solución del conflicto (abolición de las clases sociales), pero alberga ya en su seno el medio formal, el resorte para llegar a su solución”[10].

    Sentado de forma incuestionable los errores cometidos por el estalinismo, que por otra parte ya han sido señalados y criticados por diferentes partidos comunistas, convendría señalar para un mejor encuadre y valoración de dichos errores, que Stalin no toma esas decisiones en el año 2015, sino en la primera mitad del siglo XX y en unas circunstancias muy concretas y desde luego nada favorables a las tesis marxistas, lo que hay que considerar, al margen de las críticas mencionadas y de las demás que se le deban hacer

    De la Revolución rusa de Octubre de 1.917 sabemos poco, y ello no se debe precisamente a que no exista suficiente literatura al respecto. En consecuencia, también sabemos poco de la guerra civil que le siguió y que tuvo una gran influencia negativa en el desarrollo revolucionario, condicionando por tanto las consecuencias económicas y sociales de la Revolución. En esta guerra civil intervinieron catorce potencias extranjeras para restaurar el zarismo que había sido destituido. El 18 de diciembre de 1.918 el ejército francés ocupa Odessa, iniciándose así la guerra civil en Ucrania y el Sur de Rusia. Los japoneses entraron por la frontera de Manchuria con un ejército de 70.000 militares, a los que se unieron otras fuerzas británicas, estadounidenses, canadienses, italianos, chinos y otros. Todos estos ejércitos constituirían el denominado “ejército blanco”, que contó con muy poco apoyo popular, que fueron derrotados por el ejército rojo en 1.920, aunque los japoneses se quedaron en las provincias marítimas del Extremo Oriente hasta 1.922 y en el norte de Sajalin hasta 1.925.

    La visión inicial del revolucionario ruso de la ciudad con respecto del campesinado en este periodo revolucionario (1.918-1935), muy parcial y deformado, sin ninguna duda muy influenciada por la interpretación simplista, mecanicista y economicista del marxismo que hacia Stalin, como se reconocería y se modificaría por el propio Partido Comunista después, cuya circunstancia hay que inscribirla en el momento histórico y en las circunstancias concretas en que se produce para su debida interpretación y extraer de ellas las correspondientes conclusiones, fue la causa de que muchos campesinos se levantaran abiertamente contra el gobierno revolucionario en el periodo considerado, junto a otros sectores de la población.

    La oposición abierta de parte del campesinado contra el gobierno, de forma particular “los campesinos acomodados, que con frecuencia eran cultivadores y, en ocasiones, los más adelantados, entraron a sus vez en lucha con el gobierno soviético…”[11], al que consideran la encarnación personal del comunismo, y por tanto, oposición al comunismo al que atribuían la causa de sus males. Interpretación errónea a todas luces, pero igualmente lógica a todas luces.  “Desde el principio, una actitud anti-campesina provocó una reacción anti-comunista de una mayoría de campesinos, que no cesó de manifestarse de 1.918 a 1.935. Las columnas del periódico Pravda se llenaban con las noticias del asesinato de sus corresponsales y de las bandas rebeldes de campesinos, que proliferaban por el campo”[12].

    Trotsky, que sufriría en sus propias carnes las depuraciones llevadas a cabo por Stalin, valora así este periodo histórico de la Revolución rusa: “Esta ruina tenía por causa la acción conjugada de la guerra civil y la intervención extranjera y se debía, asimismo, a un método de dirección y planificación de la economía basada en el trueque en especies (el empleo del dinero desapareció prácticamente, con la prohibición del comercio y su sustitución por la distribución estatal planificada de los productos estado), cuando existían millones de explotaciones campesinas habituadas al comercio”[13]. De esta manera, precisa Charles Bettelheim[14], “el método se reveló desastroso”. “Pero, contra la advertencia de todo el mundo, persuadido de haber adquirido la verdad junto con el poder y habiendo eliminado sucesivamente, la oposición de izquierda (Trotsky) y de derecha (Bujarin), Stalin declaró brutalmente la guerra a la pequeña economía campesina… (Justificándolo) por la necesidad de industrialización”[15], lo que constituye la prueba más flagrante de la interpretación simplificada, mecanicista y economicista del marxismo que hacía Stalin. Que ha sido perfectamente utilizada por los economistas, filósofos, sociólogos, etc., de la burguesía para descalificar al marxismo haciéndolo confundir y presentándolo socialmente como lo que no es: el infierno marxista frente al paraíso capitalista.

    Después de la toma del poder político el 26 de Octubre de 1.917, Lenin firma dos decretos. “Uno sobre la paz al mundo sin anexiones ni indemnizaciones. Otro para confiscar, sin indemnizar las grandes propiedades hereditarias, imperiales y eclesiásticas que son entregadas a los comités agrarios locales y soviets campesinos… Los Sovjoces se crearon, en 1.920-21, en tres millones de hectáreas (de labor); cuando en total, habían sido confiscadas, 152 millones  de hectáreas: No realizamos el programa bolchevique, nuestra política agraria se extrae del sentir campesino…, de una manera incuestionable, los campesinos han ganado más con la revolución que la clase obrera…, realmente eso demuestra que nuestra revolución fue, hasta cierto punto, una revolución burguesa”[16].

     Lenin recomendó: “de ir con la masa campesina, infinitamente más despacio de lo que nosotros soñamos, pero de manera que toda la masa se mueva con nosotros… Engels ha subrayado que los socialistas no piensan expropiar a los pequeños campesinos, los cuales a su vez, comprenderán las ventajas de la agricultura socialista mecanizada, por la misma fuerza del ejemplo… No admitimos ningún tipo de violencia contra el campesino medio… Por regla general, el proletariado deberá dejar sus tierras a los campesinos ricos o acomodados y no incautar si no es caso de oposición manifiesta… Sería absurdo querer introducir el trabajo agrícola en común en pueblos tan atrasados, donde previamente, sería preciso un largo periodo de educación. Pero… Stalin cree que es posible manejar a su gusto a todo el campesinado ruso, como lo acababa de hacer con el equipo político dirigente”[17].

     La insurrección de los marineros de Cronstad en marzo de 1.921 “… en que los marineros asumieron por su cuenta las reivindicaciones campesinas, demuestra que los métodos de dirección no son aceptados siempre… Sindicalistas, anarquistas, socialistas, oponen los poderes locales de los Soviets al poder central bolchevique: El poder de los soviets liberará a los trabajadores del yugo de los comunistas, dice el llamamiento de Cronstad”[18], como se puede ver, y de forma contradictoria, por un lado se está contra el comunismo, pero por otro se reivindica el poder efectivo de los soviets locales, que es el que conduce al mismo. No reclaman la restauración de la monarquía zarista. Lenin escribe en 1.920: “La dictadura del proletariado le ha costado a la clase dirigente, el proletariado, sacrificios, sufrimientos y una miseria sin precedentes en la historia… En Moscú el hambre es atroz”[19]. “Hemos ido demasiado lejos”, había dicho antes.

    En el XXVIII Congreso del PSOE (mayo de 1979) celebrado bajo el lema “Construir en libertad”, Felipe González propone el abandono del marxismo. Proposición que fue rechazada y lo que motivó su dimisión como secretario general del partido, acontecimiento este que algunos vieron como una gran estrategia política digna sólo de cabezas intelectuales excepcionales como la de Felipe González, y en cambio otros consideramos que no dejaba de ser una maniobra política más dentro de la normalidad, para alcanzar el poder político del partido sin haber contado previamente con la opinión de sus militantes de base, lo que por otra parte era lógico, pues el PSOE de aquella época no contaba con militancia real con experiencia práctica en la lucha diaria sindical, política o en las organizaciones vecinales que empezaban a aparecer, y es más que dudoso que la tenga hoy, decenas de años después de aquella decisión, si se exceptúan los cargos orgánicos dentro del partido o en otros tipos de asociaciones o instituciones públicas, en las que predomina el carácter de “funcionarios” y no el de militante de base con el encargo político del partido de realizar tareas concretas y específicas dentro de la sociedad para la aplicación concreta de la política general del partido promoviendo la organización social y política de la sociedad, en función de la óptica socialista: la emancipación de todas las clases sociales,  de modo que nadie pueda vivir de la explotación de ningún semejante.

     Siete meses más tarde (noviembre de 1979) el PSOE celebra un Congreso Extraordinario, paradójicamente bajo el lema “Forjando el socialismo”, donde precisamente se aprueba lo radicalmente contrario para llegar al ideario socialista: el abandono del marxismo, que ni mucho menos era ni es, como argumentó Felipe González, una forma de ser, sino un método científico de conocimiento para comprender las realidades sociales en el más amplio sentido de la palabra como requisito previo esencial para poderlas transformar. En suma, lo que vino a conseguir Felipe González imponiendo el abandono del marxismo fue algo semejante a quitarle las ruedas a un coche para dotarle de mayor velocidad y seguridad en la circulación,  con lo que sumió al socialismo español en la noche larga y oscura en que se halla, y  con síntomas cada vez más evidentes y alarmantes de precipitarse por el abismo del derechismo político, o su equivalente: “la nada”, como instrumento de progreso social y político.

     Desde el punto de vista político, Felipe González contribuye de una manera destacada con su abandono formal del marxismo  a vaciar de contenido político el concepto de socialismo y a la eliminación radical del método para conseguirlo, es decir, que a lo que contribuye es al aseguramiento de que por el camino que marca jamás se llegará al socialismo, o lo que es lo mismo, que el empeoramientos de las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población, empezando directamente por los trabajadores, está asegurado con las políticas que se inician después del abandono de marxismo como componente esencial de socialismo, lo que no tarda en hacerse evidente desde las primeras políticas que empiezan a aplicar los primeros gobiernos del PSOE, que luego seguirán, aunque con más orden en algunos casos (por lo tanto, con políticas más intensas y extensas en contra del bienestar de la inmensa mayoría de la población) los gobiernos del PP de José maría Aznar, seguido por los gobiernos del PSOE con José Luis Rodríguez Zapatero a la cabeza y posteriormente las de Mariano Rajoy del PP que llega a nuestros días, y con la amenaza cierta de continuarlas.

    Abaratar los costes laborales de los trabajadores con el pretexto de facilitar la creación de puestos de trabajo (lo cual no puede ser más irracional: primero se destruyen y después se crean) fue propuesto inicialmente por el gobierno del PSOE, cuya consecuencia, como no podía ser de otra manera, lleva a que el paro aumente con los gobiernos del PP (que aplica en esencia la misma política que el PSOE), y lo que es absolutamente más grave y que no parece conmover a nadie: los puestos de trabajo que se crean tienen unos salarios tan bajos y vergonzosos que muchos trabajadores, con trabajo, han pasado a ser considerados como pobres, porque ni trabajando y cobrando el salario correspondiente pueden salir de la pobreza.

     Alargar la vida laboral de los  trabajadores de los sesenta y cinco años a los sesenta y siete y ampliar el periodo cotizado para el cálculo de la pensión a percibir de los quince último años cotizados a los veinticinco, fue también propuesta del gobierno del PSOE con acuerdo del gobierno del PP, lo que explica que este partido disponiendo de mayoría absoluta en el Congreso no haya derogado las leyes aprobadas por el PSOE al respecto. La razón que justificaba tal atropello a los derechos de los trabajadores, cuando menos con la anuencia de los sindicatos mayoritarios, UGT y CC.OOO, se fundamentaba en el mantenimiento de las pensiones públicas (que además es el propio dinero ahorrado por los trabajadores durante toda su vida laboral depositado en las arcas del Estado), cuando en realidad lo que asegura, es que el joven actual, el futuro jubilado, si es que logra conseguir trabajo durante veinticinco años seguidos para cotizar y tener derecho al cobro de la pensión completa, esta será de un 20% menos al equivalente de lo que sería la pensión actualmente.

    Este tipo de medidas contra los intereses de los derechos, vulnerando la seguridad jurídica de los mismos, no es algo que haya surgido como consecuencia de la crisis de 2007, a la que oficialmente se le hace responsable. “Esta circunstancia no es nueva; ya en 1985, mediante la Ley 26/1985, de 31 de julio, Medidas Urgentes para la realización de la estructura y de la acción protectora de la Seguridad Social (BOE I-VIII-1985), se inició la política regresiva de los derechos de los trabajadores en materia de prestaciones de Seguridad Social. Cabe recordar que en dicha ley, el Gobierno Socialista, a la sazón presidido por el Sr. González Márquez, recortó los beneficios sociales de los trabajadores mediante la exigencia de periodos más dilatados de cotización para tener derecho a las prestaciones, y la ampliación de los periodos de cálculo de las mismas. Con dicha norma, se rompió la tendencia histórica hacia la mejora de las prestaciones y se quebró el principio de la irreversibilidad de los derechos de la seguridad social, vigente hasta ese momento”[20]

    Para completar el marco general dentro del cual se dan las condiciones establecidas para el empeoramiento generalizado de las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población, a lo ya mencionado hay que añadir  el desmantelamiento del sistema financiero público español que funcionaba perfectamente, iniciado también por los gobiernos del PSOE, para ponerlo en manos de los capitales particulares a través de la banca privada, como fueron el Banco de Crédito Industrial; Banco de crédito Agrícola; Banco de Crédito Local; Banco de Crédito a la Construcción; Banco Hipotecario de España; Banco Exterior de España o Caja Postal, junto al proceso de descapitalización del Estado, haciendo pasar las empresas públicas más rentables a manos de los capitales particulares a través de la denominada privatización, que en realidad es un auténtico robo a las arcas públicas, pero con otro nombre. Todo ello responde a la necesidad que tiene el sistema capitalista para salir de la crisis en la década de los setenta, una vez pasada la bonanza económica que surge como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, a la vez que sienta las bases para la siguiente crisis capitalista, la de 2007, que es en la que estamos, y de la que no se podrá salir mientras existan relaciones de producción capitalistas.

    Todo lo dicho, lo que podría ser ampliado, junto a los casos de corrupción que saltan a la luz pública protagonizados por destacados miembros del PSOE o por personas muy cercanas a ellos,  con la advertencia previa de que la corrupción en España no es invento del PSOE. Con el Régimen de Franco se produjeron casos de corrupción gravísimos[21], al igual que con los gobiernos ya democráticos de Adolfo Suárez y los del PP[22].

    Pariendo de la base que un acto de corrupción para nosotros no tiene color, excepto que es lo propio de delincuentes que deben devolver lo robado más los intereses correspondientes y con la responsabilidad (nada de tonterías con responsabilidades “políticas” que lo único que justifica es que el delincuente siga en libertad disfrutando de lo robado) penal correspondiente que deben pagar en la cárcel sin reducción de penas bajo ningún concepto, si es pertinente señalar que los casos de corrupción cometidos por el PSOE, gracias al tratamiento recibido por la prensa radio y televisión, llegó a establecer en la opinión pública  que decir “socialista” casi se convirtió  en sinónimo de corrupción y banda de chorizos. Esto se lo debemos a Don Felipe González.

    Si nos limitamos al análisis superficial y simplón que es la norma generalizada de los entendidos en política que suelen aparecer en los medios de comunicación, salvo rarísimos y honrosos casos, como pudiera ser el de Don Julio Anguita, que en realidad no contienen elementos analíticos, puesto que no se atienen a rigurosidad alguna que no sea la marcada por sus propias vísceras, por lo que más que análisis no pasan de ser simples opiniones, como las que podría dar cualquiera ateniéndose a su simple parecer, porque no contribuyen a la clarificación objetiva de las políticas prácticas aplicadas por los distintos gobiernos del PSOE, desde Felipe González a nuestros días, en base a esas no críticas con el nombre de críticas, en el mejor de los casos  llegan a concluir que, efectivamente, se cometieron errores, se perdieron votos, y por lo tanto hay que recuperarlos, y para recuperarlos proponen que el partido cambie de imagen: fuera los perdedores de votos y en su lugar otras personas con una nueva imagen que los pueda recuperar, y a pasar hoja que no ha pasado nada, porque para estos críticos no críticos, la política consiste en una retahíla de palabras y nada más.

    Pero si se analiza con una mínima rigurosidad objetiva, ateniéndose a las consecuencias de dichas política erróneas, pronto se ve que las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población, en diferentes grados, han empeorado,  y esto ya no son palabras que se pueden curar con otras palabras, sino que hay que reparar con hechos concretos que tienen que nacer de políticas concretas para ser aplicadas a soluciones de problemas concretos.

    El primer hecho negativo que ha contribuido a empeorar las condiciones de vida que hace de marco general dentro del cual se produce el resto de hechos más concretos y determinados que ponen de manifiesto el empeoramiento de las condiciones de vida, y al que no se le presta la atención debida, es el desapego generalizado de la política y de los público que se extiende cada vez más en mayores sectores sociales de la población: trabajadores con trabajo; parados; jóvenes sin empleo; jubilados; personas mayores que viven solas; autónomos; pequeños y medianos empresarios, etc.

    El desapego social de la política y desinterés por lo público viene determinado porque los problemas concretos que cada cual tiene no encuentran  las soluciones efectivas esperadas, ni en la política ni los políticos, por lo tanto, la conclusión lógica, mecánica e inmediata a la que se llega es: ni las instituciones ni los políticos solucionan mis problemas, luego, ni la una ni los otros valen para nada. Todos los políticos son iguales. Todos los partidos políticos hacen lo mismo”.

    Y, efectivamente, todos los políticos, todos los partidos, y todas las políticas de todos los partidos QUE NO CUESTIONAN EL SISTEMA CAPITALISTA son iguales, excepto con algunos matices semánticos diferenciadores, porque ninguno de ellos establece mecanismos económicos, político e ideológicos que tiendan a la satisfacción de las necesidades sociales de toda la población, sino a asegurar unas determinadas condiciones en las cuales los  capitalistas hagan crecer sus capitales, y el crecimiento de los capitales está basado indefectiblemente, en que el capitalista, bien directa o indirectamente, se apropia de una de la parte del valor que crea y le corresponde al trabajo (LEY FUNDAMENTAL E INALTERABLE DEL CAPITALISMO), para lo que evidentemente, siempre hay que hacer en esencia las mismas cosas, aunque algunas de ellas superficial y nominalmente parezcan distintas, y estas mismas cosas están establecidas por los parámetros y valores que impone el sistema capitalista: es decir, que siempre en uno de los platillos de la balanza haya más riqueza, y en consecuencia, en el otro platillo más pobreza, evitando el equilibrio del fiel de la balanza, o sea, evitando la igualdad de riqueza en ambos platillos, porque de existir tal equilibrio supondría el fin del capitalismo. Y esta es la consecuencia negativa del abandono del marxismo como método de conocimiento de las realidades sociales como paso previo para su transformación: haber dificultado cuando no impedido abiertamente que las grandes masas sociales hayan adquirido conciencia de sí mismas y del conocimiento real, objetivo,  de la situación en la que se encontraba en cada momento y la dirección a la que apuntaba la situación ocupada (encuentra y el sentido de la dirección a la que se dirige).

    Al carecer de los instrumentos de conocimiento necesarios (porque nadie los ha proporcionado), dado que la fuente que los podía proporcionar, el marxismo, ha sido cercenada, la lógica y la objetividad individual necesarias para entender por sí mismos la realidad social en que se vive, se ve  sustituida por el componente ideológico (percepción particular de la realidad de cada cual en función de su experiencia personal, aspiraciones, temores, frustraciones, deseos, etc.) para interpretar la realidad. Pero como se sabe, la realidad no puede ser entendida ni explicada a través de la ideología, porque esta constituye en esencia una creencia, algo que previamente no está pensado, sino creído, y por ello lo que hace es deformar la realidad (todas las ideologías, las de izquierdas también, en sí mismas consisten en desvirtuar la realidad, en interpretarla según la visión particular y subjetiva de cada cual, en adaptarla a sus preferencias, a favor o en contra) puesto que no atiende ni se preocupa de mirar el origen de los problemas, la fuente de donde proceden, sino de sus consecuencias que son las que aparecen sin descubrir su origen, y como no se repara en el origen del problema sino en sus consecuencias, estás son tomadas como el verdadero problema, y el causante, cualquier suceso o acontecimiento, y más en concreto, a un político determinado, al que se le achaca poco menos que el haber fabricado esas consecuencias con sus propias manos, y nunca al origen verdadero del problema, que en una sociedad capitalista no puede ser otro que las relaciones de producción capitalistas.

     Esto explica como ya se ha indicado el desapego social de la política y de los políticos, porque al ser considerados como la encarnación y responsables personales (aunque no haya que exculparles personalmente de determinas actuaciones políticas) de las consecuencias de los problemas que afloran a la superficie  y ser percibidos inmediatamente por los sentidos por los verdaderos problemas,  se actúan contra ellos para cambiar a unos por otros en la creencia que al cambiar de políticos se cambia de política y por tanto se resolverán los problemas, cosa que nunca pasa ni pasará al dejar intacto el origen de los problemas, que en una sociedad capitalista como la nuestra, no puede ser otro que las relaciones de producción capitalistas.

    En el caso de los dos partidos mayoritarios que han estado en el gobierno, y que por tanto han tenido ocasión y medios para mejorar las condiciones de vida de todos los españoles, nos encontramos con que en el PP se cambió a Manuel Fraga por >José maría Aznar y a este por mariano Rajoy, y en el PSOE se cambió a Felipe González por José Luis Rodríguez Zapatero y a este por Pedro Sánchez, pero a pesar de estos cambios la situación de los trabajadores en España que el sector mayoritario de la población ha empeorado sus derechos sociales, y por tanto, sus condiciones de vida con respecto de 1980, y se han establecido las condiciones para que las generaciones venideras vivan todavía peor.

     También se explica que ante la frustración social de comprobar que el cambio de  nombres de unos políticos por otros no ha hecho sino empeorar, se ha optado ahora por cambiar unos partido por otros: Podemos en sustitución de la izquierda representada por el PSOE, pero sin declararse de izquierdas, y de Ciudadanos por la derecha representad por el PP, pero igualmente sin declararse de derechas. Es decir, se hace ahora lo que antes se hizo, pero en vez de cambiar nombres cambiando partidos, y ahora como antes, puesto que no se cuestiona realmente el sistema, ya se puede adelantar afirmando que dando por supuesto ese cambio de partidos por partidos, la situación no cambiará a mejor, sino que cambiará a peor.

    Afirmar que los políticos en general son unos corruptos; que la política está corrompida,  que los parlamentarios en el Congreso no hacen nada, y que todo el que se acerca a la política es para robar, son afirmaciones que cualquiera puede hacer y sostener, pero en cambio, de ninguna de ellas se puede extraer nada positivo en el sentido de que tenga efectos prácticos para resolver los problemas. En primer lugar, porque ninguna de esas afirmaciones se corresponde rigurosamente con la realidad. El corrupto es el sistema que para mantenerse en pie necesita de corruptos para regular y controlar la corrupción que supone en esencia el que unos se enriquezcan a costa de empobrecer a los demás, aunque los mantenedores de la corrupción sean de poca edad, sin experiencia real en la vida de ningún tipo, por muy bien parecidos que sean y títulos universitarios que puedan tener. Si el corrupto es el sistema, contra el sistema y sus representantes hay que actuar, que son los que necesitan regular y mantener la corrupción.

    Que el Rey Juan Carlos I, por sus inmoralidades, siendo la primera de ellas estar por encima de la ley, por sus escándalos de faldas, por sus derroches económicos y por los escándalos de corrupción económico-políticos de su familia, es un corrupto está fuera de toda discusión, y que por ello tuvo que abdicar (no porque fuera la voluntad mayoritaria de la población, sino porque lo exigieron los principales poderes fácticos al ver peligrar su situación de privilegios caso de continuar reinando) en su hijo Felipe VI que sigue manteniendo los mismo privilegios inmorales de su padre, no significa sin embargo haber erradicado la corrupción, porque lo que verdaderamente constituye corrupción es la monarquía, la que a su vez no es algo abstracto ni un instrumento neutro, sino instrumento concreto al servicio de los grandes capitales, que a su vez necesita un sistema político corrompido para favorecer sus intereses basados en el empeoramiento paulatino de las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población.

     Hay efectivamente políticos inmorales y por tanto corruptos, pero no constituyen la mayoría de los miles de políticos que actúan honradamente, lo que sucede es que la minoría de políticos corruptos son los que dominan de hecho el sistema que no puede estar en manos más que de la minoría corrupta. El enemigo es el sistema. Hay que actuar contra el sistema, sin exonerar de las responsabilidades políticas y personales que tengan los corruptos, pero el enemigo a abatir es el sistema, para lo cual hay que saber previa y claramente como funciona, y esta tare política hay que hacerla extensiva a las más amplias mayorías sociales a través de la formación (que no consiste en la tenencia de muchos títulos universitarios, aunque estos sean precisos) en el más amplio sentido de la palabra.

*

(Parte del libro en preparación, La crisis de 2007, Apuntes para la Nueva Revolución Social, de Manuel Sogas Cotano)

 

Isla Mayor 26 Octubre 2015

 

[1] Hans Magnus Enzensberger. Las máscaras de la razón, pág. 65, Edit. Círculo de Lectores.

[2] Ídem, pág. 57.

[3] F. Rubio Llorente. Karl Marx. Manuscritos de economía y filosofía, págs. 20-21. Edit. Alianza Editorial, S.A., 1972

[4] K. Marx – F. Engels. Cartas sobre El Capital. Editorial LAIA, Barcelona, 1.974

[5] C. Marx / F. Engels. Obras Escogidas, Tomo III, págs. citadas.

[6] Diario de Mallorca.es, 29.09.2014

[7] Revista SOLIDARIA con los EMPOBRECIDOS de la TIERRA. Febrero-Marzo 2012/nº 92

[8] F. Rubio Llorente. Obra citada, pág. 25.

[9] Charles Bettelheim. Las luchas de clases en la URSS primer periodo (1917-1923), págs. 12-13. Edit. Siglo XXI de España Editores, S.A. Junio 1976

[10] C. Marx/F. Engels. Obras escogidas, Tomo III, pág. 153. Edit. Progreso, Moscú, 1976

[11] Ídem. Pág. 31.

[12] Ídem. Pág. 33.

[13] Ídem. Pág. 32.

[14] Charles Bettelheim  (París, 20 de noviembre de 1913 – 20 de julio de 2006)  fue un filósofo y economista marxista francés. Fue catedrático de Economía Política en la École Pratique des Hautes Études y profesor en la Universidad de la Sorbona. Pasó decenas de años estudiando las transformaciones que se produjeron en la URSS y elaborando conceptos teóricos para poderlas explicar. El estudio de sus obras son fundamentales para comprender en toda su profundidad dichas transformaciones. Advirtió que  las formaciones sociales en transición al socialismo (la URSS) junto a relaciones de carácter socialista, existen relaciones capitalistas a todos los niveles: económico, político e ideológico; siendo estas categorías no residuos del pasado, sino que se generan en las propias sociedades en transición. Por ello, ciertas sociedades,  como la soviética, no tienden hacia el socialismo, sino hacia el capitalismo, pues existen clases sociales y plusvalía. Sus aportaciones teóricas sobre las formaciones sociales y la transición entre estas es de gran importancia para el marxismo. Charles Bettelheim cayó en un olvido casi total desde los años 90. Una excepción a esto es la India, donde la feminista marxista Ranganayakamm ha publicado varios de sus trabajos en inglés y telugu.

[15] Rene Dumont. Obra citada. Págs. 35-36.

[16] Rene Dumont. Sovjos, Koljos, o el problemático comunismo. Pág. 30. EDITORIAL SEIX BARRAL, S.A., Barcelona, 1.966.

[17] Rene Dumont. Obra citada, Págs. 36-37.

[18] Rene Dumont. Obra citada. Pág. 33.

[19] Ídem. Pág. 33.

[20] La Reforma del sistema público de Pensiones en España, pág. 6. Centro Jurídico Tomás Moro- info@tomasmoro.es. Asociación inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones, Grupo 1º, Sección 1ª, Número Nacional 172201. www.tomas-moro.org.

[21] Desde el caso de Juan March, un banquero que financió el golpe de Estado de 1936, pasando por el caso MATESA en los años sesenta hasta la estafa del caso Sofico resuelta en los años setenta.

[22] Casos Zamora; Tabacalera; Forcem; Gescartera…., hasta el último conocido, el caso Gürtel.

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