Por Guillermo Fatás
Catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Zaragoza
Asesor editorial del Heraldo de Aragón
Fue en Zaragoza, hace unos años, y el tipo aún pulula. Durante una congragación de su partido, o de su sindicato, que ya no me acuerdo, un político local citó una frase de Marx para remachar sus argumentos.
Todo le habría salido a pedir de boca si un veterano militante, que los conocía bien –a Marx y al citador-, no hubiera voceado: “Está muy bien compañero, pero esa frase de Marx te la acabas de inventar”. El mentiroso, que era desaprensivo, pero no tonto, salió del paso diciendo: “Vale, está bien, me has pillado. Pero podría haberla dicho, ¿no?”.
Al cabo del tiempo, uno acaba por decir cosas que no debiera, lo cual no tiene casi nunca trascendencia social. Decir lo que no se debe sí puede, en cambio, tener relevancia cuando se habla como autoridad, profesional, pública o de otra especie.
Tengo recogidas dos afirmaciones tan poco rigurosas como la del sujeto que citaba falsamente a Marx. No despertarían mayor interés si no fuera por la condición que sus emisores, un político y un banquero, invocan al hablar. Na se refiere a la palabra España y al significado original de este nombre, que ahora es el de nuestro país. Otras, a cierta opinión de santo Tomás de Aquino, a quien el escribidor atribuye exactamente lo contrario de lo que dejó dicho.
Chistes con conejos
Aunque hoy es difícil de sostener , no tiene importancia que alguien comparta la extendida creencia de que la palabra España, derivada del latín Hispana, quería decir “tierra de conejos”, por proceder de un vocablo fenicio que significaba tal cosa. Oriol Junqueras, el líder separatista, que es doctor en Historia y da clases en una universidad, se divierte con esa historia de la Hispania conejil. Hispania, según el doctor, no podía ser nada con significado político: “Una “tierra de conejos” es un concepto geográfico, no político. Los conejos no son políticos”. Y redondea el chiste:”Los políticos, en general, tampoco son muy conejos”. Quizá el doctor Junqueras esté dispuesto a considerar esta posibilidad: que Hispania fuera un nombre de lugar no se opone a que también designase, como efecto sucedió, un ámbito político. Ha ocurrido con Islandia (“tierra de hielo”), Irlanda (“tierra abundosa”), Holanda (“tierra boscosa”) y otras conocidas “landas”, que son nombres de tierras que, además, tienen sentido político.
Si el doctor Junqueras persiste en chancear con el nombre de Hispania, debería ampliar su información profesional. Lo que dicen quienes más saben – por ejemplo, los aragoneses Jesús L. Cunchillos, prematuramente muerto, y su discípulo J.Á. Zamora –es que “Ispanya” pudo significar “costas del norte” (vistas desde África) o “costas de los forjadores” (de metal). La variación depende, básicamente, de que la voz “I-span-ya” se explique por “sapan” o por “span”, fenicias las dos. Ni en fenicio ni en otras lenguas de su familia (ugarítico y hebreo) hay forma sensata de relacionar esas dos palabras con el conejo. Cuando se entere, quizá el doctor Junqueras opte por actualizar sus bromas sobre Hispania, cambiando la base de su chiste –tan vieja que es del siglo XVII- por esta de las costas, conocida desde 1996. Tiene la obvia desventaja, eso sí, de que no permite decir payasadas con tanta facilidad. Y aún hay un par o tres de propuestas más, ninguna de las cuales trata de conejos.
Santos sádicos
El segundo caso de, cómo decirlo, desenvoltura académica lo leo en un reciente artículo de Jaime Botín-Sanz de Sautuola y García de los Ríos, nieto, hijo y hermano de Emilios Botín. Banquero de siempre y primer accionista de una próspera entidad financiera, prefiere presentarse en El País a sus lectores con el modesto marbete de “alumno de la Escuela de Filosofía”. Un rótulo que, no obstante su aire snob, es, si bien se mira, selecto y refinado en su modestia, como apreciará todo lector de buena crianza. En la dicha escuela debe ser veterano, a juzgar por el tiempo que lleva en el uso de ese membrete.
El caso es parecido al del chusco que inventaba frases de Marx, solo que en este caso la cita supuesta es del gran Aquino, a quién el alumno Botín hace decir cómo,en el paraíso, “los bienaventurados disfrutan, además de la visión betífica (de Dios), del placer añadido de otra visión muy distinta: la de los condenados sufriendo en el fuego eterno”. O sea, que el paraíso es para sádicos. Lo que esto tiene de raro es que el dominico dijo lo contrario: los beatos ven el dolor de los réprobos, cosa necesaria para contemplar a Dios en tanto que ser de suma justicia que castiga a los malos; pero “videtur quod beati non laetentur de poenis impiorum”: no parece que los santos disfruten con las penas de los impíos. Y para rematar, lo reitera: “Non laetabuntur de miseriis damnatorum”: no gozarán con las miserias de los condenados.
En descargo del señor Botín aboga su calidad de alumno filósofo, en la que le conviene perseverar. El doctor Junqueras tiene, claramente, peor defensa.