Castigo / Christian G. Toledo

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Por Christian G. Toledo

    En estas fechas de efervescencia premundialista me permitiré recurrir a un símil futbolero para ilustrar, según yo lo veo, el terremoto político surgido tras las elecciones europeas del pasado 25 de mayo.

    Imagínense que en un país cualquiera hubiera dos grandes equipos de fútbol, ricos y poderosos. Eternos rivales que se necesitaran para salvaguardar un pastel repartido prácticamente a medias sin posibilidad de atribuciones más equitativas. Si de vez en cuando algún equipo modesto osaraplantarles cara, al año siguiente los dos colososintentarían reforzarse económicamente con el fin de quitarle los mejores jugadores y dejar su impertinencia en mera anécdota.

    Paralelamente, la irrupción de un partico político minoritario en el césped político español que de la noche a la mañana comienza a cosechar votos y escaños, era visto hasta ahora por los dos gigantes, PP y PSOE, como un fastidio de tipo folclórico, un mero rasguño, una mosca cojonera que revoloteará un rato antes de acabar aplastada.

    De la misma manera que los aficionados al fútbol siguen sosteniendo con sus entradas y abonos televisivos el circo organizado por los dos grandes equipos de ese país imaginario, el electorado español de los años ochenta a esta parte ha venido votando para mantener en el poder alternativamente a uno o a otro, aun sabiendo que los casos de corrupción, nepotismo, malversación y cuentas poco claras son moneda de cambio habitual en cada legislatura, un mal endémico de nuestro sistema político (y, curiosamente, también del fútbol).

    Los resultados de las pasadas elecciones europeas, más que un pequeño disgusto pasajero, son una llamada de atención por parte de una ciudadanía hastiada de soportar año tras año los mismos atropellos, las mismas mentiras. Un castigo, en definitiva que hoy puede ser tan sólo una grieta, pero que puede acabar siendo un boquete que haga tambalearse todo el edificio.

    ¿Se imaginan ustedes qué ocurriría si la suma de los escaños de los partidos emergentes tuviera la llave de la gobernabilidad del país?¿Se imaginan qué ocurriría si, como parece ser, las generaciones jóvenes votan sin complejosa partidos verdes, alternativos, de izquierdas? ¿La derecha de la derecha, esa bestia atada en corto y fuera de los focos, volvería a rugir?

    Si los tiempos han cambiado y se imponen las políticas de consenso, la honestidad y el respeto al ciudadano, ¿se adaptarán los dos grandes equipos a estas nuevas reglas? ¿Hasta cuándo sus seguidores seguirán aplaudiéndoles?

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