Hechos cotidianos que nos alteran la vida / Jorge Álvarez

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 Por Jorge Álvarez

Amigo lector de El Pollo Urbano le voy a dar una lista de cosas que nos ocurren

a casi todos los mortales. No son tan importantes como para formar parte de

las Leyes de Murphy pero… Mire, cuando esté harto de esperar al ómnibus tras

permanecer unos 35 minutos en el rayo del sol, con sed como si se hubiera

comido unos 100 gramos de anchoas en salmuera y sus pies le parezcan de

mármol de Carrara por lo que le pesan sólo tiene que prender un cigarrillo,

aunque usted no fume, y al instante aparecerán dos ómnibus, no uno, de la

línea que esperaba. No falla nunca.

Como tampoco si pidió turno, por teléfono, a la secretaria de un médico y casi

al borde del llanto lo obtuvo para dentro de 12 días. Al momento de

concretarse la cita con el profesional puede, y pasa, lo siguiente: (a) el doctor

se va a demorar porque está en una cirugía y (b) el doctor no atiente porque

está en un congreso en Viena, Austria. Si usted estima que no morirá en el

consultorio pida otro turno…

O llega, sudando como testigo falso en un juicio oral, al negocio por una

reparadora gaseosa o jugo. Le toca el turno y el vendedor le informa que se

quedó sin sorbetes y recibirá una partida mañana. Entonces se compra la caja

del puto jugo. Pelea con la tapa a rosca que parece estar cementada. Y la logra

abrir en el instante que se salpicó el costado derecho del tórax y en un par de

minutos será atacado por un grupete de moscas.

Ahora trate de comprar una tarjeta de telefonía para hablar a su sobrino que

vive en Berlín. Las monedas no le alcanzarán nunca y sólo tendrá billetes de

100 euros en la billetera. Y si le reciben sin chistar el dinero habrá de todas las

tarjetas excepto la suya. ¿Alguna vez le ganó a un sachet de champú o de

crema enjuague? No, no le creo ni aunque me lo jure. Tienen una pequeña

muesca en el costado superior y la leyenda «tire» o «abra aquí». Pero es inútil.

Se está bañando, le quieren salir los ojos de las órbitas de la fuerza que hace y

nada. Entonces se acuerda de la madre del que creó estos adminículos infames

y promete acordarse de llevar una tijera la próxima vez.

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