Amigo lector de El Pollo Urbano le voy a dar una lista de cosas que nos ocurren
a casi todos los mortales. No son tan importantes como para formar parte de
las Leyes de Murphy pero… Mire, cuando esté harto de esperar al ómnibus tras
permanecer unos 35 minutos en el rayo del sol, con sed como si se hubiera
comido unos 100 gramos de anchoas en salmuera y sus pies le parezcan de
mármol de Carrara por lo que le pesan sólo tiene que prender un cigarrillo,
aunque usted no fume, y al instante aparecerán dos ómnibus, no uno, de la
línea que esperaba. No falla nunca.
Como tampoco si pidió turno, por teléfono, a la secretaria de un médico y casi
al borde del llanto lo obtuvo para dentro de 12 días. Al momento de
concretarse la cita con el profesional puede, y pasa, lo siguiente: (a) el doctor
se va a demorar porque está en una cirugía y (b) el doctor no atiente porque
está en un congreso en Viena, Austria. Si usted estima que no morirá en el
consultorio pida otro turno…
O llega, sudando como testigo falso en un juicio oral, al negocio por una
reparadora gaseosa o jugo. Le toca el turno y el vendedor le informa que se
quedó sin sorbetes y recibirá una partida mañana. Entonces se compra la caja
del puto jugo. Pelea con la tapa a rosca que parece estar cementada. Y la logra
abrir en el instante que se salpicó el costado derecho del tórax y en un par de
minutos será atacado por un grupete de moscas.
Ahora trate de comprar una tarjeta de telefonía para hablar a su sobrino que
vive en Berlín. Las monedas no le alcanzarán nunca y sólo tendrá billetes de
100 euros en la billetera. Y si le reciben sin chistar el dinero habrá de todas las
tarjetas excepto la suya. ¿Alguna vez le ganó a un sachet de champú o de
crema enjuague? No, no le creo ni aunque me lo jure. Tienen una pequeña
muesca en el costado superior y la leyenda «tire» o «abra aquí». Pero es inútil.
Se está bañando, le quieren salir los ojos de las órbitas de la fuerza que hace y
nada. Entonces se acuerda de la madre del que creó estos adminículos infames
y promete acordarse de llevar una tijera la próxima vez.