Más bombas Sr. Mas / Antonio Burgos

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Por Antonio Burgos

    Cádiz es una mujer que cada día está más joven. No pasan los miles de años por ella. Ahora ha atrasado el reloj doscientos años. Se le había recién acabado la celebración del Bicentenario de La Pepa, y como se sentía guapa con su disfraz de Lola la Piconera y con la obertura «1812» de Tchaikovsky metida en el popurrí al compás del tres por cuatro, ha decidido continuar celebrando aquellos fastos, gracias a «Convergencia y Unión y la leche que mamó» (cuarteto).

   Cádiz, señores, para que se enteren, ha vuelto a ser Cuna de la Libertad. De la libertad de los españoles frente a los separatistas catalanes que no quieren serlo.

— Pó peó pá ellos y mejón pá Cai…

   Cádiz ha vuelto a ser, como tras la invasión de los franceses en 1808, el reducto de la libertad, de la Constitución y de la soberanía nacional. Esta vez no ha hecho falta que la Junta Suprema se traslade allí desde Sevilla. Esta vez se ha trasladado allí nada menos que la propia esencia de España, representada en su bandera nacional; en la Armada de «en Lepanto la Victoria y la muerte en Trafalgar»; y en la propia Institución de la Corona que simboliza todos estos valores, encarnada en Su Majestad La Reina Doña Sofía. Y de mantilla.

    Leerían ayer en la portada de ABC: «Cádiz acoge el homenaje a la Armada que despreció CiU».

    Entristece esta España en la que tras la bajada de pantalones de Zapatero con los catalanes y su Estatuto, y ahora, ante el don tancredismo del Gobierno de Rajoy, que a pesar de que le dimos la mayoría absoluta para que pusiera los escaños sobre la mesa va de Belinda con el separatismo en plena sedición.

    Por menos, la II República les mandó al Ejército. Y vemos, ay, como lo más normal del mundo que una ciudad que no quiere ser España se niegue a recibir a la Armada, para que la Reina entregue nuestra gloriosa Bandera a su nuevo buque insignia, el «Juan Carlos I». Me alegra por Cádiz, pero España cada vez me da más penita. Y no estoy hablando de sus Fuerzas Armadas. Si los españoles estamos tragando, ¡anda que los militares, los marinos y los aviadores no están teniendo que tragar ná, disciplinadamente! ¿Usted cree que es de recibo que nada menos que la Armada, la que tiene como Almirante supremo al Rey de Todos los Españoles, ande por ahí mendigando a las ciudades que le dejen su puerto? ¿Es que Barcelona es acaso un puerto extranjero, donde la Armada ha de pedir permiso de atraque?

— ¿Me deja usted que atraque el buque un momento en el muelle para la entrega de la bandera? Aunque sea en doble fila, un ratito de nada y nos vamos…

— Esa bandera, ¿es la estelada?

— No, es la gloriosa bandera de España. Pero es llegar la Reina, bendecirla el vicario, recogerla el comandante rodilla izquierda en tierra, izarla, tocarle la Marcha Real y ya está. Zarpamos inmediatamente, no se preocupe, antes de que pasen las dos horas de la zona azul…

    ¿Por qué le hemos de pedir vergonzantemente permiso a los separatistas de CiU para ir a España? ¿Es que aquello es como Gibraltar? Si hay que hacer el acto en Barcelona, como se hizo siempre, se hace y punto. Para eso están tres cosas que se están perdiendo: la autoridad del Gobierno, la legitimidad del Estado de Derecho y el orgullo de España. Pero, nada, la Libertad tuvo que recluirse en su Cuna. Con las bombas de los fanfarrones se hacían las gaditanas tirabuzones. Con las bajadas de pantalones del Gobierno ante el separatismo hace Cádiz nada menos que España. Como en el viejo tango («Al grito de Viva España, desde los muros de está ciudad»), así ahora: «Dotación, ¡Viva España!». Más bombas, señor Mas, que Cádiz está orgullosa de estas convidás a Patria que recibe cuando usted las desprecia. Y hasta como plato de segunda mesa está muy honrada con seguir siendo España.

Fuente:

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO

ABC, 18 de septiembre de 2013

 

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