Lluvia de estrellas / Dionisio Sánchez


Por
Dionisio Sánchez
Director del Pollo Urbano
dionisio@elpollourbano.net

Con cuánto cariño recuerdo la gran temporada teatral que vivimos actuando semana tras semana en el cabaré El Oasis con una suerte de espectáculo genial que se llamó genéricamente “Lluvia de estrellas”.

 

Era por aquel entonces alcalde de Zaragoza Antonio González Triviño. Él y su teniente de alcalde de Urbanismo, Luis García Nieto, formaban un todopoderoso tandem que jamás creímos volver a ver. Sucedían en aquellos tiempos en la ciudad cosas prodigiosas, dignas del mejor Macondo marquezeño, pero con cierzo. Y los artistas del teatro nos dedicábamos a lo nuestro, a recorrer los pueblos actuando encima de remolques y a soñar con un desconchado retrete que hiciera las veces de camerino. Como se pueden imaginar, había mucho ladrillo, operaciones de “mesa camillas” y hasta los mal pensados decían que, por las noches, el alcalde siempre ganaba al póker y los retorcidos aseguraban que no se trataba de un gran jugador, sino que era una manera de cobrar las comisiones. Circulaba la pasta pero, como siempre, para la “cultura” no había un puñetero duro.

Pero esa situación de miseria y ruina no impedía que algunos artistas hiciéramos del teatro una manera de denunciar los abusos del poder. Por cierto, asunto este que no lo han enseñado jamás los que, un tiempo después, se pusieron a mamar de la borrega diciendo que eran artistas, profesores y catedráticos de la nómina artística roja en general.

A lo que íbamos. Cada semana, un elenco variable de doce o catorce actores y actrices armábamos un espectáculo incidiendo en las chapuzas que, ineludiblemente, cometían los virgueros ediles institucionales. La fórmula era sencilla para nosotros. Se trataba de un cabaré montado a base de “esqueches” (algunos pasaron a la pequeña historia urbana). Los políticos, al principio, acudían y se tronchaban de ellos mismos, ya que eran novatos y todavía no habían descubierto eso de “la imagen”. La gente se despiporraba a su lado y, por momentos, comenzaron a darse cuenta de que, en realidad, nosotros, y el público, nos estábamos deshuevando de ellos. Y eso no podia ser. Ellos habían sido elegidos por el pueblo y una chusma de titiriteros no podían hacerles burla….Ahí fue donde algunos lumbreras llegaron a la conclusión de que el teatro era un peligro en según qué manos.

Así, pues, se pusieron manos a la obra. La gente de la izquierda aburrida ya sabía (porque lo había experimentado en sus carnes) que un tocho de obra clásica llena de cántaros y adobada de tres o cuatro alusiones al “general”, provocaba el aplauso de la militancia que, eso sí, acudía al teatro uniformada. No de traje sino de mente.

Es decir, el teatro –la palabra en esencia- sirvió con don Paco para hacer guiños y dar moral a la militancia roja, por un lado, y en otras manos podía poner a parir a la izquierda institucional ya en el poder y, encima, a base de carcajadas, por otro lado. La cosa, pues, estaba clara: había que apoderarse de ese instrumento de guerra y desternille, ya que para hacerlo estallar tan solo hacía falta tener algo que decir contra el poder, dos huevos y un par de litros de cubata (que era lo que cobrábamos por cabeza).

Y así se hizo. Cuatro malos actores y un memo (todos ellos apalancados en la asamblea de cultura de Zaragoza) se montaron la escuela municipal de teatro. ¡Y van a jubilarse habiendo vivido del mochuelo y sin dar palo al agua! Pero esto, en realidad, no es lo malo. Total, hay tantos cobrando de la simpatía o del carné que ¡pa qué!….. Lo malo de verdad es que han sedado a un montón de generaciones de chicos y chicas que se han creído que hacer teatro es hacer el gilipollas sobre un escenario, contando melonadas que a nadie le interesan y, si pudiera ser, por favor, aspirar a pasar hambre de castin en castin en Madrid.

En fin, ganas me dan de retomar el grupo, encontrar una sala que apueste por el reto y volver a mojarnos con las estrellas zaragozanas para poner a caldo –artísticamente, eso sí- a los déspotas habitantes de ese apestoso circo que tenemos en el ayuntamiento con Gabi Beloki, Fofó Gimenoti y Miliki Jeromín y el coro de palmeros que dicen que se tapan las narices pero que bien cobijados andan bajo la carpa mientras la gente se desespera de impotencia y de rabia al verlos disfrutar sin pudor con la comedia que están representando

Bueno, amigos, compañeros y camaradas. ¡A caballo! ¡Yihiiii! ¡Salud!

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