El lío del montepío / Dionisio Sánchez

  
Por
Dionisio Sánchez
Director del Pollo Urbano
dionisio@elpollourbano.net

 

    Cuando las cosas vienen mal dadas es cuando se demuestra la eficacia y la consolidación de los sistemas políticos. Desde luego, ahora mismo, la democracia española hace aguas por todas sus costuras porque su clase dirigente no quiere reconocer la verbena en la que estuvieron embarcados últimamente.

    Qué poco nos cuesta recordar a los zaragozanos las farras del 2008 –hace apenas cuatro días o, mejor, cuatro años- cuando todo eran risas y se tiraba la casa de cartón-piedra, que no teníamos, por la ventana del decorado que sí teníamos, y que era un horizonte enorme enmarcado entre la nada y el secano y que ni siquiera hemos sabido disimular con alguna humilde palmera datilera en lugar de aquella ridícula plantación millonaria de olivos acuáticos.

    Todos a una: izquierda, derecha, sindicatos, ecologistas de botijo de barro sin cocer, asociaciones y curas, artistas y militares, gobierno y oposición estaban entusiasmados con el lío. Daba igual que los ocho millones de visitantes diarios (algunos días incluso más) fueran una filfa numérica patrocinada por el mismísimo Jeromín de las Graveras. Aquí se tragaba con todo porque cuando la pasta fluye abundante, ni el Nilo se desborda y la nieve ¡hasta arde! Y se dieron medallas y acudieron enanos y cabezudos y se pusieron medallas. Y en las orillas del Ebro se gastaban inconmensurables cantidades de pasta en fuegos fatuos y guateques de catetos recién enriquecidos por un dinero fantasma. Daba igual que algún tonto se pusiera a gafear recordando lo ocurrido en Sevilla con los vómitos y mareos que sufrieron tras su Expo Universal (que aquella, al menos, sí lo era). Nosotros, todos los aragoneses y, ¡cómo no!, los zaragozanos, con sus autoridades al frente, sabríamos cortarle el lomo a la anguila del despilfarro “ …digamos que necesario si se quiere hacer de Zaragoza una ciudad de primer nivel…” –según argumentaba algún mamón al que nunca le ha faltado no una nómina, sino dos.

   Bien, amigos y camaradas: pues, en apenas cuatro años, la nieve ardió y el Nilo enganchó un desborde de mil pares de cojones. Bien es verdad que el suceso no lo hemos provocado directamente nosotros aunque, seguro, colaboramos con tesón. Aquí, a Aragón y a Zaragoza, llega la correspondiente riada y, al mirar las ruinas humeantes que del pasado jolgorio han quedado asentadas a la orilla de nuestro humilde, contaminado y dragado río, dan ganas de llorar y buscar algún euro por entre los hormigones y estructuras que se van descomponiendo. Pero lo curioso, lo cachondo y lo auténticamente español es que, en este llanto, ya no hay unanimidad tal y como ocurrió con la parranda anterior. Nada hay al unísono. Ahora solo hay culpables: hijos de puta que nos mintieron y se lo gastaron todo e hijos de puta que aseguran que ellos no estaban en la jarana y que ahora han heredado un lío del montepío que hay que pagar. Y lo único seguro, lo juro por Dios, es que tendremos que apoquinar la juerga los que, casi con toda seguridad, solo éramos los que entrábamos a la feria todos los días, eso sí, sin desembolsar la entrada porque había que hacer patria y bulto para que le salieran las cuentas al Jeromín de los cojones.

   Y en esta partida , amigos, compañeros  y camaradas, da igual la Expo de Zaragoza que el asalto a las Cajas que la gratuidad a espuertas que los Campus a millares o la enormidad cancerosa en que se ha convertido la función pública utilizada generosamente para acceso partidista, por no hablar de la trincada a la que se entregan patronal y sindicatos cuando se menciona la mágica “formación”.

    La bulla se ha terminado y aquí se nos queda, sin culpables por haber sido ellos sus principales actores, el gran lío del montepío para los que solo cometimos el error de entrar de gorra al espectáculo y que ahora hemos de sufragarlo íntegramente. Amigos, compañeros y camaradas: ¡A caballo! ¡Yihiii! ¡Salud!

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