Por Cristina Marín Chaves.
Geóloga/petróloga especialista en restauración
Este mes de marzo vamos a volver a celebrar el Día Internacional de la Mujer. Sin más. Lo de trabajadora se sobreentiende.
En la Asociación de Artistas Plásticos Goya Aragón se inaugurará, además, una exposición sobre las olvidadas e ignoradas a través de la Historia hasta nuestros días, poniendo el acento en aquellas mujeres que la Historia, escrita por hombres, ha procurado borrar o, cuando menos, velar. Hace poco, también se celebró el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Y os aseguro que eso sí que ha sido un drama para las mujeres. Si ya de por sí no se nos ha permitido pensar, ya no hablemos de dedicarnos -o destacar- en los diversos campos científico-tecnológicos, de amplia raigambre masculina, incluso hoy en día.
Buceando un poco en las estadísticas, encontramos que en España, y según datos del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, el 54,4% de los estudiantes universitarios son mujeres, e incluso este porcentaje sube ligeramente entre la población egresada (57,3%). A priori es para congratularse. Sin embargo, si profundizamos un poco más, apreciamos las primeras diferencias claras: Atendiendo a las distintas ramas de conocimiento, se observa una proporción de hombres muy superior a la de mujeres (74,1% son hombres) en la de ingeniería y arquitectura. Esta distribución se invierte en Artes y Humanidades, donde el porcentaje de mujeres sube hasta el 61,5% y, afortunadamente, en Ciencias de la salud, rama en la que las mujeres tienen una presencia muy superior a la de los hombres (30,3% son hombres).
Visto así, el futuro parece ser de las mujeres, salvo en el campo científico-tecnológico, donde aún queda mucho camino por recorrer. Pero, ¿qué pasa con el presente? Si atendemos a los mismos datos del ministerio, ya sólo el 39,9% del personal docente son mujeres, y entre los catedráticos de universidad, el 79,3% son hombres. Por rama, las mujeres siguen teniendo mayor presencia en artes y humanidades (47,6% mujeres, aún por debajo del 50%) frente a ingeniería y arquitectura, donde sólo el 20,6% son profesoras.
Esta situación no es exclusiva de España. A nivel mundial, y según datos de la Unesco en el Atlas mundial de la igualdad de género en la educación, en los últimos cuarenta años el número de las matriculadas en estudios superiores crece al doble de velocidad que el de hombres. No obstante, esto no siempre se traduce en una mejora de sus oportunidades profesionales, sobre todo en cuanto a la posibilidad de dedicarse a la investigación después de obtener el doctorado. Y de nuevo se aprecian sensibles diferencias entre los sexos en función del campo de estudio, y así los graduados en ingeniería, industria y construcción son mayoritariamente varones en los 84 países de los que hay datos.
Lo mismo pasa con la investigación profesional, donde es claro el predominio de los hombres. Para que os hagáis una idea, permitidme que os hable de una amiga, Emmanuelle Vennin. Ella es una geóloga francesa con la que mantengo amistad desde hace más de veinticinco años. Es tan excelente persona como trabajadora. Lleva más de veinte años recorriendo el mundo investigando posibles yacimientos petrolíferos y es –y de esto me enteré hace unos días-la primera mujer catedrática de Geología en Francia, plaza que, además, obtuvo con solo treinta y siete años. Sin embrago, su propia peripecia vital casi no le ha permitido, como a muchas mujeres, darse la importancia que en realidad merece.
Y rebuscando en nuestro pasado nos encontramos con multitud de mujeres de la mayoría de las cuales sus nombres no nos resultan conocidos, pero que fueron determinante en sus respectivas disciplinas científicas. Algunas sí han pasado a la Historia, y hasta han tenido película propia, como Hypatia (Ágora, 2009), Hildergarde von Bingen (Visiones, 2013) o las matemáticas Katherine Johnson y Dorothy Vaughan y la ingeniera Mary Jackson en la nominada a los Óscar Figuras ocultas (2016).
Las mujeres han reclamado su sitio en la Historia de la Ciencia desde antiguo, Además de Hypathia, se conoce el nombre de la pitagórica, Teano de Crotona (Siglo VI a.C.), Agnódice (Siglo IV a.C.), la primera ginecóloga, o María la Judía, alquimista que vivió hacia el siglo II aproximadamente.
Pero no ha sido un camino fácil. En demasiadas ocasiones la comunidad científica ha hecho oídos sordos de los trabajos de estas mujeres, cuando no han tenido que hacerlo a la sombra de sus compañeros, que fueron los que normalmente se llevaban los premios, incluso los Nobel, como fue el caso de Rosalind Franklin (1920-1958), investigadora del ADN, o Lise Meitner (1878-1968) por la fisión nuclear (aunque en este caso, Otto Hahn sí que la mencionó al recoger el premio)
Muchas de la científicas que conocemos han podido dedicarse a sus respectivas disciplinas apoyadas por sus padres, hermanos o esposos, Sin embargo, este apoyo a veces las ha eclipsado, como a Irène Joliot-Curie (1897-1956), hija de Marie y Pierre Curie, y que fue también galardonada con el Nobel de Química con menos de 40 años, pero de eso casi nadie se acuerda, igual que de sus postulados feministas.
Este posicionamiento feminista ha también sido determinante en la carrera de otras mujeres de ciencia, como Maria Mitchell (1818-1889), astrónoma cuáquera que estuvo comprometida con la causa antiesclavista y con los derechos de las mujeres o la matemática Sofya Kovalevskaya (1850-1891).
También está el caso de Virginia Apgar, quien da nombre al test que se les realiza a los neonatos y que tantas vidas ha salvado. En su caso, y a pesar de sufrir en su propia piel la discriminación de sexos en el campo de la ciencia y la medicina, esta luchadora incansable nunca se alineó con ninguna formación feminista. Su manera de cambiar el mundo era simplemente continuar trabajando.
En esta España de tradición casposa en materia científica hemos podido, no obstante, dar grandes nombres femeninos a las ciencias, como la matemática Assumpció Català (1925-2009), la primera mujer en obtener un doctorado en matemáticas en la Universidad de Barcelona, Ángela Ruiz Robles (1895-1975) conocida por patentar un artilugio que pretendía ser una suerte de libro mecánico que sería el primer precedente del ebook, Carmina Virgili (1927-2014), geóloga, que fue secretaria de Estado de Universidades e Investigación en el primer gobierno presidido por Felipe González, o la también geóloga Rosa María Esbert (1942-2011), precursora de los estudios de petrología aplicada a restauración en España.
Son muchos más los nombres de mujeres, algunas de vidas insólitas como Elena de Céspedes (1546-1588), que han contribuido con su inteligencia al desarrollo de la ciencia, la tecnología, o con inventos sin los cuales no concebiríamos nuestra actual existencia. Poco a poco iremos desgranando sus vidas y sus obras.