Alfredo Saldaña: La acción es el frío


Por Jesús Soria Caro

     Alfredo Saldaña propone en su pensamiento filosófico (cargado de silencios y metáforas poéticas) una relectura de la Historia, esa que se escribe con mayúsculas porque ha creado un relato de dominación sobre otras realidades…

…a las que se consideró inferiores y a las que se sometió a nuestro modelo occidental de poder. Se nos propone realizar una mirada que se sitúe fuera de su centro, que anide en todas aquellas verdades que han sido acalladas por lo establecido, por un modelo social neoliberal en el que la economía, el desarrollo tecnológico y su uso como unificador de verdades mediante la globalización con sus imposiciones económicas y culturales han debilitado a las “otras” realidades identitarias, eliminando las diferencias culturales, sociales y acallando otras lecturas más libres de la vida. Es fundamental desaprender nuestros esquemas de interpretación de lo real, estos son formas ordenadoras que han instaurado un modelo social, moral, cultural. Es necesario lograr abrirse a otras lecturas de ese centro excluyente de otras posibilidades diferentes a aquellas que han fijado los centros de una verdad unificadora y segregadora de otras miradas más libres o más ajenas a nuestro sistema racional, instrumental, esclavizador mediante las rentabilidades económicas, la utilidad de las cosas, colonizador de la verdad mediante el poder global de la tecnología y la información. Un mundo de progreso, pero que se olvida de la dimensión de un yo libre, más humano y menos determinado por lo que produce o posee. Un ser que no debería ser una pieza más en el engranaje de la racionalidad instrumental, aquella que entiende que todo en la vida debe servir para algo. La belleza, el amor y la libertad no sirven para nada (en el sentido de la rentabilidad de producción material) pero todos las necesitamos para saborear la existencia y dar sentido a las cosas.

      No solo hay que recuperar las otras miradas culturales, sino que cada individuo debería encontrar una voz que le diferencie de ese coro de lo compartido, de la verdad común insertada desde lo cultural, lo social y sus construcciones de dominio sobre su verdadero ser libre, aquel que anida fuera de esas zonas comunes que anulan al verdadero yo, que silencian los resquicios de su voluntad no dirigida desde los influjos de lo enseñado y lo heredado. Es un yo otro, afirmado en una alteridad que poseía en sí mismo de manera innata antes de convertirse en un yo-social, debería recuperar así su liberadora otra voz pre-moral, pre-civilizada, pre-identidad. Hay, como afirma el poeta Roberto Juarroz, que desaprender, deformar, desemantizar, descreer, desactivar dichas ideologías y centros de verdad: “Desbautizar el mundo,/sacrificar el nombre de las cosas/para ganar su presencia”. La palabra es parte del edificio del pensamiento, sus puertas cierran la verdad en los muros de un sistema de lectura que limita y anula otras lecturas de lo real. La verdad es infinita y no puede ser contenida en un edificio cerrado. Por eso el nombre de las cosas, como nos dice Juarroz, es el límite cerrado de la palabra que se encierra en el límite de lo que se puede pensar, de cómo se puede o no vivir o leer la vida, por eso hay que desbautizar el mundo, romper las definiciones que nos atan a una interpretación cerrada. Debemos derrumbar el edificio de la palabra, sus interiores de realidad dirigida, anulada, suplantada, unificada…

    La acción es el frío, que como toda su obra poética traza un camino de ida y vuelta hacia el pensamiento poético de sus ensayos, es un paso más en la obra de poeta hacia la búsqueda del yo que camina en la dirección hacia una mirada que requiere una contraescritura hacia otras lecturas más libres de la realidad. Se viaja a través del desierto de la verdad, siguiendo una contra-dirección. En este poemario hay además un sentido existencial, ya que se vislumbra lo vital como un camino hacia esa otredad que dejamos de ser, porque cada paso en el tiempo implica el alejamiento de nuestro yo, de su identidad del ayer, porque esta es un paso sobre el dejar lo que somos para marchar hacia quienes seremos, para finalmente llegar al no ser. Somos caminantes y también camino, nos recorremos en ese viaje por la identidad, siempre en construcción o en deconstrucción, en transformación hacia nuestra mejor otredad:

 

Vivir es abandonarse […]

y sin regreso, liberarse

de la biografía al desertar

de ese país imaginario

que es el pasado, soltar lastre,

vencer la gravedad al tocar la luz (Saldaña, 2023: 19).

 

      “Invierno” propone diluir la identidad en la corriente, dejar de ser en la nada para ser una brizna de aire, un rayo de sol sobre una hoja, un haz de luz sobre la hierba, la gota del río que va a evaporarse. Es el viaje al centro de la nada, a su origen que sostiene el todo. El fin es el trayecto hacia el origen, el lugar de la muerte, del no ser, el lugar anterior del que provenimos antes de nacer:

Encaramarse a lo alto

de una rama escrita sobre el agua

y dejarse arrastrar con ella

por la corriente […]

seguir el curso del manantial

hacia la desembocadura

para encontrar el lugar

en donde sea posible

que hasta el centro.

se sostenga en un vacío. (Saldaña, 2023: 29).

     “Contradicción” nos recuerda que al mirarse en el espejo de la alteridad podemos ver cómo en el cuerpo de lo visible late el corazón de lo invisible, imagen que conecta con la idea de lo oculto a la percepción, esa realidad invisible, imperceptible al ojo de la razón. Esta, como afirmaban Coleridge y Wordsworth, es vista con el ojo interior, con el de la imaginación:

Salir de uno como si se entrara

en el interior de un recinto

amurallado por la luz,

percibir que lo visible

es una carencia

o una tara de lo invisible,

la metáfora imperfecta que oculta

el corazón de otra aseidad.

 

Ser la señal que no es […]

Si todo fuese afuera,

¿habría ahí lugar para el adentro? (Saldaña, 2023: 35-36).

 

     ¿Quién es el yo? ¿Cuál es piel interna de su otredad? ¿Dónde es posible desnudar su piel de subjetividad aprisionada en la ilusión de la identidad para que quede así el otro que sin ser somos? ¿Ha sido nuestra verdad borrada? Todo el poemario es metaliteratura del existir, o “metaexistencia” del lenguaje; ya que se nombra desde los límites del lenguaje los del existir. El silencio es la epidermis de la idea, de allí surge la verdad otra, de sus sustratos que “sudoran” su vacío, que respiran la ausencia de lo indecible. El sentido es la piel externa, pero se ansía alcanzar aquello que queda más allá del lenguaje, que subyace en sus profundidades, en el interior del cuerpo del lenguaje, en lo más abisal de su organismo:

Las ideas que están ahí,

ahí mismo, ahí detrás,

sin dejarse ver, desplazadas

hacia los arrabales de la historia,

amenazadas por la hoja afilada de un facón,

las ideas que están ahí,

a la vuelta de la esquina,

enterradas baja el lodo del tiempo (Saldaña, 2023: 43)

     Desnudarse de la piel del lenguaje del yo, dar la espalda formas, acceder al vacío del ego, a su voz otra, al centro de la nada que habita en esa “pre-forma”. Es un viaje de retorno al final que es nuestro origen. Todo esto se alcanza con una expresión de alta potencia filosófica con reminiscencias platónicas al mito caverna:

Borrar la mirada

y cegarse por la claridad

que respira bajo la superficie

para logar que las cosas

escapen de la cárcel

de sus palabras…(Saldaña, 2023: 44).

    “Salvar la nada” habla de reb(v)elarse en(contra) todo. Ambas ideas, el todo y la nada están juntas, la una como antagónica de la otra. Son las dos caras del mismo vacío. La nada es el silencio anterior al ser, el todo el destino inmaterial del no ser. Este poema abraza ambos conceptos antagónicos. Nos lanza hacia una sugerente aporía, un mar de cosmogonía en el que navegar su universo de misterio:

Dar y sustraer

cuerpo a la palabra,

otorgar y restar sentido,

alterar su temperatura

al trocear su corazón

en mil pedazos […]

Una palabra que sirva

para desordenar la realidad

o rozar la contingencia

de lo imposible,

para amparar

la lucidez devastadora

de la soledad,

para romper el todo

y así también

salvar la nada. (Saldaña, 2023: 54).

     “Una ramita”, hermoso poema simbólico de estética japonesa, haiku., presenta simbólicamente el silencio como un pájaro refugiado del frío, siendo esta sensación térmica, que forma parte del título del poemario, una metáfora recurrente que representa la muerte del ego, su ausencia absoluta y su libertad alcanzada donde el silencio es la nada; la necesidad de acceder a ese vacío trascendental:

Si el viento

atravesara

un lugar hueco,

sería el silencio

y no el miedo

o la palabra miedo

lo que se oiría.

 

Ahí

en el yermo

ilimitado y blanco

del vacío,

sobre una ramita

a punto de quebrarse

por el peso de la nieve,

donde no hay nada

y es posible

hallarlo todo… (Saldaña, 2023: 59).

     En esa renuncia de las verdades definitivas, de las máscaras de la identidad que reflejan quienes no somos, podemos ser una otredad más libre, pero se debe auscultar el silencio, la palabra que desde la ausencia diga lo indecible, cuestionar los límites de lo pensable:

Arder en el silencio de la elipsis,

sofocar su violenta ausencia

y su insoportable temperatura […].

Habrá que seguir abismándonse […]

hasta dar con la palabra sin palabra

que franquee la última puerta (Saldaña, 2023: 61).

     La acción es el frío, cuyo título podría entenderse como un oxímoron poético, habla del frío en el que arde el desierto de la otredad. Es la búsqueda mística de un no-lugar, una itinerancia por aquellos caminos libres de lo impuesto, de la construcción fijada con la que hemos creado nuestro relato de la realidad. Falta, como Prometeo, robar a los dioses de la verdad, el fuego de la libertad. La piel del incendio que habita en el interior del frío que es también la de la palabra, donde late otra identidad, el corazón de los otros significados que llevan a otros caminos más libres de nuestra alteridad. El yo es el otro, somos todo aquello que podríamos ser. Se debe transitar ese desierto, enfrentarnos a nuestro vacío, caminar ese interior en el que no hay nada, alcanzar así la iluminación del desierto, su fuego de la verdad, el hielo del silencio., la cálida respuesta del frío del viaje a la alteridad.

La acción es el frío, Zaragoza, Olifante, 2023.

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