De Herat al Ara (Capitulo VIll)


Por Gonzalo del Campo

    El título que recoge estos poemas y artículos “De Herat al Ara”, son una mezcla de realidad y ficción. Abarca un periodo de más de quince años.

    Aunque el eje vertebrador de esta selección esté cercano a la guerra o los conflictos, abarca también otros muchos  temas. Desde el año 2003, en un programa de radio llamado “La Máquina de Escribir” que, a día de hoy, se sigue emitiendo en Radio Sobrarbe, he ido desgranando estas reflexiones sobre asuntos que he considerado de interés o relevantes para escribir sobre ellos. Aunque puede parecer un cajón desastre en su temática, hay  un hilo conductor, que consiste en el punto de vista crítico que adoptan la mayor parte de los textos. Herat representa la parte más cercana a esa guerra permanente en la estamos inmersos desde hace mucho tiempo. Ara es el nombre del último río virgen del Pirineo, que tantas veces he paseado y disfrutado. En lo referente  a los textos sobre la guerra, que aquí se presentan, abarcan desde un año antes de la Guerra de Irak. Aparecen otros artículos relacionados con la Iglesia, los viajes, la literatura…

     Espero que puestos en el contexto en que fueron concebidos y escritos, puedan resultar de interés a los posibles lectores.

JUBILACIONES

Por la noche, el sueño nos jubila de lo cotidiano.

Qué júbilo, abandonar la mina, el tajo, el pozo, la zahúrda, donde dejé la piel y ese divino tesoro con fecha de caducidad, que llaman juventud.

No voy a echar de menos la cadena.

¡Qué nombre!, es lo más parecido a una condena, como la del barquero de “Los Tres Pelitos del Diablo”. Nos salvaremos de ella, pero alguien ocupará nuestro lugar.

Hoy vivimos una especie de nueva revolución Industrial a escala planetaria.

Sigue existiendo el trabajo infantil de forma abierta o soterrada. Niños amarrados al telar, deshaciendo sus manos. Niños, de sol a sol, recorriendo los surcos de innumerables campos y femeras.  Esclavos más que niños. Nunca podrán soñar con jubilarse.

La deslocalización de grandes empresas busca mano de obra cada vez más barata. Mandan por encima de todo las leyes del mercado.

Dicen que en un futuro no habrá dinero suficiente para tanto jubilado en Occidente.

Yo me pregunto ¿Si quien recoge el fruto y pastorea los rebaños que nos alimentan son, cada vez más, a los que no les llegará la hora de jubilarse, cómo podremos seguir siendo los únicos que disfrutemos del retiro, si no somos los que producimos verdadera riqueza?

La respuesta está en el presente.

Hay zonas de la tierra donde la población ha crecido en exceso y sus recursos han menguado. Se paga una miseria por sus materias primas (aquellas que disfrutamos los aspirantes a jubilarnos), sean comestibles o minerales.

Ellas, de cualquier forma, además, pagan sus deudas, a costa de no poder atender a sus enfermos, de no tener escuelas, de ver crecer por millones el número de huérfanos del sida y de las guerras. Es curioso que les falte comida y que les sobren armas.

Levantamos cada vez más alambradas y más altas para prevenir avalanchas humanas, pero no se piensa seriamente en qué las provoca, ni se hace gran cosa para evitarlas, allí donde surgen, igual que una onda en el agua. Los más alarmistas dirían un Tsunami.

No quiero, con esto, aguarme la jubilación bien merecida, pero ¿Cuánto tiempo más puede seguir creciendo el bienestar en ciertos lugares, mientras en otros aumenta la miseria y el deseo de llegar, al menos, a alcanzar la dignidad de equiparar el trabajo a algo más que la supervivencia?              

UTOPÍA

Aquel lugar parecía estar fuera del mundo, quizá fuera el producto de mi imaginación, pero fue el único en el que me hubiera quedado para siempre sin dudarlo un instante.

Al salir de casa, en lugar del tráfico habitual, el estruendoso atasco matutino, me encontré con millares de ciclistas ocupando la mitad de la calzada. El resto eran autobuses públicos, taxis y algunos utilitarios debidamente autorizados a circular, según me enteré luego.

Entré a desayunar en un bar. La televisión estaba encendida y en ella departían unos políticos entre los que se sentaban un albañil, un ama de casa, un emigrante, un vagabundo, un pescador reconvertido, un homosexual y un minero de la cuenca turolense.

Pregunté al camarero por el canal en el que aparecían las imágenes y me dijo que era el de titularidad pública. Cada día invitaban a gente cogida al azar y sacaban a la luz su vida y sus deseos.

Cada uno se expresaba con entera libertad. Los políticos no eran de esos que llaman primeros espadas, sino concejales o alcaldes y alguaciles de pueblos y ciudades, a los que solo invitaban si tenían algo interesante que aportar. En la televisión no estaba permitido hacer propaganda política de ningún signo. Aunque alguna vez invitaban a algún cura, mulá o pope, siempre era a título de personas y no de símbolos. Si intentaban impartir doctrina se les invitaba amablemente a abandonar el plató.

Más tarde supe que la programación  la decidía una asamblea, en la que estaban representadas gentes de la calle, de toda la geografía del país.

Hacía mucho tiempo que se había puesto coto a la invasión de cine americano, el cual tenía asignado una cuota de emisión, no mayor que el de producción india, china o nigeriana. Al parecer había dejado de existir el monopolio y la obligación de adquirir paquetes  de películas por los “huevos de la mercadotecnia”.

Salí de nuevo a la calle y noté el aire limpio, respirable. La gente iba al trabajo a ritmo de paseo, sin prisas ni agobios. Claro que seguían existiendo los horarios (la perfección se había considerado, por el momento, inalcanzable).

La gente podía alegar como motivo de retraso en su puesto, la necesidad de mantener una conversación con un amigo triste. Esto regía para trabajos que se podían dejar para más tarde, que, la verdad, no eran muchos.

Empecé a presentir que había viajado en el tiempo a un lugar vagamente familiar, pero desconocido o que estaba inmerso en un sueño del que no podía despertar a voluntad.

Pregunté a alguien uniformado qué donde me encontraba, a riesgo de parecer un enfermo senil o un demente. Su contestación fue muy amable. Me dijo: se encuentra usted en Desirópolis, un lugar virtual pero real como puede comprobar. Y sin formular otra pregunta me contó algo de lo que encerraba aquel placentero lugar.

-En esta tierra se ha abolido el beneficio. Hay empresas y bancos, pero a todos se les controla por igual en sus ganancias y en sus inversiones. Se han suprimido las empresas de armas y ni siquiera yo, agente del orden, voy armado. A todos se nos educa para ser felices y hacer que los demás lo sean. No competimos por ver quien tiene o es más que el de al lado. El éxito consiste en la armonía.

-Pero de donde yo vengo…

-Sé de donde vienes. También vengo de allí. Un mundo hostil, en el que se enseña que el hombre es su primer enemigo. De ahí la guerra. Ahora ya no existen las fronteras. Los hombres han perdido el miedo al mestizaje. No hay lugar en la tierra para el hambre. Allí donde sobra, enseguida se reparte. Nos volcamos unos con otros si ocurre una catástrofe inesperada e inevitable. Así son los terremotos o la erupción de los volcanes.

Limitamos de forma voluntaria nuestra especie por convicción, no por imposición. Hemos curado los lugares heridos del planeta. No esquilmamos los bosques y hemos vuelto a la vida muchos de los que desaparecieron hace tiempo. Renunciamos a viajar al espacio, mientras no se hiciese justicia a este planeta. Ya no derrochamos el poco petróleo que aún queda. Buscamos con verdadera fe nuevas energías, que no nos envenenen. Ha habido que suprimir ciertas industrias. El consumo de papel se ha reducido al mínimo. Para algo ha de servir la tecnología.

En África las guerras acabaron, se pudo con el sida, sus terribles tiranos se extinguieron y ya pueden vivir de sus materias primas. Ya no emigran en masa, pues en su tierra hallan lo necesario para vivir con toda dignidad.

Se ha podido parar el avance del desierto, Se han salvado de desaparecer los pigmeos y también los bosquimanos. Y lo mismo ha ocurrido con los indios de la Amazonía. Hoy son ellos los que cuidan el bosque y lo mantienen.

El proyecto del ALCA fue un mal sueño. Al final la cordura venció a la usura y la rapiña.

Se extinguieron aquellos organismos al servicio exclusivo de los ricos como el Banco Mundial y el FMI. Hoy solo existe una única asamblea de países y todos participan por igual, sin vetos ni mandangas.

Todos los que conocimos el pasado, respiramos con alivio. No solo nos salvamos sino que pudimos restañar las heridas del globo y llegar a construir Desirópolis, la última de las utopías posible.

Las palabras del hombre quedaron como un eco, rebotando en los rincones de mi cráneo. Su imagen se fue diluyendo como si solo fuese un reflejo en la corriente.

Me despertó el estruendo de la amanecida, el intenso clamor de un nuevo día. Una atmósfera limpia me envolvía. Tuve la certeza de que allí fuera, más allá del umbral de mi casa, muchos más compartían aquel sueño y al abrir las ventanas invadiría el aire. Una semilla nueva, capaz de germinar sobre el asfalto. 

 

EL CAVA NO SE ACABA

                                                               Diciembre de 2005

 

He oído que, incluso aquí, se sigue la consigna del boicot a la espuma catalana.

Me parece extraño que alguien pueda atender el dictado de los cantamañanas.

No lo es tanto, si pienso que quien lo hace no ha leído la Constitución ni el Estatuto y va tras las palabras de los iracundos agoreros igual que, a un amo, sigue su noble bruto.

Quien nunca se manifestó contra la guerra lo hace hoy contra las bodas gays o a favor de imponer la religión en los colegios.

Muchos de los que se oponían a que hubiera una constitución, hoy la tienen de estandarte, como un libro sagrado del que no se han de cambiar, ni siquiera las comas, aunque no se cumpla, de ella, algo tan esencial como el derecho a una vivienda o a tener un trabajo digno.

Es más importante mirarse en el espejo, con las fauces abiertas y ensayar los rugidos, por ver como queda la imagen  de oposición demoledora y persistente.

También es importante asegurar, que hechos pasados, pero recientes, con procesos judiciales aún abiertos son, en realidad, la prehistoria. Volver sobre ellos es deslealtad, cuando no traición. Una palabra que han comenzado a utilizar también los que hoy gobiernan.

Brindaré por la desaparición total del comercio  de armas, por muy legal y legítimo que sea, lo haga quien lo haga.

Sería fácil reconvertir las fábricas de armamento para hacer algo útil en ellas, por ejemplo emplearlas en la elaboración de bombas hidráulicas para abrir pozos en el Sahel.

Pero en esto si hay acuerdo, el negocio es el negoci.

Quiero brindar aquí por la cordura, porque cada uno diga lo que piensa sin enseñar los dientes, ni morder. Brindaré por el fin de los maltratos, sea por la violencia de cualquier género o por la tortura, por el fin de la pena de muerte, porque se haga justicia con los países pobres, a los que se sigue hundiendo en la miseria con la agricultura subvencionada, por un mundo más limpio de contaminación, porque en vez de seguir destruyendo los bosques tropicales, se proteja su existencia y la de los pueblos que allí habitan.

Brindaré también porque la prosperidad futura del Sobrarbe no consista en el crecimiento desmesurado de urbanizaciones y se aclare por fin el futuro de los pueblos afectados por el proyecto de pantano en Jánovas. Brindaré finalmente porque todos los pueblos acaben de tener servicios mínimos y dignos, incluyendo las Bellostas, Puimorcat, Gerbe, Bergua y demás.

Brindaré con vino, me da igual que sea Somontano, Rioja, Priorato o Jerez, Jumilla, Valdepeñas, Ribera del Duero o Ribeiro, sidra asturiana o la del Gaiteiro y hasta puedo brindar con chacolí. ¿Cómo no hacerlo también con cava catalán?

Quizá los que proponen el boicot beban champán francés habitualmente. Aún así estoy seguro que si es de gratis beberán cava catalán en la intimidad.

 

EL RÍO

 

Los ríos son las venas de la tierra, por ellos fluye el agua como lo hace la sangre por nuestro cuerpo.

Desde siempre la vida de los seres humanos ha estado ligada a las corrientes que surgen de la roca, se alimentan de la lluvia y van creciendo hasta llegar al mar que los acoge definitivamente.

Las grandes civilizaciones surgieron a las orillas de grandes ríos. Egipto fue posible por el don del Nilo, cuyas fuentes fueron, quizá, el enigma oculto que más tardaría en ser desvelado, un mito que hoy se estanca en la gran presa de Asuán, sin dejar ya a su paso, aguas abajo, el limo fértil que aseguraba las cosechas en los tiempos remotos.

El Río Amarillo que atraviesa China pronto estará estancado en la presa de las Tres Gargantas. Su construcción ha desplazado a casi dos millones de personas. Aseguran que con ella se acabarán las riadas que en épocas pasadas provocaron miles de muertos, también que será además de la muralla China, la más visible de las obras humanas en el planeta tierra, con sus seiscientos kilómetros de largo.                       

Se habla hace tiempo de que las guerras del futuro lo serán por el agua. En el presente ya hay ejemplos. Israel además del territorio controla las corrientes y los pozos de agua frente a los palestinos, en un territorio especialmente seco. Hay quien ha conjeturado que el control de Irak no es solo por el petróleo, sino también por el agua de sus ríos, el Tigris y el Eufrates. Egipto puede considerar causa de guerra la construcción de grandes embalses aguas arriba del Nilo.

En el sahel africano y en lugares como Etiopía ir a buscar el agua es un trabajo de horas, que consume el tiempo, vital para la supervivencia, pues la falta de lluvias y la desertización galopante provocan las hambrunas atroces que diezman cada tanto a sus poblaciones.

El lago Chad, uno de los grandes lagos de África se está secando, como le ocurre desde hace décadas al mar de Aral. En ambos casos tiene mucho que ver el agua que se roba a sus ríos para cultivos que consumen demasiada agua.

Resulta difícil ponerse en situación, cuando a nuestro alrededor parece sobrar el agua.

Cuando oigo decir que el agua del Ebro se desperdicia al llegar al mar, pienso en esos lugares y también en el Mediterráneo, el Mare Nostrum, recorrido por Ulises de extremo a extremo, cuando ningún río estaba regulado y respiraba con el libre fluir del agua, desde el norte y el sur, con aguas de deshielo de los Alpes y los Pirineos, con el rojo limo aportado por el Nilo.

Si los ríos dejasen de aportar al mar la mayor parte de su agua ¿que consecuencias tendría sobre la existencia misma de la vida en él?

Oigo hablar a políticos del agua como si se tratase de una mercancía privada y es para echarse a temblar cuando se adivina cual será el destino de gran parte de esa agua. En el caso del tan traido y llevado Trasvase  del Ebro, no solo se dejaban de lado los efectos que produciría sobre el delta, sino que se han acallado los negocios reales en torno al agua que se hacen en algunas zonas de Levante, como campos de golf, parques temáticos como el de Terra Mítica, idea, hoy en quiebra, del locuaz Zaplana y operaciones urbanísticas en una zona saturada, donde, de forma inconcebible, sus propios ríos se maltratan. El Segura, principal río murciano, es uno de los más contaminados de Europa. En la provincia de Almería se han sobreexplotado los acuíferos de la costa y hace tiempo que se agotaron. (Caso de los agricultores de las Alpujarras)

¿No sería más sensato sanear las cabeceras de los ríos en esas zonas, reforestar allí donde haga falta y recurrir a la desalación para todo lo que no sea agua de boca?

Aragón  es una tierra que  sabe de desierto, pues el de los Monegros está al lado mismo del Ebro. ¿Cuánto ha contribuido el hombre a crearlo?

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