María Zambrano: ¿Poesía del pensar, filosofía de lo poético?


Por Jesús Soria Caro

     Se ha editado la poesía de María Zambrano, obra lírica en la que hay un decir que sobrepasa lo que la razón de la filosofía permite. Se ansía “La palabra liberada del lenguaje”, propuesta que requiere adentrarnos en el mito de la caverna, ver que el logos es la sombra.

   La lógica del lenguaje deforma el ideal, aquello que no puede ser enunciado, lo indecible, lo innombrable que es realidad interior superior. Se requiere lo poético en lo racional, la imaginación, pero estas dos realidades aparentemente contrapuestas son dos lenguajes y dos perspectivas de aproximación a la verdad que se hibridan en lo que la pensadora denominó como “período cosmogónico” (Zambrano, 1992: 252).

   En su obra hay un espacio para la búsqueda trascendental. La razón no puede explicar el sentido del ser, nacer para desaparecer es lógico y la razón conlleva dicho cálculo. Sin embrago, desde una mirada poética, irracional, hay un absurdo que rodea dicha ecuación del existir. De ahí que surja la duda trascendental, Unamuno establecía que esta iguala al que niega un orden del ser más allá del final de la vida y al que cree en este; ya que cada uno lo hace desde su perspectiva. Así en su obra hay lugar para la indagación existencial, la de la mirada poética que no se siente satisfecha con la Verdad que fija la razón, necesita mirar desde la “no-lógica” dicha respuesta irresoluble sobre el posible sentido final que acaece con nuestra desaparición:

Ni los aires vuelvan a correr su vuelo.

Hondo aljibe del silencio

deja correr tu tesoro.

Inunda con él la noche

los espacios, los ciegos corazones.

Para definitivamente el tiempo,

clava en la noche al tiempo.

Silencio y muerte solos

Muerte y silencio, quietos. (Zambrano, 2018: 59).

      Vivir es no pensar, ya que si esto no se cumple el yo mata la experiencia y se convierte en experiencia del pensar, no del vivir. Abandonar la razón para buscar otras respuestas que el lenguaje lógico de nuestro pensamiento no puede reducir a sus cálculos, finalizar esa búsqueda en un encuentro trascendental:

 

Cuando no tengo más que vida

no puedo permanecer en ella. Sólo

cuando me olvido de que estoy

viviendo es cuando de veras vivo.

La vida es la forma de trascendencia

de lo que es conato de ser y

la busca ser del todo.

Vivir en crecer

es anhelar

es esperar

es padecer por

-es entregar la vida

es ir hacia Dios. (Zambrano, 2018: 111).

 

       “Claros de bruma” supuso la indagación en la palabra otra que busca en lo místico, para quedar así liberada del lenguaje. Es el decir de lo imposible que debe ser dicho. En la oscuridad de lo racional que no le permitía nombrar lo indecible la poesía era la aurora que libre de lo lógico comunicaba sin la razón, al igual que hace la música. Le interesó la mística de San Juan de la Cruz como viaje irracional a lo desconocido del ser y su destino final, también la mística sufí, en concreto el, baqāʾ que sugería la auto-aniquilación del ego para habitar así en un todo, alcanzándose este en lo que queda al eliminar las pasiones. Un estado de nirvana, ausencia del yo, conexión con el absoluto, con el universo o la energía suprema. Esta liberación de la carga del yo se acerca también al zen y a otras corrientes espirituales. Lejos del yo romántico que todo lo subjetiviza hay un abandono, una desaparición tras la que se pueda originar este orden, fuente del origen del universo:

Hay que hacer el vaso vacío y puro y resistente,

para que en él se haga el espíritu.

No hay que hacer el espíritu tal como en el

romanticismo algunos incurrieron.

No hay que hacer el espíritu sin el vaso.

Ser vaso vacío y resistente hacia fuera,

sin forma hacia dentro.

No hay que hacer la forma.

No hay que hacerse espíritu.

No hay que darse forma -trascendente.

No hay que ser forma. (Zambrano, 2018: 131).

     En este proceso el silencio es liberador, implica la nada o la ausencia de la razón, el espacio en el que el ser se disuelva en un orden que elimina su identidad como yo para no ser nada, no ser y así tal vez serlo todo como afirmaba Empédocles. Silencio que en toda tradición mística implica un abandono del pensar desde sus coordenadas lógicas. En este poema se le habla a la muerte, se le pide que lo borre todo, el universo y el tiempo que contiene sus mundos. Es una rebeldía contra el final, una pregunta teórica que desafía a la desaparición:

Ni brisa ni sombra.

¿por qué, muerte, así te escondes?

Sal, salte, sácate de tu abismo,

escápate, tú, ¿quién te retiene?

¿Por qué no borras con tu mirada el universo?

¿Por qué no deshaces las piedras

con tu sombra, muerte, solo con tu sombra,

con tu mano desnuda,

con tu rostro de estatua,

desnuda presencia a quién nada resiste?

Enseña, muestra tu cara a los mundos,

que no haya espacio,

ni cielos, ni viento, ni palabras.

Quiero hundirme en el silencio. (Zambrano, 2018: 63).

 

     Su obra filosófica y poética también conectan con las teorías de la escuela de Frankfurt, criticando la instrumentalización de la vida, todo debe tener un sentido, servir para algo, generar un bien material. Algo que contradice la esencia del ser que requiere libertad, amor, pasión.  Todo lo que es necesario y no produce riqueza material no se puede calcular, pero es necesario para poder tener una existencia que merezca y sea digna de ser vivida. El cálculo instrumental del desarrollo técnico de que todo sirva para algo (producir un bien material) olvida que hay cosas que carecen de rentabilidad y son necesarias: lo humano, la pasión. Por eso el cálculo no debería ser racional sino irracional y liberado en lo que nos hace humanos y no crea productos ni ganancias para nuestro sistema de mercado economicista, algo similar a:

Su cifra.

La forma verdadera¿? Es la

que responde a las entrañas

es su alimento y paz

Su cifra.

La forma= matemáticas de las entrañas

El arte. Cuando nos hace por amar […] (Zambrano, 2018:117).

    La aurora es una metáfora que recorre su obra. Su significado tiene que ver con el no poder que siempre se ve oprimido por el orden imperante que ella lo llama el ‘reino del sol’:

 

Nace el incendio solar, el sol mismo que no es

ya espejo. Y en él los dos pájaros, allí en el sol, ese

sol prometido por la aurora. La aurora misma

hermana y madre nuestra, siempre rescatada (2018:157).

 

    En la introducción de ‘Los bienaventurados’ precisa dicha idea: a todo Occidente y su crítica cultural los llama ‘color de imperio’, eso es lo que denominará ‘Reino del sol’ es una imagen similar a la del silencio, a su luz irracional, libre, más creativa que el fuego cegador de la razón (reino del sol) y su única verdad como construcción de la realidad:

   Y en esta breve aurora se siente el germinar lento de la palabra en el silencio. En el débil resplandor de la resurrección la palabra al fin se desprende dejando su germen intacto, que en el débil clarear de la libertad se anunciaba un instante antes de que la realidad irrumpiese. Y quedaba luego así la palabra sostenida por la libertad[…](Zambrano,2018:177).                                 

    María Zambrano intentó resolver la cuestión de cómo podían fusionarse la poesía y la filosofía, recuperándose para la primera el prestigio como vía al conocimiento que Platón en la República le había negado. Un camino medio como el de la filosofía oriental, un encuentro entre la capacidad de estimular la búsqueda de respuestas de la filosofía y la acción de libertad irracional de la poesía, que ofrece otra mirada más creativa, no limitada desde las limitaciones del pensamiento occidental y sus esquemas racionales:

     “Es justamente en Platón en quien ya la filosofía se despide definitivamente de la poesía, se independiza de ella y para hacerlo hasta el fin, tiene que atacarla como a lo que en realidad es: su mayor peligro, su más seductora enemiga, a la que nada hay que conceder para que no se quede con todo. Como Ulises ante las sirenas, tiene que taparse los oídos para no escuchar su música, pues si escuchara ya no volvería a escuchar ninguna otra, Platón el poeta, el divino, tiene que cerrarse a toda justificación del poeta y tiene que alejarlo de su República… Había que elegir y nadie podía sentir con más fuerza el conflicto que quien lleva dentro de su ser ambas posibilidades; quien era poeta por naturaleza y filósofo por destino. (Zambrano, 2004:102).

   La concepción de Zambrano de la razón poética amplió los límites de la razón tradicional, incluyendo en su interior a la intuición y a la imaginación. La Poesía y razón se completan mutuamente, la primera logra ser la palabra libre que la segunda limita, complementando y siendo la voz que la otra desde la lógica no puede abarcar, siendo la que alcance lo que la filosofía no puede cubrir. Vendría a ser el pensamiento supremo que pueda captar la realidad fluyente, sus vertientes de lo innombrable. El logos en su obra filosófica es tomado como eje inicial de esta liberación de la Verdad, asumiendo así su función de ser un decir que recoge y reúne; pero —a diferencia de la razón— hace posible integrar en sí mismo a aquello que convoca en el decir, siempre dirigiéndolo a lo que le es más propio, fruto de una búsqueda desde el pensamiento crítico. La ratio violenta desde las leyes lógicas a lo razonado, se impone y domina sobre la visión de lo que se va a constituir como real. Había que denunciar el silencio de esa otra verdad inabarcable fuera de lo poético:

     Desde que el pensamiento consumó su toma de poder, la poesía se quedó a vivir en los arrabales, arisca y desgarrada diciendo a voz en grito todas las verdades inconscientes, terriblemente indiscreta y en rebeldía (Zambrano, 1996: 14).

    Era necesario liberar al lenguaje de la razón, de sus leyes anuladoras de aquello que sin ser dicho tiene espacio en el sentido otro de lo que es silencio, indecible, verdad innombrable que debe recuperar lo que la poesía podría sugerir y el pensamiento borra, hacerlo con un lenguaje libre que accede a otros niveles del ser, sentir, pensar. La razón poética supuso un puente entre la razón y la libertad poética, cruzando ambos lados se divisaban desde su pasarela las ideas del río del silencio que con todo su transcurrir inexorable hacia lo no dicho recordaban que la fuerza de su cauce solo puede ser sugerida. Todo lo posible del decir queda arrastrado por lo indecible, por la fuerza de lo que no encuentra dique en los límites del lenguaje. Su curso es libre y solo puede ser vislumbrado desde esta aporía, poetizando la razón, haciendo irracional también nuestra mirada lógica, integrando ambas orillas en una sola mirada del ser y su decir.

 

BIBLIOGRAFÍA:

Zambrano, María (1992): El hombre y lo divino, 2.ª ed., Madrid, Siruela.

_____(1996): Filosofía y poesía, 4.ª ed., México, Fondo de Cultura Económica.

_____(2004): Pensamiento y poesía en la vida española, Biblioteca nueva, Madrid.

_____(2018): Poemas, La isla de Siltolá, Sevilla.

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