Por Liberata
TRASPARENCIAS
La tarde, estremecida por un escalofrío,
tiñe de gis oscuro todo cuanto contemplo,
como el antiguo puente, la cúpula del templo,
la dorada arboleda o la plata del río.
Es un tránsito mágico, sin duda, uno de esos
a los que se somete la dinámica interna
proyectando al espacio la medular y eterna
súplica trascendida de los humanos huesos.
Recaba, sin embargo, mi atención la existencia
gregaria en la que abundan comunes actitudes
y se relativizan defectos y virtudes
uniformados bajo idéntica apariencia.
Hay pasos breves, largos, lentos o acelerados
de cuantos transeúntes diviso en movimiento,
con no pocos Oteros dignos de su talento,
no menos que los otros ni más ensimismados.
Quizá haya quien eleve su mirada a la altura
en un momento dado, como buscando un hito,
y sorprenda brillando allá en el infinito
el estratificado fulgor de la ternura.
Poco a poco, este día va cerrando los ojos,
al tiempo que se funden postreros resplandores,
velándonos las causas de todos sus pudores
con tenues blondas grises y tafetanes rojos.
Y percibo un conato de cósmica agonía,
antes de que infinitas farolas alineadas
iluminen a tantas sombras abandonadas
al asedio nocturno de la melancolía.