Han sido muchos los lectores polleros y seguidores de facebook y twitter que me han pedido que publicara en orden cronológico estos humildes hechos de mi vida que me han llevado de comenzar como un simple alimañero a convertirme en el orgulloso jefe de la Unidad Secreta de Matacochinos primero del Ayuntamiento de Zaragoza y luego, finalmente, del Gobierno de Aragón. Aquí continúa pues, la quinta entrega …
A primeros de este mes de Octubre recibí un sms del la USMC (Unidad Secreta de Matacochinos de la DGA) instándome a me presentara urgentemente en el despacho de emergencias del consejero de Política Territorial e Interior del gobierno de Aragón, Antonio Suarez.
El asunto que me contó Antonio tenía visos muy extraños ya que según el informe, que habían realizado en primera instancia los APNs (agentes de protección de la naturaleza) de la comarca, un grupo de senderistas habían visto a un perro negro y un burro que deambulaban por el monte del Chaparral de Cetina dando rebuznos y ladridos desesperados y observaron también, a discreta distancia, que ambos animales presentaban unos desgarros extraordinarios y sangraban abundantemente.
Inmediatamente me puse en marcha ya que un sexto sentido me avisaba de que estábamos ante una nueva actuación del jabalí “Carbonero” asesino. Este animal, por causas muy vinculadas a la fenomenología paranormal, atacaba a muerte a todo aquel que se acercara a las ruinas de lo que en su día fuera la paridera que les sirvió de hogar a Federico Pasamar, su esposa y sus tres hijos, víctimas singulares del famoso “crimen de Cetina” ocurrido en 1905. Su última actuación había sido hace un año cuando mató a otro burro y otro perro, esta vez blanco, en el mismo lugar. Pero en aquella ocasión se nos escapó. Ahora, desgraciadamente había vuelto al lugar del crimen. Sobre el particular yo tenía mi propia teoría pero no era hora de especulaciones sin no de capturar al asesino.
A instancias del consejero solicite recursos para incorporar al equipo a un buen cámara. Esta vez quería grabar el despliegue y captura del bicho y Antonio me dio 40.000 € para contratarlo. En Cetina hablé con Luis Marruedo, seguramente el cámara que mejor había filmado, en invierno y con nieve, los ríos de piedra de Orihuela del Tremedal y, además, sin haber sufrido accidente alguno. Le explique su trabajo y le ofrecí 2.500 € y aceptó inmediatamente pues se encontraba canino a todos los efectos.
Ya en la zona, pude ver al burro y al perro negro muertos y totalmente desangrados. Allí mismo, preparé una buena perola de judías con oreja. Comimos y guardamos un buen plato para la caza ya que de todos es sabido que los jabalíes de Cetina son devoradores de estas leguminosas. Retiramos los cadáveres y en su lugar pusimos el todavía humeante plato de judías y sembramos los alrededores de abundantes bocadillos de chorizo de Ateca, un chorizo suave y con sabor a chocolate que seguro activaría el sistema olfativo del asesino.
Cuando ya atardecía, avisé a Luis y comenzó a filmar en la dirección que le señalaba. Por el sendero de herradura que llevaba al lugar de la antigua casa de los carboneros, apareció el monstruo, enorme, bufando y rascando desafiante el suelo. El humo del guiso le estaba excitando pero la presencia del bocadillo de chorizo priorizó en su hambruna ansia. De un bocado, mirando al suelo, rampló con el bocata y se dispuso a masticarlo con fruicción. Momento que aproveché para salir de la zarza que me ocultaba y clavarle mi cuchillo finlandés en el corazón. El cámara Marruedo se había desmayado al ver mi atrevida acción y la máquina de video estaba grabando el cielo. Me acerque a él, le metí la mano en el bolsillo y cogí los 2.500 €. En nuestra unidad quien no hace bien su trabajo, no cobra.