Esquillor: el místico libertario

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Por Jesús Soria Caro

       Su poesía supone una reivindicación de la libertad llegando hacia esta tras cruzar desiertos de realidades, caminos de soledad, vientos de negación, tormentas de ausencia, ascensos a la nada, descensos a la carne, regresos a la vida, huidas del tiempo.

      En la composición poética de Playa de tormentas mudas  titulada “17” se plantea la lucha que se produce en la creación poética contra el monstruo de la Verdad. Este devora al deseo, hace que la carne de los sueños sea fagocitada por la lógica, por lo esperable, por nuestra educación racional. Sin embargo, es posible declarar la guerra a lo imposible, abrir caminos a lo poético, liberarnos del lenguaje y de su sumisión a una mirada que mutila otras visiones. El combate “poesía/realidad” supone, como nos dice el yo poético, una situación en la que:

En vano lucho con mi pluma

para encontrarte. Tiendo

mis manos hacia la fuente

que bordea el barro de mi tiempo

y subo a beber paz

en la avanzadilla del aire:

allí encontré mi cabeza liberada

de un atormentado lenguaje

cantando en montes desaparecidos. (Esquillor, 2000:17).

      Su obra poética nos ofrece un yo que camina por los laberintos de la negación de los deseos, es el territorio de la libertad que solo puede recorrerse desde lo poético, a través de una contra-verdad que se enfrente a lo establecido. Era necesario abrir esas puertas a un mundo de lo imaginado, de lo que queda fuera de lo real, había que entrar a las estancias de ese yo que anida en lo profundo de lo introspectivo, en aquellas moradas ajenas al espacio de la lógica, en los pasillos hacia las ideas liberadoras de la cárcel del pensamiento  racionalizado, moralizante, silenciador de la libertad de lo poético.

Ideas, vosotras que me conocéis:

Llevadme hasta los brazos de la belleza.

Buscad el espejo donde mi corazón

en paz se refleje y lo libre me vea

de las cerradas piedras de silencio.

                                 

Habladme del fuego que temple

mi respiración ante el veneno

que me hizo nacer, amar y morir.

Quisiera verme en las manos del viento,

en las aguas de la alegría

en el elevado castillo

del amanecer tras la ebriedad

del fracaso o la gloria.

Me río ante la danza de mis valles sin fondo.

Mi serenidad canta cuando la noche llega.

Con truenos de amor, a través del universo,

de mi lenguaje bebo.

Mis manos, desiertas,

cuentan palabras que no existen. (Esquillor, 2000: 61).

            Lo prohibido es el recorrido hacia otras dimensiones del yo que han sido censuradas por lo establecido. Es un camino en dirección opuesta a lo aceptado que requiere un ejercicio de diferencias, un pensamiento de lo otro, de lo liberador de aquellos esquemas que forman parte de la dimensión real, moral, consciente e identitaria del más común de los sujetos sociales de la realidad. Por eso, frente a todo esto, en la poesía de Mariano Esquillor se proclama:

Soldado soy de lo prohibido. Gané la batalla de los solitarios.

Mi espíritu, encadenado a corrientes de fuego,

se pasa las noches mimado por la bestia de la oscuridad.  (Esquillor, 2011: 41).          

 

     Su palabra es viaje a lo imposible, peregrinación al silencio donde puede habitar lo que no tiene forma pero debería ser carne de realidad. Se debe recorrer esa otra dirección opuesta a la verdad, la que nos dirige al silencio, al territorio de una verdad poética, la que no pudo habitar en lo real, la que se quedó atrapada en la frontera negadora de lo vital:

Ésta es la música de silencio, la que escucha las tormentas

que del abismo ascienden en busca del antídoto

que serene sus gritos ensangrentados.

…                                      

Cuando la lluvia limpia las sombras de mi cuerpo perdido,

yo beso tu enfurecido grito hasta caer en un

lecho de serpientes que abracen mi voluntad de

seguir sin alacranes en mi conciencia libre y serena (Esquillor, 2004: 135).

            Raúl Herrero define la voz poética de Esquillor en Caricaturas de un diario, poemario que le editó, como un buzo que se ha introducido en la vena más esencial de la poesía, de los temores, de los miedos. Como afirmara Ángel guinda hay algo de místico libertario en su voz poética, idea similar es retratada por Raúl Herrero:

     Caricaturas de un diario describe una noche del alma, el paso previo a la iluminación que los místicos de todas las confesiones establecen para las almas sensitivas. (Herrero, 2011: 14).

     Finalizamos este recorrido por su poesía que nos ha dirigido hacia los espacios más libres del yo, esa lectura de las profundidades sedimentadas de amor, deseo y belleza también se unen a una mirada hacia la naturaleza y hacia el cosmos. La lectura de su obra no se agota en dichos temas, también se expande hacia la búsqueda de un orden que haga del “ser” unión con una realidad universal, anhelando algo que le fusione en su desaparición con el cosmos, acercándole a una fuerza universal que integra todas las cosas.

 BIBLIOGRAFÍA:

Esquillor, Mariano (2000): Playa de tormentas mudas, Libros del innombrable, Zaragoza.

_____(2002): Opio, Libros del innombrable, Zaragoza.

_____(2004) Huracán de sol, Libros del innombrable, Zaragoza.

_____(2011): Caricaturas de un diario, Libros del innombrable, Zaragoza.

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