María Maza, una pintora de la cantera altoaragonesa

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Por Manuel Medrano

    Esta joven artista nacida en Barbastro en 1980 y licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca, expone hasta hoy en el restaurante Flor de Huesca su muestra The Great Escape, proyectando ahora nuevos acontecimientos artísticos que verán la luz en breve.

    Cogió por vez primera el pincel a los 10 años y desde entonces le han inspirado los colores del arco iris. Estuvo un año viviendo en el Pirineo y eso marcó profundamente sus obras, como verán a continuación, pues en ellas predominan los paisajes de montaña y, también, hay una buena representación de las perspectivas del Somontano. Volvió luego a Barbastro, donde desarrolla actualmente su carrera artística y docente y, aunque haya bajado de los montes, nos dice que “seguirá pintando bosques hasta nuevo aviso”.

    Durante muchos años trabajó el acrílico pero, desde hace dos años, emplea el óleo sobre tabla a pincel, y no comenzó a pintar montes y bosques como objetivo finalista, sino que lo hizo con la idea de coger técnica para un proyecto sobre hardscapes y brutalismo industrial. Sin embargo, quedó atrapada en el camino por la belleza de la naturaleza. Apuntamos también que es su intención experimentar con las texturas y los empastes, y un avance de ello ya se observa en algunas de las obras que aquí reproducimos.

    Nos comenta que: “durante mucho tiempo me he referido a lo humano a través del retrato, pero he de reconocer que me supone un coste emocional altísimo. El paisaje me permite evocar estética, color, composición y relato, sin acabar llorando por los rincones. Algún día volveré a abordar la ética, pero de momento me parece que me quedo haciendo simplemente cosas hermosas y hociqueando las tensiones entre lo abstracto y lo realista.”.

     María Maza ha trabajado la ilustración, el diseño y el periodismo de datos en los últimos años, ha ilustrado un par de libros y elaborado carteles y folletos para la Comarca del Somontano y el Ayuntamiento de Barbastro. Ahora lleva siete años dando clases particulares de pintura a gente de 4 a 99 años, “y me lo paso muy bien, dejan de ser discípulos, alumnos, o clientes, y pasan a ser amigos. Es un flujo humano enriquecedor, divertido, agotador, pero imprescindible”, nos dice.

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