Un día en la vida


Por Fernando Gracia

       Al reclamo de una actriz que se hizo popular hace décadas por salir en el mítico concurso de Chicho Ibáñez Serrador y al hecho de tratarse de una adaptación del famoso texto de Stefan Zweig, creo que se debía la excelente entrada que lucía nuestro primer coliseo.

       El autor austríaco gozó de gran éxito no solo durante su vida sino años después, para ser luego algo olvidado. Posiblemente fuera “24 horas en la vida de una mujer” uno de sus libros más leídos, aunque la crítica le reconoce sobre todo como un excelente biógrafo. Por mi parte considero “Momentos estelares de la humanidad” uno de los libros que más me han interesado en mi ya larga vida de lector.

      Silvia Marsó se embarcó en esta aventura teatral, y para ella también económica, consciente de tener entre manos un excelente vehículo para mostrar ante el respetable sus habilidades, y a mi modo de ver lo consigue completamente. En su madurez como artista y como mujer –se muestra no solo hermosa, como siempre ha sido, sino como una real hembra, no dudando en exhibirse en ropa interior, que le sienta pero que muy bien-, sacando adelante una inteligente propuesta por la que el texto se convierte en una suerte de musical de cámara.

     A un lado de la escena tres músicos acompañan a la Marsó y dos jóvenes actores, uno de los cuales interpreta al jugador compulsivo que la protagonista conoce en Montecarlo y por el que pierde la cabeza mientras que el otro es narrador y todos los papeles que la trama necesite.

     La adaptación musical tiene reminiscencias de la obra de Kurt Veil y sus coetáneos. No hay arias ni coros, todo es un continuo recitativo, en claro estilo centroeuropeo. Algo por otra parte coherente con la nacionalidad del autor y con la época que describe.

     Me gustó la Marsó cantando, no tanto el actor que hace de su joven amante. Élla se mueve muy bien por escena, demuestra seguir en buena forma física, baila correctamente y sabe sacar partido a su papel. Viéndola recordé el éxito que tuvo hace décadas con otro musical de bolsillo, que acabó por convertirse en un inesperado triunfo, como ya le había ocurrido en Broadway, donde pasó desde el “off off” hasta los teatros alrededor de la calle 42.

    Me estoy refiriendo a “Te quiero, eres perfecto, ya te cambiaré”, donde la actriz compartía escenario con Victor Ullate Jr., Carmen Conesa y el ahora famoso director Miguel del Arco –y para la eternidad un soberbio Jabert en “Los miserables” de 1992-. Un tipo de musical de pequeño formato, con los pocos músicos encima del escenario y a veces interactuando con los personajes de la obra.

     No sé si todo el público apreció la propuesta de esta adaptación de la famosa obra de Zweig o si al haber oído que era un espectáculo musical esperaban otra cosa. Personalmente sí lo aprecié y considero que la función alcanzó en muchas de sus facetas el calificativo de notable. Con el acierto de su medida duración y el buen gusto de la puesta de escena. Suficiente para quien suscribe.

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