Polinesia: Raitea, la isla sagrada

145M-0P.Tiare Apetahi símbolo de Raiatea
Por Marta Notivol

     Cuando crees que ya nada va a sorprenderte en Polinesia, después de haber visitado varias islas, vuelves a ese pensamiento de “no digas nunca….”. Raiatea ha superado una vez más mis expectativas.  Disponemos de 5 días completos, pues la frecuencia de vuelos desde Tahiti permite venir de mañana y volver de tarde.

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Marta Notivol 
(Texto y fotos)
Corresponsal del Pollo Urbano en la Polinesia Francesa

      Una hora de vuelo para los 200 km que las separa en avión a hélices que sobrevuelan a poca distancia del mar y nos permite ver islas, motus y atolones a vista de pájaro.

      La primera grata sorpresa es para la acogida de Kevin y Laura y su pensión “Villa Tonoï” que descubrimos en el salón de turismo que se celebra dos veces al año en Tahiti, donde se promocionan alojamientos y actividades para todo el archipiélago. Una pareja joven y emprendedora acaba de abrir este alojamiento con instalaciones excelentes a precios muy razonables. Dos bungalós y una casa con dos habitaciones con una decoración preciosa,  a 70 metros de altura frente a dos motus de la laguna de Raitea. Contemplar el paisaje de mar y montaña, los veleros que entran y salen, los piragüistas entrenando para la Hawaiki Nui ,  los motus y los colores turquesa y esmeralda de la laguna pueden ser ya una de las mejores actividades. Kevin organiza salidas en barco a pescar o bucear y Laura cocina de maravilla, ambos atentos  que no nos falte de nada y sobremesas como en casa de amigos.

       Raiatea atrae menos el turismo que Bora Bora, pero es una isla grande con su compañera Taha’a, la isla vainilla separadas por un canal de 3 km y comparten la laguna. Actualmente es una isla rural, sin embargo es un centro neurálgico para los cruceros a causa de sus excelentes condiciones de navegación, por su situación en el centro de las islas de la Sociedad y cuyas distancias oscilan entre 45 a 200 km. Todas las islas de este archipiélago son islas altas semi-hundidas con laguna, arrecifes de coral y montañas, o sea, lo tienen todo, son bellísimas.  Esta actividad marítima no es nueva. En el siglo XIX, tuvo un puerto con más actividad comercial que Tahiti. Así mismo las leyendas dan Raiatea el origen de la colonización de la Polinesia y es a partir de ella que sería poblado el famoso “triángulo polinesio” que se dibuja desde las islas Hawái, la isla de Pascua y Nueva Zelanda. Los Maorís de Nueva Zelanda remontan sus orígenes a gente llegada de Raiatea en siete va’a (piraguas). La isla ha jugado en todo caso un rol muy importante durante varios siglos  de la época preeuropea en los diferentes archipiélagos de la Polinesia, sobre todo en grandes asambleas interinsulares en el Marae de Taputapuatea. Sus habitantes mantienen con orgullo ser la cuna de la cultura polinesia y de hecho fueron una de las islas que se resistió más a la anexión a Francia.

    Decidimos dejarnos llevar por Kevin  a una jornada de vela par visitar así Taha’a  y su jardín de coral. Fue una decisión acertadísima. Nos dejó compartir con él el placer de navegar a vela y nos enseñó algunas técnicas.

    Bordeamos Taha’a por el este y al llegar frente a Tapu amu anclamos frente al motu Tautau, pues entre este y el motu Tutae, existe un jardín de corales a solo 1m o 1.50 de profundidad y unos 300  metros de largo,  absolutamente maravilloso. Con unas gafas y un tubo pasamos 3 horas sin apenas darnos cuenta. Los peces mariposa comiendo de nuestras manos, los peces loro nos seguían curiosos, las agujas pasaban a nuestro lado sin inmutarse a ras de la superficie y finalmente tuvimos tres encuentros interesantes, un pulpo que al vernos se escondió en una roca y nos ofreció su magnífica metamorfosis de camuflaje, una morena blanca moteada protegiendo a un pez picasso temeroso de salir y una raya con su elegante “vuelo”.

     Como recompensa al esfuerzo, Kevin nos preparó  unos cocos tiernos para beber su leche e hidratarnos y comimos coco maduro para restablecer fuerzas, aunque enseguida nos esperaba una deliciosa comida fría en el barco a base de tabulé y carpacho de atún rojo.

      Los dos días siguientes teníamos que experimentar los puntos de buceo más emblemáticos. Así contamos con un club cercano que nos permitió bucear en el arrecife, en la gruta del pulpo, en el pecio del navío Nordby, las rosas y el paso de Teavarua. Ya la primera inmersión fue increíble, vimos un pez martillo y una raya leopardo como excepcionales, pues los bancos de peces variados son habituales. Cuando fuimos a ver las rosas (corales con esa forma) fuimos acompañados de forma demasiado insistente por una quincena de tiburones punto negro. Nunca había podido acariciarlos así. Quizá el hecho de ser una zona de pescadores de buceo los haya convertido en rémoras, pero en todo caso es algo excepcional, el comportamiento de los animales, en este caso marinos, no es general, la mayoría de las veces se determina de una u otra forma según el lugar, las condiciones y el alimento del que disponen.  La grupa espectacular, inmersión de ambiente y el pecio lleno de nudibranquias corales y peces piedra. Ninguna decepción, todo lo contrario, pudimos disfrutar de inmersiones variadas y particulares con relación a las exploraciones de Tahiti.

        La última etapa de nuestra estancia fue dar la vuelta a la isla. Unos 100 km. la rodean y una pequeña carretera la cruza. La primera sensación es de paz. Recorres kilómetros con algunas viviendas moteadas y pequeños grupos con vida comercial. Lo mejor es cuando la carretera sube un poco, así puedes apreciar mejor el paisaje. Una pequeña excursión que te permite subir a una meseta ofrece una vista de la laguna e islotes que la rodean. Profundas bahías hacen que la carretera sea sinuosa, pero dejan salir aguas que bajan de las colinas de unos 1200 m de altura a través de unos caudalosos ríos que con el fondo montañoso cierran la postal.

   Como muchos otros, el marae de Taputapuatea, del que ya he hablado antes, tiene una situación junto al mar, muy bella e inspira espiritualidad. Es un marae grande, y con varias estructuras dispersas, que ha visto y celebrado grandes eventos. Incluso los árboles, están situados de forma estratégica, pues tenían un significado y un valor en el marae.

   Varios altos en las plantaciones de vainilla, cuidadosamente cubiertas, que dan un aroma al ambiente dulce, nos permite descubrir un poco más de esta caprichosa orquídea que hay que polinizar una a una para obtener varios meses después una vaina.

   Y hablando de flores caprichosas, contemplemos el Tiaré (gardenia) Apetahi de la portada. Este Tiaré que solo se desarrolla como la mitad de un tiaré tradicional y que solo quiere crecer en el monte Temehani. Numeroso intentos para cultivarla fuera de su zona, pero no se ha conseguido ni siquiera que crezca en otro lugar de la isla. Sin duda la leyenda tradicional que atribuye a la flor el origen de  la mano de la bella Tiaitau que se quitó la vida al ver partir a la guerra a su esposo el rey Tamatoa,  acompaña esta particularidad está bien motivada.

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