Lihua es una mujer aficionada al dibujo y al tabaco de liar, de origen chino y afincada en París desde hace más de 15 años. Degustamos el delicioso pastel con el que nos sorprendió el 31 de enero para celebrar el inicio del nuevo año (del caballo de madera verde o dada en francés) que este año daba comienzo aquel mismo 31 de enero……
Marina Hernando
Corresponsal del Pollo Urbano en París
Texto y fotos
«En todos los ritos, la sencillez es la mayor extravagancia.»
Confucio (551 a.C-479 a.C), Analectas,
…..y mientras cumplimos el ritual del enigma del occidental ante los ideogramas (en este caso los inscritos con azúcar color fuxia sobre el bizcocho que, según nos explicó, deseaban buen año a sus lectores) y soñamos con la geografía de las tierras del río Amarillo y su inmensidad, siendo que recordábamos durante nuestra charla alrededor del pastel chino, que después de su vecina Rusia, esta república popular es el segundo país más extenso del planeta.
Mas si bien la finitud física de China viene delimitada por la frontera terrestre más larga que existe, su cultura y con ella su calendario lunisolar (1) , se extienden más allá de las líneas del mapa, hasta por una cuarta parte del mundo, asentando las bases culturales de un vasto territorio que se extiende hasta Corea, Vietnam, Mongolia, Japón, Asia Central… Así, no es de extrañar que durante el desfile del nuevo año chino (o fiesta de primavera como también se llama) al que asistimos para seguir celebrando el arranque del año el 9 de febrero en el “13ème arrondisement” de París, más conocido precisamente como el barrio chino de la orilla izquierda, encontrásemos participantes de regiones que se alejan de las abarcadas dentro de las fronteras geográficas chinas: coreanos, laosianos, camboyanos, vietnamitas… Se contó incluso con la presencia de antillanos y una buena suma de parisinos. Un desfile de más de 2000 personas marchando entusiastas entre el caballo de madera, símbolo del año venidero, y la gran cabeza de Confucio que cerraba el desfile ante los ojos de decenas de miles de asistentes.
Muy diferente de los desfiles a los que estamos acostumbrados por lares españoles con Baltasares de pastiche pintados descaradamente (como pude ver el pasado enero 2013 en cierta localidad de Navarra), desafortunados tractores disfrazados de carrozas improvisadas con papel cuché, y excrementos de caballos estresados, este desfile nos sorprendía con alusiones a los símbolos mitológicos, pólvora, percusión, máscaras y muestras de buenas prácticas de diferentes asociaciones. Desde la Place d’Italy hasta la avenue d’Ivry, dragones de diversas naturalezas abrían el desfile y se paseaban a lo largo de todo él. Manipulados por grupos de hasta 8 personas bien coordinadas, los dragones bailaban coreografías imposibles y serpenteaban provocando a los asistentes. Estos dragones parpadeaban y hacían entonar sus mandíbulas para embelesarnos deliberadamente con sus humos de color de rosa.
Como el número de personas era ingente, los miles de presentes nos fuimos apretando hasta que público y desfilantes nos confundíamos los unos con los otros, agolpados en redor de la carroza de Siddharta, a la que todos queríamos llegar para quemar incienso y comenzar el año con buen pie. En cambio, claros de gente se producían por doquier repentinamente; se dejaba espacio cuando alguien preparaba una traca de petardos de dos metros de altura para quemarla. Las series de pólvora eran atadas a cuerdas dispuestas de antemano para tal fin, entre farolas y árboles a lo alto de todo el recorrido. El ruido de la dinamita quemada, que llegaba hasta nuestros duodenos, parecía excitar aún más a los dragones, que hacían temblaban los flecos de sus bigotes convulsivamente, al son de gongs y otros instrumentos de percusión para mi desconocidos.
Adherentes de asociaciones de barrio de diversa índole se vestían para la ocasión con trajes tradicionales. Espontáneas demostraciones de taichi, del arte del abanico, o sencillamente el deseo de un buen año venidero gritado a coro en múltiples idiomas. Algunos grupos de niños y mayores lucían máscaras de cartón piedra que ofrecían -a nosotros expectantes- un divertido efecto sobre-dimensionado. Al tratarse de un desfile abierto a todo aquel que quisiera celebrar el nuevo año del caballo, diversas asociaciones de antillanos colaboraron con pequeñas orquestas, grupos de baile y alumnos (niños y mayores) de gimnasios varios, demostrando sus habilidades en el ejercicios de las artes marciales a lo largo del desfile.
La posibilidad de re-recomenzar el año de nuevo, un mes después del habitual e inamovible 31 de diciembre, se abría aquí en París ante nuestros ojos como por arte de magia. La China del “13ème arrondisement” nos regalaba, compartiendo el ritual con todo el que lo desease, una segunda oportunidad para hacer borrón y cuenta nueva, para disfrutar de la ilusión del futuro, o para ser todos hijos de Confucio, aunque fuese solo por una tarde.
(1) El calendario chino es de base lunisolar, es decir toma como referentes los movimientos tanto solares como lunares para para definir el inicio de cada estación y cada año. Se divide en 5 ciclos de doce años regidos por animales distintivos: Rata, Toro,Tigre, Liebre, Dragón, Serpiente, Caballo, Cabra, Mono, Gallo, Perro y Cerdo.