En puridad no puede ser dicho que Rafael Grau Viel fuera emprendedor, porque emprendedor es quien emprende una cosa. Y él no emprendió nada en singular, sino que se pasó la vida emprendiendo.
Manuel Sogas Cotano
Corresponsal del Pollo en Andalucía (Sevilla)
Rafael Grau Viel
De origen valenciano y padre de nueve hijos, murió en Diciembre último en su casa de Alfonso XIII, pedanía de Isla Mayor, Sevilla, Rafael Grau Viel, que estuvo casado con Ángela Lahoz García de ascendencia turolense.
En 1942 llega a Alfonso XIII para cultivar arroz, lo que suponía convertir un armajal salitroso, con lucios y vetas en tierra de labor. Y eso hace.
En puridad no puede ser dicho que Rafael Grau Viel fuera emprendedor, porque emprendedor es quien emprende una cosa. Y él no emprendió nada en singular, sino que se pasó la vida emprendiendo.
En la década de los sesenta obtiene una concesión de unas cuatro mil hectáreas en lo que antes era el Coto de Doñana, al objeto criar anguilas que exporta a Alemania, Italia y Holanda. Lo que equivale a decir sin vuelta de hoja que impulsa el desarrollo económico de la zona y el consecuente e inherente crecimiento económico, de lo que deberían tomar buena nota todos los políticos y economistas actuales, sin distinción de colores (dado que no lo hacen), que confunden el crecimiento económico con el desarrollo económico, base necesariamente obligada de todo progreso.
Rafael Grau Viel, fue también ganadero de vacuno, porcino y aviar.
A mediados de los setenta tras los estudios pertinentes de un biólogo de la Universidad de Lousiana de EE.UU emprende lo que constituirá en muy poco tiempo un hito histórico dentro del panorama económico español en el sector, al introducir la cría del cangrejo rojo americano, que coincide con la desaparición del cangrejo autóctono, como consecuencia de un hongo proveniente de Europa, comenzando con 500 kgs. de la especie de dichos cangrejos (seguimos hablando de desarrollo económico de la zona), siendo el resultado final en términos económicos, la producción de miles de toneladas de este producto en sus distintas variedades en toda la zona de la zona de Isla Mayor y alrededores, y de otras comunidades autónomas a las que se extiende su producción,, como Extremadura, y en otros países como Portugal.
Esta aportación a la economía nacional y no solo local o autonómica, se debe exclusiva y originalmente a Rafael Grau Viel, que en términos sociales se traduce en miles de puestos de trabajo asalariado entre directos e indirectos y la correspondiente contribución a la protección del medio ambiente, por lo que supone de alimentación para las diferentes especies que se dan en el Parque Nacional de Doñana y su entorno.
Isla Mayor fue la promotora de lo que hoy constituye la primera comarca productora de arroz a nivel nacional, y una de las primeras a nivel europeo. Fue el primer punto de España donde por primera vez los agricultores musulmanes cultivaron el arroz, pasando posteriormente a la zona del Levante español, de donde unas pocas familias procederían siglos más tarde, a volver nuevamente a la Isla Mayor a re-continuar con el cultivo del arroz que iniciaran sus antepasados musulmanes, entre los que se encontraba Rafael Grau Viel, a lo que hay que añadir lo novedoso ya dicho y muy de pasada, en lo relativo al cangrejo rojo americano, que también se debe al mismo.
En cualquier pueblo, siguiendo la ley natural, mueren los viejos, que son los hijos de ese lugar.
En Alfonso XIII e Isla Mayor, por lo general, los viejos que mueren no son los hijos del pueblo, sino sus padres, porque los viejos que aquí mueren hoy son aquellos jóvenes que llegaron aquí ayer, hace setenta años, para inscribir en la historia un pueblo donde nada había, excepto un paréntesis de varios siglos vacíos de historia, que ellos hubieron de cerrar, para comenzar a escribir otra historia nueva con letras “gordas”, que hoy puede ser leía en España y fuera de España.
La normalidad de tener un pueblo ya hecho en el que nacer para luego vivir y después morir queda rota en Alfonso XIII e Isla Mayor, sus auténticos padres, tuvieron que invertir ese proceso de normalidad: empezando por hacer primero el pueblo, y luego, si acaso, vivir y morir en él.
Hay quienes le atribuyen al ser humano la racionalidad, cosa más que discutible, dada la irracionalidad sobre la que anda montada esta sociedad.
Lo indiscutible es que el ser humano no es nunca del todo sino hasta la hora de su muerte. Mientras vive está siendo, y llega a la cumbre de su ser cuando muere, porque después de la muerte, por sí mismo, ya no puede ser más.
Para el que no se tome la vida en serio, y por tanto, no sea capaz de ver más allá de la superficialidad de las apariencias, podría tomar como una anécdota, emocionante, pero anécdota, sobre todo, la despedida que de los suyos quiso Rafael Grau Viel: música y traca final de petardos.
Pero tan pronto se empieza a hurgar en la apariencia de lo que para algunos pudiera ser una simple anécdota, se cae en la cuenta de que Rafael Grau Viel, si algo fue en vida, ello fue fidelidad. Y si hay fidelidad a lo que uno cree, la erradicación de la maldad está asegurada. Por lo tanto, si fue un hombre fiel con sus creencias, puede afirmarse categóricamente que también fue un hombre bueno.
De la religiosidad teórica-practica de Rafael Grau Viel como cristiano no hay duda. En consecuencia, Rafael Grau Viel, no muere, porque el cristiano no muere, sino que muda de lugar. Pasa de la vida material de su casa a la Otra Casa espiritual donde el Padre le está esperando, lo que constituye el mayor anhelo de todo cristiano, y en consecuencia, Rafael Grau Viel no ve motivo de tristeza en su última despedida, por lo que le pide a sus familiares y amigos que ante su marcha y despedida momentánea, nada de penas desesperanzadas ni lagrimas, sino alegría, de la que lógicamente no queda exenta la tristeza que en sí misma lleva toda despedida de un ser querido, y por esta razón, pide a los suyos que en últimos momentos de compañía material, hasta el reencuentro en el más Allá, suene la música: el Ave María de Schubert y el Aleluya de Hëndel, y la última salida de su casa que esté acompañada por traca final de petardos, que en un buen valenciano que se precie, en las grandes celebraciones no puede faltar ni la música ni la traca, y un ataúd ligerito, de pino barato, que para el viaje de su casa al cementerio no hacen falta muchas cosas.
En suma: coherencia personal en Rafael Grau Viel. Coherencia personal que los declarados no creyentes, como es el caso de quien esto escribe, desearía para sí.
Si como creo, el deber de todo hijo consiste en redimir a sus padres, y una vez redimidos estos, caso de que lo logre, tiene que redimir a sus abuelos y así sucesivamente, lo que vendría a significar una monarquía al revés, en la que el descendiente no recibe del progenitor, sino que este es el obligado a dar a aquel, por mi parte no le arriendo las ganancias a los hijos de Rafael Grau Viel: María Ángeles; Rafael; José Luis; Esther; Manolo; Pedro; Fernando; Mari Carmen y Santiago, por el mucho y trabajoso tajo que les queda por delante: primero igualar al padre, y después superarlo para su remisión total.
Si es de bien nacidos ser agradecidos, tendremos que hacer los vecinos y vecinas de Isla Mayor, situar a Rafael Grau Viel en el lugar que le corresponde en la historia local y mucho más allá.