Clásicos Luna: Vida y Obras


Por Manuel Hernández (Santa Eulalia del Campo, Teruel, 1964)
Fotografías de Ricardo Huerga, Simón Aranda, Diego Rivera y Clásicos Luna

   19 de febrero, de 2008, 12:30 horas. Fuentes de Ebro: ese fue mi primer contacto con “Clásicos Luna”. Esa mañana recibíamos la visita de un grupo de teatro escolar del IES Pedro de Luna para representar “Truculentus” (“El cascarrabias”), de Plauto.

    Como responsable de la actividad en el instituto y en contacto y confianza con los gestores de la SCIFE y del cine de la localidad, me tocó abrir el teatro para la compañía y acompañar a sus integrantes detrás del escenario para que allí se cambiaran y prepararan antes de salir a escena. ¿Pero cómo podía caber tanta tanta gente tras la pantalla del cine, pegados unos a otros y en contacto peligroso con las calderas y tubos de calefacción y electricidad? ¡Qué ganas y qué vocación! La representación resultó un éxito y me dejaba el gusto agridulce de que, quizá, nuestros alumnos, a pesar de lo mucho que se habían entretenido, quizá, fuera la primera ¡y última vez! que asistían a una representación teatral, o, al menos, de teatro clásico.

   La recepción de este grupo se debía a los esfuerzos y apoyo en la gestión de la CAI, en una tarea impagable –entrañable y añorada- desarrollada por Antonio González (Zaragoza, 1963). Desde el Servicio Cultural de Caja Inmaculada programaba las campañas de “Teatro para jóvenes hecho por jóvenes”:

   No dudé en incorporar a Clásicos Luna a esta programación escolar ya que no solamente este Proyecto cumplía con los objetivos marcados, de acercar el teatro a municipios más pequeños y a un público adolescente, sino que además Clásicos Luna aportaba frescura y cercanía, al dirigirse al espectador joven con una propuesta realizada por actores y actrices jóvenes, igual que el público que asistía a verla… Con Clásicos Luna poníamos a disposición del profesorado una herramienta alternativa más en su labor pedagógica diaria que le pudiera servir de estímulo y apoyo, con el propósito de que su alumnado aprendiera a despertar y desarrollar las capacidades críticas a través del teatro y que el conocimiento de este arte multiplicara las posibilidades de disfrute entre el alumnado.

   Desde luego que con nuestro alumnado lo había conseguido, al menos en la fase de “sembrar” el gusto por el teatro y por la literatura clásicos.

   Justo al curso siguiente, y casi como carta de presentación en mi nuevo instituto, enarbolaba yo un artículo publicado en “El Periódico del Estudiante” de El Periódico de Aragón, escrito por uno de nuestros alumnos del “Benjamín Jarnés” sobre esa representación. Precisamente con este pasaporte entré como profesor a mi nuevo instituto, el “Pedro de Luna”. Volví a coincidir, ahora ya sin su maquillaje romano, con José Ángel Alegre (Hijar, Teruel, 1954), en su tarea de profesor de Filosofía y en su rol de Jefe de Estudios.

   Tuve la suerte de participar en la gestación y nacimiento del “Proyecto Clásicos Luna”, y desde el primer momento lo sentí, lo pensé y lo viví como un proyecto alegre, y generador de ilusiones y actividades compartidas. Para mí es muy bonito y emocionante formar parte de este proyecto colectivo que, tomando como referencia el Teatro Clásico, fomenta todo tipo de actividades educativas que tienen un componente vital fundamental, y que da mucha importancia a las relaciones humanas de todos los que formamos parte del IES Pedro de Luna.

   Desde mi entrada en el centro este proyecto colectivo me impactó y quise saber más sobre él. La presencia y empuje de José Ángel, sus múltiples esfuerzos por este proyecto, eran y siguen siendo apoyados por muchas personas, podemos decir, sin temor a exagerar, que por toda la comunidad educativa, pero nadie puede negar su liderazgo en el proyecto. Fue dejando la jefatura, las clases –ya jubilado-, pero sigue desviviéndose por “Clásicos Luna”, del que es abanderado solícito y diligente.

   Como decía, cuando llegué al instituto, con mi pasaporte de “amigo del teatro” y especialmente de “Clásicos Luna”, me quise enterar del germen de esa compañía. Me gustó conocer su historia, que todo el mundo cuenta como un relato en nebulosa, como una leyenda. Justino Sebastián, (Zaragoza, 1968)

   Pero, ¿qué sucede en el instituto? ¿Por qué aparecen huevos por las esquinas? ¿Qué va a pasar?… Expectación en el centro que culmina con la presentación del proyecto Clásicos Luna. Un grupo de exalumnos, grandes artistas, nos invitan a un desfile de moda romana. Sin saber cómo, aparecemos profesores junto con alumnos en unos baños acomodando una túnica improvisada, un maquillaje de fantasía o un cinturón hecho con tela sobrante… para finalmente, salir a un espectáculo maravilloso y colosal surgido de una idea originalmente minúscula.

   Todo partió de un huevo en el año 2002, y de ahí creció y creció una ilusión, un proyecto, una realidad, que se renueva y multiplica de año en año. Esos exalumnos que propiciaron y propician la vitalidad del proyecto se profesionalizaron en el arte escénico, pero no abandonaron este espacio escolar. Del grupo “La Clac” explica M. Ángeles Parroqué, una de las directoras artísticas de la compañía:

   Cada vez son más. Cien…ciento veinte…Chicos y chicas de doce a veinte años que llegan al primer ensayo. Entran por la puerta con cara de susto al principio. Ellos se sientan y nos escuchan. Pero el teatro es acción, y ¡tienen que actuar!. Jugamos al teatro, nos reímos, bailamos, cantamos. Ya tienen el gusanillo dentro. ¿Y ahora? ¿Cuál es el siguiente paso?: El espectáculo. Y ahí, tienen que demostrar su valía. No como actores, sino como personas. Demostrar generosidad, trabajo en equipo y sobre todo compromiso….Y cuando termina la función, gritos de alegría, nuevos amigos, y muchísima felicidad… Hay más, pero para mí, todo esto es Clásicos Luna.

  1. Ángeles expone su experiencia en presente porque cada año se renueva –yo me atrevería a sugerir que se complica-, pero antes de llegar al presente hay que rememorar ese pasado por el que han pasado tantas y tantas personas. Algunas se han involucrado tan bien en el proyecto que se han convertido, como José Ángel Alegre, en “uña y carne” con él. Es el caso de Esther López (Zaragoza, 1966):

   Yo llegué al instituto en el curso 2002/2003. Empecé con la  Odisea porque José Ángel  me animó. No quise hacer el casting aunque estuve presente en la selección. Y, en principio, yo me en cargaba de controlar a los alumnos actores del lado derecho del escenario: eran de primero de ESO y había que estar pendiente de ellos, que prestasen atención, salieran cuando les tocaba y ayudarles en sus múltiples cambios de vestuario y maquillaje.

   “La Odisea”… Múltiples cambios de vestuario y maquillaje…

   Tras las dos primeras comedias de la compañía “Pséudolo” y “El cascarrabias”, “Clásicos Luna” apuesta por la adaptación de un texto épico de gran extensión, para convertirlo en obra de teatro breve, con momentos de comedia y de tragedia, de ironía, de difusión de la cultura clásica y mucho humor. Yo creo que se viene aplicando una norma no escrita ni enunciada pero que está muy presente en el espíritu Alegre de la compañía: “crecer o morir”, o bien, “te multiplicas o caducas”. La gran apuesta por “La Odisea” tenía otro factor de complicación: contar con un centenar de actores, pero además, debían interpretar a muchos personajes, para adaptar a la escena la magnitud de “La Odisea” homérica, con entidad y dignidad. Esta complicación iba en paralelo con otro proyecto importante, y tan efímero: “El despertar de las musas”. Una de ellas, Isabel Esteban, (Zaragoza, 1993):

   Participar en la compañía Clásicos Luna ha sido algo que me ha acompañado a lo largo de todas mis etapas. El teatro sienta unas bases fundamentales en el desarrollo personal y profesional. En mi caso, por ejemplo, en el campo de la comunicación. Ser más consciente de la postura corporal, modular la voz, perder la vergüenza, descubrir textos, autores, personas, activar una sensibilidad especial que hace que sientas un cosquilleo cada vez que pasas cerca de un teatro. Como anécdota, ahora estoy en la radio, nunca había hecho nada relacionado pero, el haber hecho teatro, me ha dado más seguridad a la hora de hablar ante el micrófono.

 

  Isabel ya acababa sus estudios de bachillerato, pero queda muy claro por dónde se pueden explotar todas las potencialidades que da esta participación en un proyecto teatral de convivencia y formación. Tras mi primer viaje con Clásicos Luna a Sagunto con la representación de “La Odisea”, como acompañante y “fotografiador”, participé en este “Pasacalles del Despertar de las Musas” en el que también estaba involucrada Isabel, y cerca de doscientos alumnos más y decenas de profesores. Este pasacalles servía como prólogo a los Festivales Prosopón. Las musas iban acompañadas por comparsas que actuaban por las calles desde el antiguo teatro romano de Caesar Augusta, al Teatro Principal, donde pasaban el testigo a los nuevos estudiantes de las artes escénicas. ¡Qué complejidad! ¡Qué gran celebración de la cultura, el teatro y la convivencia! Menos de una hora e irrepetible… Luego vino un proyecto similar, otra producción propia: “El carro de Tespis”, con la misma finalidad, en el Museo de Zaragoza.

   Veía -y sigo viendo, por fortuna-, tanta vida empeñada y tantos esfuerzos, que con unos estudiantes de diferentes cursos, unos como reporteros, otros como montadores, grabamos un breve documental para el noveno certamen de Cine y Salud. Y es que los alumnos y yo mismo queríamos formar parte de la Historia de “Clásicos Luna”, y no hay mejor manera de entrar en esa historia que contarla a los demás, y en ese informativo contamos los ocho primeros años del proyecto.

   Fue alumna mía más tiempo Marta Valdearcos (Zaragoza, 1992), cuya experiencia es más reciente, y la está aplicando mucho más directamente:

   Mi paso por Clásicos Luna fue, para mí, breve pero intenso. Estuve 3 años. El primero para el montaje de “Medea”, y los posteriores para ensayos y funciones. A lo largo de este tiempo aprendí lo importante que es, sobre todo, llevarse bien con el equipo y estar en armonía. Y empecé también a comprender la importancia, la seriedad y la dedicación que llevan los proyectos grandes. Pero sin duda me quedo con los viajes y nuestro primer premio nacional en 2012. El haber hecho teatro donde se hacía hace miles de años y ver cómo la obra creció en ese instante como nunca lo había hecho. Y la emoción de mis compañeros cuando se hicieron los segundos de silencio y dijeron nuestros nombres…fue un momento muy bonito de emoción compartida por algo bello y grande que habíamos hecho. ¡Nuestro primer premio a nivel nacional! La euforia y la alegría desbordaron aquella noche.

   Marta ha seguido desarrollando en sus estudios artísticos, y en la Escuela Municipal de Teatro de Zaragoza se ha reencontrado con compañeros del instituto, con los que ha compartido una “profesionalización y familiaridad más clara hacia el teatro”. Para ella este derrotero profesional es una evidente consecuencia de haber participado en el proyecto educativo, porque aunque lo tomara como algo extraescolar, ahora tiene visos de futuro profesional: algo que agradece a sus directores Juan Luis y María Ángeles. Y ese primer premio nacional fue por “Medea”. En el repertorio de la compañía escolar era un título arriesgado: por primera vez una tragedia. Son más asequibles –y para todos los públicos- las comedias, de hecho, en paralelo, estaba en el repertorio otra comedia de Plauto: “Los gemelos”. La adaptación de la épica Odisea mantenía esos perfiles cómicos e irónicos para un destinatario similar, sin dejar de lado la dosis de ironía y recreación del clásico. La envergadura de montar una tragedia, aunque suponía menos reparto, no dejaba de ser de nuevo una “vuelta de tuerca”, una multiplicación de esfuerzos. Y como decía Marta, fue un gran éxito. Una de las mejores “Medeas” que en el mundo han sido. Y verla en un espacio cerrado, con sus juegos de luz y un mejor aprovechamiento del sonido, sobrecoge al alumno o a la persona más –aparentemente- insensible y desacostumbrada al hecho teatral. De ello he sido testigo muchas veces.

   Insisto en que la experiencia de Marta Valdearcos no debe equivocarnos sobre el talante y perfil del alumnado participante. No. No hay que equivocarse, el alumnado que pasa por la experiencia, tiene perfiles e intereses muy diversos. El encanto que conseguía Santiago Benedí (Brea de Aragón, 1991) haciendo y sufriendo de “Miles Gloriosus” es memorable. Seguro que nunca olvidará esta experiencia, aunque ahora esté estudiando para ser un buen maestro de Primaria. Yo tampoco podré olvidar cómo Juan Luis Pérez, el codirector artístico de la compañía, en Tarragona, sobre el escenario, entre una función y la siguiente, iba agudizando en los ensayos su intervención final en la obra para que su personaje resultase más y más humillado, degradado, animalizado, como un triste gatito que acaba rendido tras perder toda la gloria y dignidad, además del casco de tribuno romano.

   Para mí, Clásicos Luna ha sido un maestro de esos que te marcan para toda la vida, pues gracias a mi paso por este Proyecto Educativo, he madurado escénicamente y he adquirido confianza y motivación para continuar en el mundo del teatro de forma independiente.

   Efectivamente el alumnado que entra en el proyecto se transforma y esto lo perciben hasta los profesores. Aparte de su experiencia personal, Antonio Sinués (Longares, Zaragoza 1956) –siempre embarcado en personajes poderosos y potentes, hechos “a su medida”-, comparte esta anécdota proyectando su ojo clínico sobre la anécdota:

   Muchas cosas podía contar ya que han sido muchos años de fantástica colaboración, pero hay una que me emociona y es ver cómo chicos por los que nadie daba una “euro” por ellos, gracias al teatro, han dado un giro espectacular en su vida, incorporando a su día a día la disciplina, trabajo en grupo, autoestima, estudio, planificación… En la última obra me fije en dos de los actores, al terminar y ya en la plaza José Sinués, los padres de uno de ellos vinieron a saludarme, hubo una mirada cómplice entre la madre, el padre y yo hacia la joven actriz. No hicieron falta palabras para ver lo evidente. La actriz dijo “me toca descargar la furgoneta y luego nos vamos a cenar a (no recuerdo el nombre del sitio), adiós”. La madre me dijo: ¡qué cambio Antonio, qué cambio!

   La experiencia de profesores ya jubilados me da pie para exponer ramificaciones del proyecto teatral de fondo, inevitablemente relacionadas con “Clásicos Luna”. El compañero de personajes poderosos y rotundos de Antonio es Vicente Cazcarro (Ayerbe, Huesca, 1950):

   Clásicos Luna ha sido para mí… lo que siempre he querido hacer… aparte de ser maestro, educar, enseñar e instruir… Pues a través del teatro también se pueden realizar esas maravillosas labores. Y el origen de nuevos grupos teatrales que espero que no desaparezcan nunca, al igual que sus pilares: Mariángeles Parroqué, Juan Luis Pérez e Inma Carné… Y toda la comunidad educativa del IES Pedro de Luna.

   Ahí está la hermana (o hermano, mayor o menor –según se mire-) de “Clásicos Luna”, “Luna menguante”, compañía menor en objetivos, pero mayor en edad, menor en prez, pero nutrida de muchas de las personas que, como Vicente Cazcarro o María Ángeles Parroqué, comparten y reparten su afición por el teatro en ambas compañías.

   Ramificaciones. “Clásicos Luna” imparable. Antes de llegar al presente, hay que hablar de actividades teatrales que quedan en el interior del centro, pero que eclosionan de la misma raíz que el proyecto general. Tiempo llevan los “Clásicos” recibiendo en sus visitas a los alumnos del intercambio de Suecia, el intercambio más antiguo del centro, o recibiendo al alumnado de sexto que quiere conocer el centro escolar en las jornadas de acogida. Joséchu Zarranz (Zaragoza, 1968):

   Mi conexión más directa con CL es en dos momentos del curso, uno cuando los suecos nos visitan y son los romanos de la compañía de teatro quienes les sirven de guías en el Museo del Teatro Romano en montajes como una Visita teatralizada al Teatro Romano (2009-10 y 2010-11),  Los personajes de Medea se han perdido (2012-13), Buscando a Julia Livila (2013-14), Historia de un soldado fanfarrón (2014-15), La manzana de la discordia (2015-16) y el nuevo montaje de esta edición. El segundo momento es el de la colaboración de Clásicos en los talleres de bienvenida para los alumnos de 6º de Primaria de nuestros colegios adscritos, donde realizan un breve montaje con actores más jóvenes e inexpertos que se representa en escena cuatro veces seguidas como si de un microteatro se tratara cada día de taller… Me gustaría añadir que siempre que les he pedido apoyo a los responsables del teatro la respuesta ha sido “SÍ”, y así da gusto trabajar.

   Para María Martínez (Torrelacárcel, Teruel, 1968), que organiza también este intercambio, es fundamental la impresión que deja el proyecto en sus participantes:

   Mi participación ha sido breve y escasa en el proyecto. Me parece un proyecto ilusionante y multitudinario. Permite a los alumnos enfrentarse a un público en un contexto muy organizado y divertido. Actuar en escenarios de la talla del Teatro de Mérida, Teatro Principal de Zaragoza, Teatro romano de Sagunto y otros, impresiona y queda grabado en la retina y en el corazón de los participantes. ¡Menuda suerte!

   Durante el curso 2016-2017 se ha desarrollado otra “vía de explotación” del proyecto, que sirve para que los estudiantes vayan “fogueándose” en la interpretación de estos curiosos romanos del siglo XXI. Fernando Gómez (Zaragoza, 1976) quería que los alumnos noveles conocían la relación entre las ciencias y las humanidades a través del estudio de las estrellas y las constelaciones. Los alumnos mayores, de 3º y 4º de ESO representaban ante los de 1º un pequeño sketch sobre Hércules, que da nombre a una constelación.

   Trabajo como profesor de Biología en «el instituto de Clásicos Luna» y cada vez que he ido a ver una de estas obras he tenido la misma impresión: algo grande hacemos en este instituto. Al echarse el telón tengo el firme convencimiento de que si los chicos y chicas viven esa experiencia de cooperación, esfuerzo, ilusiones y desilusiones, pura emoción y sentimiento, entonces poquito importa que sepan o no la función de la mitocondria, u otros de los contenidos de estas clases de biología (clases sobre «el estudio de la vida»). Cada obra de Clásicos Luna, con su preparación, ensayos, viajes, nervios y puestas en escena es todo un curso intensivo de clases de Vida.

   Vida, vida y obra. Clases y fuera de las clases, recreos, tardes, fines de semana, vacaciones… Sacrificados por “Clásicos Luna”… O disfrutados gracias a… “Clásicos Luna”. Visitar Aragón (Alagón, Alcorisa, Borja, Casetas, Caspe, Ejea de los Caballeros, Sabiñánigo y Tauste,); o conocer España sobre los escenarios: Huesca, Bilbao, Mérida, Sagunto, Hospitalet, Tarragona, Tarancón. Para sacar adelante todo esto, inevitablemente se impregna y se conmueve todo el instituto, día y a día. El profesorado que llega por primera vez al centro, queda realmente impactado. Patricia Esteban (Zaragoza, 1972):

   Clásicos Luna es una experiencia que te sale al paso a cada momento en el Pedro de Luna. Tan pronto puedes encontrarte por el pasillo a tres diosas perfectamente maquilladas y vestidas para una sesión en el Olimpo, como escuchar  la cantinela del  «Somos griegos y troyanos…» en alguna clase lejana. Clásicos Luna es el Pedro de Luna, un proyecto que nos arrastra a todos al Principal, y tan felices de que ocurra, que nos lleva a aplaudir hasta que duelen las manos ante el resultado final del esfuerzo y la ilusión. Un ejemplo de que la suma de voluntades da para mucho en educación.

   De la misma manera que María Martínez comentaba sobre la impresión por parte de los alumnos y todos los que colaboran, se expresa la profesora de Tecnología Beatriz Planelles (Valencia, 1971), que con los compañeros de su departamento tiene una gran responsabilidad en la escenografía y atrezzo, algo fundamental, no sólo para que quede impactante y decoroso en el escenario, sino para que los actores incorporen y representen adecuadamente a sus personajes:

   Cuando llegué al Pedro de Luna en el año 2007, me ofrecieron colaborar en lo que yo pensaba que era un proyecto interdisciplinar de centro. Por supuesto, acepté y descubrí que Clásicos Luna es mucho más que eso, es una gran aventura que nos lleva a todos a descubrir el apasionante mundo de los héroes y dioses griegos, la cultura clásica. Y en cada una de las representaciones, en cada uno de sus éxitos, hay un poquito de cada uno de los que colaboramos. Participar en este macroproyecto me hace estar orgullosa no solo de trabajar aquí, sino de sentirme parte del Pedro de Luna. Orgullosa de SER del Pedro de Luna

   Vamos llegando al momento más reciente, aunque ya lleva dos años de gestación este nuevo huevo: la adaptación de la “Ilíada”. De nuevo un texto épico donde los directores teatrales tienen un trabajo previo de adaptación muy arduo para conseguir un texto dramático intenso, breve, entretenido y estimulante. El texto, la promoción, las nuevas camisetas, la difusión, los reportajes fotográficos… qué importante llegar a ámbitos donde “Clásicos Luna” también es muy respetado. Uno de esos ámbitos es la Universidad. La colaboración estrecha con el Museo Romano, con el Museo de Zaragoza y con la Universidad, han resultado muy enriquecedoras. En la Facultad de Filosofía y Letras, “Clásicos Luna” ha sido invitado en numerosas ocasiones, por ejemplo, para cerrar el curso académico, o para entrega de premios. José Vela (Zaragoza, 1962):

   Para mí, catedrático de Griego de la Universidad de Zaragoza, asistir a una representación de Clásicos Luna —lo digo siempre— es pura emoción. Emoción teatral, por supuesto, pero emoción humana por ver el entusiasmo de unos jóvenes, de unos todavía adolescentes, por obras tan lejanas en el tiempo, pero tan cercanas en esa emoción que ellos saben transmitir como nadie. Y qué decir del entusiasmo de antiguos alumnos, que siguen colaborando, de profesores, algunos ya jubilados, de los compañeros que asisten a las representaciones entusiasmados. Si alguien no comprende lo que significa la catarsis aristotélica, que acuda a una representación de Clásicos Luna.

   Desde la Universidad se ha desarrollado una viva retroalimentación al conseguir unas preciosas grabaciones de las representaciones en Zaragoza. Oscar Oteo (Zaragoza, 1964):

   Cuando me sugirió Gabriel Sopeña la posibilidad de grabar una representación de “Clásicos Luna”, creo que fue “Medea”, no sabía el equipo tan profesional pero sobre todo tan humano que me iba a encontrar. Desde entonces estoy enganchado a todo lo que hacen. Es magnífico que la CULTURA con mayúsculas tenga cabida en la educación desde tan jóvenes, pero tan importante como ésta es la gran cantidad de valores que los alumnos sacan de esta experiencia.

   Nos acercamos ya al presente. Los alumnos, hoy por hoy, inmersos en la “Ilíada”. Aunque en paralelo con la nueva “Odisea”, para ir a los colegios de primaria en Primavera, al paso que siguen de gira “Miles gloriosus” y “Medea”. Sí, todo a la vez. Las nuevas incorporaciones son alumnos recién llegados al centro, que se han visto agradablemente sorprendidos por esta seña de identidad que gusta a todo el mundo. Dos de ellos, en tercero de ESO, Andy Flores (Zaragoza, 2002) y Tarani Docando (Calcuta, 2002), están preparando, muy orgullosos, la nueva “Odisea” para ir a los colegios de primaria de la zona.

   Para mí Clásicos Luna es un grupo teatral muy satisfactorio y divertido, que abre puertas nuevas a la gente que quiera unirse a la compañía: cualquier persona que desee unirse al grupo y aportar su trabajo e ilusión tiene cabida en la obra que estamos preparando. Todas las personas, por pequeño que sea su papel, tienen una gran participación. Lo más importante es que te lo pasas bien y te diviertes… Y diviertes.

   Me acabo de incorporar a Clásicos Luna. Es una vocación que tengo desde muy pequeña: hacer teatro. Después de unos años se me presenta la oportunidad y el privilegio de entrar en una compañía. De pequeña mis padres tenían que “soportar” mis actuaciones familiares, ahora ya podré dedicarme y entregarme al público.

   Junto a la nueva versión de “La Odisea”, sigue, imparable, el magno proyecto de la “Ilíada” tuvo su estreno piloto hace un año en el Teatro de las Esquinas, después en el Teatro de Sagunto… Y ¡tachán! seleccionada para los Premios Buero: al Teatro María Guerrero. Esto suponía otra vuelta de tuerca, pues en muy poquitos días había que reajustar el número de actores, pasando de ochenta a treinta, minimalismo exigido por las bases del concurso. Y otro premio nacional. ¡Enhorabuena! Éxito que anima la obra para su desarrollo en el curso actual. Y así llega la representación al Teatro Principal, con todos los honores y garantías, en una jornada maratoniana con tres representaciones el último día de enero de 2017. Ana Aguar (Zaragoza, 2000):

   La Iliada en el Teatro Principal,  una obra repleta de trabajo, ilusión y magia. Sí, sobretodo magia, o por lo menos para mí el poder realizar una obra tan compleja y en ocasiones interminable de una manera al parecer tan divertida, emocionante y, como algunos dicen,  profesional… Todo ello tiene que ver con algo mágico. Llevo en Clásicos Luna hace cuatro años, y desde el primer momento hasta ahora lo he considerado algo mágico. Tanto que Clásicos Luna  ha sido uno de los factores más importantes para decidir mi futuro,  a lo que me quiero dedicar: ya que estoy estudiando Artes Escénicas y quiero ser actriz.

   Los nuevos actores presentan, de nuevo, variedad de vocaciones y destinos, manteniendo en común esta experiencia de origen. José Ugencio (Zaragoza, 1998):

   Clásicos Luna, desde luego, es una forma de abrir el teatro a los jóvenes, para que consigan entenderlo, respetarlo, y, lo más importante, amarlo. Bien es cierto que yo, desde una edad muy temprana, ya me vi tentado por el escenario, y muchas veces me vi confundido ante la opinión de mucha gente sobre las artes escénicas. Siempre me preguntaba que podría pasarles por la cabeza para no encontrar esa chispa que tiene el teatro, y desde luego, el proyecto Clásicos Luna es una gran manera de hacer llegar esa sensación al público joven. Pues el teatro no son solo unas cuantas personas recitando un texto en un escenario: es nervios en bambalinas, es lo que el público no puede llegar a ver, de cambios de última hora, de decenas de actores impacientes por comerse el escenario, de meses de trabajo detrás de cada obra, de lágrimas y sonrisas al cerrar el telón, de nuevas amistades que nunca te esperarías, de mil y una sensaciones en un escenario.

   Si José estudia el Bachillerato de Artes, Álvaro Arribas, Zaragoza, (2000), y Carmen Cavero, Zaragoza (2000), estudian en el de Ciencias Humanas y Sociales. A pesar de su corta edad, ya llevan un tiempo involucrados en la compañía, con varias obras y muchos papeles en su repertorio personal:

   Nunca pensé que al entrar en el instituto y este proyecto escolar, fuera a tener tanta importancia en mi vida. Tanto el teatro, como “Clásicos Luna”. Amo el teatro, y aquí puedo actuar con mi gente, rodeado de mis amigos. Con un “buen rollo” y una profesionalidad increíbles. Tampoco pensé que a mi temprana edad iba a tener papeles protagonistas. Tengo, tenemos mucha suerte de formar parte de “Clásicos Luna”: donde he vivido experiencias únicas y conocido a gente increíble. Aunque la compañía sale de un instituto, merece la pena ver sus obras. Espero no tener que dejarlo en mucho tiempo.

   La primera vez que llegué a un ensayo me moría de miedo. Miraba a los mayores con admiración y con nervios. Mis amigos y yo éramos entonces los pequeños del grupo y aún así eso no nos impidió hacernos amigos de los mayores. Por encima del repertorio, de los viajes, de los ensayos, todo tan estupendo, me quedo con todas las personas mágicas que he conocido y de las que he aprendido muchísimo y con las que he crecido.

   Ellos y muchos otros, casi un centenar, ya están pensando en la nueva representación, superados los nervios, o deseando sentir de nuevo ese gusanillo. Paula Murillo (Zaragoza, 1999):

   Y ya lo que es inenarrable es lo que sentía cada vez que el público, al terminar cada una de las funciones, se levantaba y se ponía de pie para aplaudirnos, y durante tanto tiempo. Después, abajo el telón, me invadió una sensación de bienestar, como imagino al resto de compañeros, porque todo iba saliendo bien, todo, cada una de las funciones, iba siendo un éxito. Felicitaciones entre nosotros, y felicitaciones de los directores de la obra… No se pueden explicar con palabras todos estos sentimientos… solo diré que ya los echo de menos y estoy deseando que llegue la próxima función para poderlos revivir: Huesca, el 28 de marzo.

   Son estas emociones, esta satisfacción compartida, las que llegan, también, desde los espectadores.

   Como final de reportaje ahí va esta lluvia de aplausos verbales de sus compañeros espectadores más jóvenes, de primero de ESO:

   Me gustó mucho la obra, fue un buen trabajo, por parte de todos. Me reí mucho y me encantaría volver a ver otra igual (Sara López)

     Me gustó porque fue muy chula y divertida, nos reímos mucho y me gustó el final (Fran Hernández).

   Me gustó mucho porque fue una obra teatral muy bonita y nos reímos y aplaudimos muchísimo. El final era genial y muy bonito. No sé, pero si yo hubiera estado ahí me hubiera dado mucha vergüenza (Loreto Gauxax).

   Me gustó porque estaba muy bien coordinada la música con la obra, y porque actúan muy bien y son muy divertidos (Cristina Izu).

  Me parece que estaba muy bien hecha, con partes de tragedia y partes de humor. Se me pasó súper rápido. Resumiendo: me encantó (Jimena Porca).

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