Alfredo Saldaña: Malpaís.

155Malpaís-Saldaña
Por Jesús Soria Caro

     Malpaís dibuja trayectorias fuera de los centros fijados, huyendo de los grandes relatos, de su discurso interesado que dicta una mirada dirigida por el poder. Se nos propone hacer un viaje hacia la primera mirada, la del yo libre anterior a los significados, la moral, la historia y sus dominaciones, al excesivo culto hedonista al yo y sus placeres insolidarios.

Se debe dejar atrás la identidad, la del yo dominado por una perspectiva económica, industrial, tecnológica, la que ha supuesto una banalizadora supresión de su verdadero yo libre.

 

Así, como el humo y la ceniza

que acarrean los restos

de lo que fuimos,

como un extranjero

que a solas, de noche y en silencio

se desplaza sin destino,

como el testigo de un tiempo

crecido frente a la adversidad,

avanzar y ser solo un papel en blanco

arrastrado por el cierzo que viene,

llega, cruza y ya se aleja,

[..]

Caminar,

adentrarse en mala hierba,

dejar atrás la identidad (Saldaña, 2015: 13)

Por eso su paisaje en un itinerario en dirección contraria a la Verdad, esa que se escribe con mayúscula porque es la única admitida, la impuesta, la que no permite otras realidades o miradas liberadas de lo establecido. Esto ocasiona que el yo poético se aleje de los lugares comunes del pensamiento, de los trayectos que sólo admiten una dirección. El yo poemático sale de la senda de la interpretación única, fuera de la Historia y sus construcciones de lo sucedido, relato que dejó fuera otras perspectivas silenciadas por intereses dominantes: “levantarse de nuevo contra viento y marea y en nombre /de nadie, en nombre de todos los reventados de la tierra” (Saldaña, 2015: 22).

El lugar común, aquello que se acepta sin ser discutido, la visión única de la vida, lo social y lo moral, es definido como un aguacero, algo que inunda de opresión, siendo corriente devastadora la negación que ejercen los que dominan y manipulan, aquellos que se dicen políticos, pero que no están al servicio del bienestar colectivo, sino al de sus intereses particulares. Son los gregarios de la dictadura global de lo económico, un nuevo sistema financiero mundializador que hará de los estados sociedades esclavas de lo monetario:

Llueve a cántaros sobre las plazas y las calles de las ciudades, arrecia el temporal y el agua arrastra consigo toneladas de podredumbre amontonada a lo largo de años y años administrados por expertos en el negocio del cambalache político y otras aves de rapiña.

Llueve sin compasión sobre la frontera cuando los espaldas mojadas se enfrentan a la corriente al intentar alcanzar la tierra que se extiende más allá de la otra orilla (Saldaña, 2015: 22).

Ese yo que camina a contra-verdad es aquel que puede alcanzar su yo libre que había sido retenido en el interior de la palabra, aprisionado en una forma lógica que no le dejaba paso hacia lo externo del pensamiento, la palabra pronunciada y la vida: Dragar/hasta dar/con el fondo,/abrir orificios/por los que el sentido respire/y explore vías de fuga. (Saldaña, 2015: 26). Esa dirección hacia una mirada libre requiere una contraescritura, un derrocamiento de los centros fijadores de lo aceptado que excluyen las diferencias, las otras lecturas más libres de la vida. Es un yo poético viajando a través del desierto de la Verdad, la Historia, siguiendo una contra-dirección que se aleja de las certezas prefijadas, los absolutos instaurados en el inconsciente colectivo, prisiones conceptuales encerradas en verdades indiscutibles. Ese recorrido de contra-realidad es aquel que: “nos hará libres/de cualquier certidumbre y posesión” (Saldaña, 2015: 31).

Es necesario salir de estos caminos dirigidos, marcados por las lecturas compartidas, heredadas. La palabra y el pensamiento son cárceles de un punto de vista homogéneo, nacido de las imposiciones y el dominio. Hay otra cara, el otro lado del yo, ese que define su esencia libre y que ha sido silenciado por la moral, la lógica, la tradición, pero sobre todo por  la identidad que no nos pertenece, ya que es un puzzle de negaciones constituido sobre todos los elementos arriba citados. Se debe forzar el lenguaje y el pensamiento hacia lo que no puede ser vivido, nombrado ni conceptualizado. Buscar esa otra verdad del yo, esa forma hueca, sin palabra, vaciada de la totalidad de los sentidos, pero que es la afirmación de los otros lados de lo real que quedaron fuera del signo. El lenguaje, que es afín a un sistema de pensamiento, crea un orden de seguridades que anula el otro lado del significado, el que habita en la otra parte de la frontera de lo posible, la verdadera tierra de lo libre. Por eso “Soltar lastre” nos propone que las palabras deberían ser caminos minados que han de estallar para que nazca una nueva visión del mundo, un nuevo significado que renueve el pensamiento y las prácticas vitales:

Caminar sobre palabras minadas hasta conseguir que los sentidos salten por los aires y liberen al mundo de todo ese lastre que le impide respirar (Saldaña, 2015: 35).

El lenguaje se define como carne de lo verdadero, cuerpo de realidad inmutable que no puede ser troceado en diferencias libres de lo unitario, de los centros de poder. Por eso se nos propone abrir la carne del pensamiento, desangrarla de otredades, sajar la sangre de lo no permitido, para que sea así palabra que se autocuestione a sí misma:

 

Sajar la carne del pensamiento

hasta que se desangren

la encías del aire.

Hacer de ese bicho raro y peligroso

que es la figuración

la estrategia con que desmantelar

nuestras bases poéticas.

[…]

País de nadie, teoría,

palabra que cuestione su palabra (Saldaña, 2015: 46).

 

El lenguaje de Malpaís es como el mito de Narciso, al igual que el personaje mitológico se mira a sí mismo alcanzado un reflejo introspectivo, traspasando también el espejo de lo externo para hundirse en lo interno, en lo que queda atrapado antes de la forma externa. Hay en el poemario una semiótica de los orígenes, una búsqueda del no-lenguaje, intentando alcanzar ese pre-pensamiento anterior y libre de la forma lógica. Se debe fundar una nueva semántica de lo otro, lo que quedó silenciado y prohibido, tras forzar el lenguaje y su sistema de pensamiento hacia otras posibilidades:

 

Volcar ideas, signos, imágenes, símbolos

y conceptos con el propósito de fundar

una nueva semántica en malpaís.

 

Tensar, retorcer el lenguaje,

alargándolo, estirándolo al máximo

hasta descuartizar el sentido (Saldaña, 2015: 47).

Ese nuevo orden otro de libertades nacerá con un lenguaje que sea semilla de diferencias, que haga posible el fruto de lo que se silenció y se dejó en los márgenes de la palabra, el pensamiento y la práctica vital, lo que se logrará:
abonando un pensamiento no sometido que se levante contra ese cielo infernal a partir de la ruptura de ciertas formas preminentes de entender la existencia, basado en el potencial emancipador de un lenguaje que no renuncie a su fuerza insurgente y expansiva, articulado alrededor del árbol de la vida (Saldaña, 2015: 48).

 

El lenguaje debe ser explosión de la realidad, detonación de mundos cerrados y miradas encarceladas en lo dictado por la tradición y el poder. Por eso debe estallar en infinitas formas de lo otro, en fragmentos de diferentes libertades y visiones múltiples:

 

Hacer del lenguaje

un campo de minas

en el que todo pueda

en un momento

saltar por los aires.

[…]

Lograr que el lenguaje

actúe por un instante

con la intención

de renombrar la existencia

y el deseo de hacerla otra (Saldaña, 2015: 50).

 

La mirada tecnológica ha favorecido una única perspectiva de cómo entender lo real, fijando modos unificados, compartidos, globalizados. Esa única visión olvida y oprime lo que queda fuera de los centros, de las verdades impuestas y asumidas de forma gregaria, elimina la diferencia de aquellos que han hecho de la otredad una patria de libertades; por eso lo tecnológico es el instrumento de este orden global que elimina todas las disidencias enfrentadas a su cultura homogeneizadora y supresora:

 

Enredado en sus asuntos virtuales,

aislado en su ecoparaíso sentimental,

postecnológico y digital,

hiperconectado

[…]

es incapaz de interrumpir

el curso de los acontecimientos,

abrir los ojos, ver y comprender

que hay realidades

en blanco y negro

que no se dejan atrapar

en la pantalla de su iPad de última generación

y pesan lo que pesa una mala conciencia,

hacinadas en la trastienda de la tierra,

apiñadas en el desván del planeta,

amontonadas en el sumidero del mundo,

enterradas en el vertedero de la historia (Saldaña, 2015: 70).

 

Se requiere para encontrar la voz perdida del yo libre, aquella que fue anterior a todas las identidades sociales y morales impuestas, desactivar el relato del mundo, su construcción de una perspectiva manipuladora. La verdad es un lugar que podría ser representado metafóricamente como una especie de casa impoluta en la que, ante la visita de los dueños de la imagen impuesta del mundo, se ha apartado la suciedad de aquello a lo que no se le ha permitido ser. Esa falsa higiene de lo perfecto se debería manchar de otredades, desvelando ese escenario maquillado, que solo deja espacio para lo que se adecua a su diseño sociomoral creado a media de un orden global, dominador y anulador de subjetividades, razas, miradas libres y naciones fagocitadas por lo económico:

 

Poética del borde:

 

rescatar

entre montañas de escombros

los materiales de deshecho

y los puntos ciegos

que han quedado abandonados

en los vertederos de la memoria,

al margen del camino,

bucear

en los mares de la infamia

hasta dar con el hueco

donde se pierde el deseo

y ser ya un hombre libre,

un hombre,

atravesar

los túneles que recorren

de norte a sur

el corazón destrozado de la tierra

y respirar

junto a los que luchan por respirar,

adentrarse

por las cañerías de la historia,

esos orificios negros

donde se amontonan los miserables

que el débil recuerdo

ha arrastrado al olvido,

recuperar

las voces de los excluidos

y reventados por el poder,

explorar

en las factorías de la verdad

hasta desenmascarar la fórmula

de todas sus falacias (Saldaña, 2015: 75-76).

 

Todo el poemario juega con la idea del margen, de la apertura hacia el otro yo que marcha fuera de lo prohibido, negado, borrado, censurado, descentralizado. La mirada de lo real es un camino vallado en el que no se puede transitar libremente, el recorrido moral y social está ya trazado. Pero el yo otro libre camina a contra-verdad, se opone a los itinerarios señalizados que anulan su verdadera voluntad, que son mirada no condicionada. El logos, la moral, son direcciones hacia lo admitido, perspectivas que han ido borrando los vestigios del primer yo libre, aquel que era un no-yo, ya que su perspectiva no estaba contaminada por una identidad predeterminada en lo social y en lo moral. Por eso es necesario:

 

Borrar las huellas que el logocentrismo

ha sellado sobre la arena de la historia:

 

contraescritura, contrafacción, contrapunto.

 

Y frente a esos elegantes asesinos de palomas

que declaman edulcoradas poesías de amor.

 

contrainformación, contradiscurso, contradicción (Saldaña, 2015: 84).

    Malpaís es un lugar de destierro, una metáfora de un espacio moral e introspectivo en el que el yo otro, errante de su verdadera voz perdida debería encontrar su identidad negada, aquella que no se somete al poder, a discursos que homogeneizan al hombre, que lo hacen copia de subjetividades de lo externo, vacías de una auténtica consistencia interna. El yo posmoderno es el resultado de siglos de dominio de la voz otra libre, aquella anterior a lo social, a la historia y sus juegos de poder. Malpaís es un regreso introspectivo a ese topoi de la mirada otra, aquella que se perdió con el progreso, la civilización, lo tecnológico, y que ha terminado de sucumbir en la era del yo posglobalizado.

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