POESÍA: Poemas de Juan Carlos Abril

155poema-juan carlos abrilP
Juan Carlos Abril
(Los Villares, Jaén, España, 1974) es Doctor por la Universidad de Granada y actualmente profesor de Literatura Española en dicha Universidad.

Ha publicado los libros de poemas Un intruso nos somete (1997, 2004), El laberinto azul (2001), Crisis (2007), y Poesía (1997-2007).

Ha preparado ediciones de autores como Luis García Montero o José Manuel Caballero Bonald, y preparó la antología Deshabitados (2008). También ha traducido, junto a Stéphanie Ameri, Las cenizas de Gramsci, de Pier Paolo Pasolini, o Los Indomables, de Filippo Tommaso Marinetti, entre otros.

Forma parte de numerosas antologías, entre las que destacan 10 menos 30. La ruptura interior en la «poesía de la experiencia», de Luis Antonio de Villena (1997), Yo es otro. Autorretratos de la nueva poesía, de Josep M. Rodríguez (2001), Veinticinco poetas españoles jóvenes (2003), o Cima de olvido, de Rafael Alarcón Sierra (2006).

También ha publicado crítica literaria y poemas en diversas revistas como Ínsula, Cuadernos Hispanoamericanos, Historia y Política, Rilce, Letras de Deusto, La Estafeta del Viento, Litoral, El Maquinista de la Generación, Sibila, Humanitas, Analecta Malacitana, RevistAtlántica, Renacimiento, Clarín, Campo de Agramante, Prima Littera, La página, La Poesía, señor hidalgo, o Cuadernos del Matemático. Dirige la revista Paraíso.

 

TRAICIÓN

 

Este mundo de enfrente se encarama

donde puede y es tuyo sin saberlo,

a tu vida traiciona sin buscarlo

y no tienes la culpa.

 

En el pasado

fuiste feliz con la tranquilidad

de aquellos sueños, todas las promesas:

habitaba en tu mente un bosque inmenso

y siempre te asombrabas

con el murmullo de las caracolas.

Te sentías seguro en sus manos, protegido

por la mirada noble y bondadosa del padre.

Detrás de su existencia sólo había

una debilidad única: tú.

 

Nunca

más brillarán los ojos como entonces,

víctima de una infancia

demasiado perfecta.

 

 

EL CLAVO

 

Todo lo revivido se estremece.

 

Repites las historias muy despacio

con los nombres del mundo de los muertos

pues lo bello, al final, resulta triste.

 

Las huidas sin carrera son la imagen

grotesca de los sueños, el agua que se escapa

entre las manos y, por eso, prefieres

cambiar aquellos nombres y lugares, dejar

sólo los hechos con los sentimientos

que arrastran.

Puede ser una señal

y casi te deslumbra.

 

En el dolor, no obstante,

el abrazo es más rápido que un cepo.

 

Ser uno mismo, sí, pero antes ser de otros.

 

 

FLOR PENSATIVA

 

A Stéphanie Ameri

 

Entonces entender es la fractura,

otra omisión

que no se justifica.

Vas surgiendo

desvaída en el punto en que se rompe

aquel olor de hojas que la brisa

como una nueva explicación del mundo

distrae, alegremente.

Estás sentada.

Tan despeinada y pálida después

del esfuerzo infeliz y del trabajo.

 

No hay repetición.

Son nombres

que ofreces al azar y, sin embargo,

impensables sin esa compasión

que crece derramada por tu boca,

ese licor de la imprudencia.

Ahora

descansas. Estás sola.

 

Y es un filo brillante

que a todo da sentido, siempre ahí

desde lo más oscuro, sin ser dicho.

 

 

(De El laberinto azul, 2001)

 

 

 

 

EMOCIÓN BREVE

 

Por la escalera azul de la mañana

el deshollinador.

 

Su piel de escamas y sus cejas

serpentinas, felices

 

bailan. Todo podrá cambiarse,

dice. Nada me toca.

 

 

(De Crisis, 2007)

 

 

 

DON DE LA INGENUIDAD

 

Cuando regreses

a la ciudad verás las ilusiones

que madrugan con sus acentos

incapaces de desprenderse

del pasado, que ignoran

lo mismo que nosotros.

 

Tú ni siquiera sabes por qué vives,

cómo es posible limitar

la realidad de varias formas,

si es tuyo este deseo

en la utopía de los débiles,

rebeldes, nunca hermosos.

 

No dormirán las culpas hasta tarde

y en su espiral el ruido

con su dragón ajuglarado

bisbiseará un nuevo día:

Horarios imposibles,

beata actividad.

 

Contra ti mismo cuántas veces;

cuántos modos conoces

de hacerte daño.

Ya no quedan violines

y la melancolía de las fuentes

posee menos memoria

que sentido común.

 

He de explicarlo casi todo.

El tiempo, como un herpes, su sintaxis

sin posibilidad. Irás

pero no volverás.

Este país tiene la pata herida.

 

Yo quise destruirme

fregando platos,

dije lo que me apetecía.

 

En los desfiladeros

de mis eses,

con el afán

de principios de curso

superé mi propia rutina

y eliminé

lo que no soportaban.

Unos dicen que ha muerto,

otros que nunca morirá.

 

Aún así

te convences con poco.

 

Colono de una lengua

que hoy sigues recordando,

quiero reírme

de esas largas genealogías

mientras diseño aquí mi casa:

encinas y palmeras,

tamarindos,

palabras con descuento

e insistencia:

es tu virtud.

 

Y otro episodio

dentro de ese vacío

infantiloide

que debes aceptar

intermitente,

la descripción de un personaje

con flexibilidad: ser puente o río.

 

(Inédito)

Artículos relacionados :