Domingo Sanz Azcona: siete décadas de fructífera producción artística

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Por Manuel Medrano

   Y lo que le queda, a la vista de cómo se encuentra a sus 89 años. No es un decir, quienes le conocéis sabéis que no exagero. Domingo Sanz Azcona es un “monstruo” en la sexta acepción que del término recoge el diccionario digital de la RAE: ‘Persona que en cualquier actividad excede en mucho las cualidades y aptitudes comunes’.

   Y así es, pues si se hubiera dedicado plenamente al arte, hoy sería un artista reconocido a nivel nacional y, muy probablemente, internacional, más allá de los estrechos límites regionales.

   Domingo nació en Tudela (como yo) en 1927. A los cinco años su familia se traslada a Zaragoza. Su padre era un importador de máquinas industriales de coser, a lo que se dedicó para vivir y seguir pintando. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Zaragoza donde fue discípulo de Félix Burriel y Torres Clavera, obteniendo Premio Extraordinario (en 1947), fue copista en el museo durante los tiempos de Marín Bagüés, también miembro del Estudio Goya (en el que ingresó a los 14 años y al que volvió tras su jubilación a los 68 años), y tomó parte en las primeras exposiciones de la Escuela de Zaragoza junto a Lagunas, Laguardia y Aguayo. Tras un periodo en el que trabajó la abstracción pura al óleo, volvió luego a la figuración hasta evolucionar llegando a su actual estilo, personal e inconfundible.

   De la extensa conversación con él en su estudio voy a destacar algunas cuestiones que me parecen muy importantes. Domingo cree, como sus maestros, que el dibujo ocupa un plano superior al de la pintura, que es fundamental saber dibujar, y él lo hace con gran maestría y en muy pocos trazos continuos. También me transmite que, según le enseñaron, primero hay que dibujar del natural (modelos en el estudio), luego pasar a la copia de estatuaria clásica, para volver después a plasmar el cuerpo humano en vivo y en directo. En este sentido, el artista muestra su predilección por la estatuaria grecorromana, especialmente la griega, helenística, y las producciones renacentistas que siguen esta línea estética, de cánones y expresión corporal que transmite sentimientos y/o belleza al espectador.

   Pero, lo mismo que ensalza la maestría en el dibujo y la pintura figurativos, advierte de que su mayor admiración la acaparan aquellos que son capaces de elaborar una abstracción rica y original, que transmita y aporte algo nuevo. Además de señalar que, hoy día, muchos retratistas y paisajistas trabajan, no sólo sobre fotografías previas que copian en el lienzo, sino sobre plantillas, lo que hace difícil la valoración técnica del autor, pone de relieve que eso no es posible con la abstracción, donde copiar fotografías no sería la base principal del resultado final. Todo esto explica que, siendo un gran pintor figurativo, ya en 1947 Domingo tenía abstracciones, de modo que es un ejemplo entre aquel conjunto de pintores abstractos, caso único en España, que desarrollaron su obra en Zaragoza entre 1947 y 1951. Hoy día, aunque sigue elaborando todo tipo de obras (figurativas, abstracción figurativa, etc.), su última línea creativa consiste en abstracciones geométricas con proliferación de cuadrados, rectángulos, círculos y óvalos, ubicados como norma en el lugar exacto para enfatizar un poderoso y sereno equilibrio, combinando la racionalidad geométrica con el impulso vital que el propio autor emana en persona.

   Trabaja sus obras al óleo, pastel, acrílico o con pigmentos que él elabora sobre base oleaginosa, utilizando una muy depurada técnica para plasmar sus creaciones sobre lienzo, tabla o metacrilato. Investiga también, y utiliza muy acertadamente, nuevos elementos como el tejido de fibra de pita o materiales reflectantes.

Domingo Sanz Azcona realizó su primera exposición individual, comisariada por el periodista García Bandrés, en 2008, titulada Imágenes de una aventura vital 1947/2008, que vio la luz en Albarracín en la primavera de ese año. Después ha participado en varias colectivas, entre ellas la que llevó a cabo con Paco López Francés y Julia Reig en 2011 en la sala de la Asociación de Artistas Plásticos Goya-Aragón (pulse aquí), protagonizando más recientemente una individual también en la sala de esta entidad en junio de 2016 (pulse aquí).

    Montañero, piragüista en Helios y persona de infinita curiosidad, excelente memoria y gran perspectiva de la evolución del Arte en estas últimas siete décadas, es admirador de la obra de Mark Rothko, Jackson Pollock y Andy Warhol, y mantuvo amistad con grandes artistas como Mariano Villalta Lapayese o el pintor y dibujante humorístico José Cerdá Udina (padre de Pepe Cerdá Escar), entre otros.

    Domingo conserva ejemplos de su variada producción a lo largo de toda su trayectoria artística, y sigue creando obras de su nueva línea, muy atractiva por cierto. Por calidad y mérito debería ser, a no tardar, protagonista en uno de nuestros grandes espacios expositivos zaragozanos. Esperamos verle pronto inaugurando una gran muestra de su enorme acervo pictórico, pues para ello tiene material más que suficiente y mucho más nivel que algunos de los que exponen en esos lugares.

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