Por Lolita Piedrahita
El próximo sábado 4 de mayo, al igual que en más de dos centenares de ciudades de todo el planeta desde 1999, tendrá lugar en Zaragoza la marcha Mundial de la Marihuana en reclamación de una regulación del cannabis más acorde con los derechos de los ciudadanos y la realidad de una planta que es persguida sin motivo razonable alguno desde que en 1937 se prohibiera su uso en los Estados Unidos de América tras el descubrimiento del náilon.
La marihuana no es sino el resultado de secar las flores hembras de la planta del cáñamo (Cannabis Sativa L.) para su consumo por medio de la fumación o por ingestión en forma de tinturas, infusiones u otros métodos de consumo oral (diluída en salsas, tortillas, mantequilla, leche, etc).
La actual legislación española al respecto provoca continuos abusos de ley por parte de las Fuerzas de Orden público, en forma de cacheos que frecuentemente atentan a la intimidad de los ciudadanos e incautación de plantaciones destinadas al consumo personal, con el consecuente perjuicio económico y sanitario de la ciudadanía afectada. Actualmente, alrededor de medio millar de asociaciones de consumidores de cannabis reclaman en España modificaciones legales en la línea de lo que está sucediendo en lugares tan dispares como los EE.UU., Uruguay o la República Checa.
La manifestación partirá a las 19’00 h. de la plaza de las Canteras para bajar por la Avda. de América, Pº Cuéllar, Pº Sagasta y calle de la Paz, para acabar en la plaza Albert Schweitzer, donde se leerá un comunicado a la población aragonesa.
COMUNICADO DE LA SECA A LA CIUDADANÍA (MMM2013)
Ciudadanas y ciudadanos:
Celebramos hoy en Zaragoza, un año más, la Marcha Mundial de la Marihuana, que viene celebrándose en centenares de ciudades de todo el planeta desde el año 1999. Y, un año más, tenemos que denunciar la falta de avances en esta materia por parte del Reino de España, un Estado basado en una Constitución desde cuya redacción ha llovido mucho. Tanto que es papel mojado.
Una Constitución que proclama el Derecho a la Vivienda mientras se desahucia a la ciudadanía maltratada por la situación económica. Una constitución que proclama el Derecho al Trabajo mientras las leyes facilitan el despido y crear una empresa cuesta una cantidad de tiempo y dinero sólo al alcance de las clases acomodadas, sin facilitar el autoempleo ni modificar los reglamentos de autónomos de manera que sean sostenibles para el trabajador por cuenta propia. Una Constitución que consagra los Derechos a Sanidad, Educación y Justicia, mientras el Gobierno implanta tasas que imposibilitan el acceso a ellas por parte de la mayoría de la población.
En ella, también se consagran los Derechos de reunión, asociación y libertad de conciencia, pero, una vez más, es todo papel mojado.
Mientras en los Estados Unidos de América, principales promotores del prohibicionismo que gobierna el planeta, cada vez más Estados aprueban en referéndum la legalización de la marihuana, no ya para usos terapéuticos, sino lúdicos; mientras en naciones tan dispares como la República Checa y Uruguay se avanza en la legalización; mientras en Italia y Francia empiezan a surgir con fuerza asociaciones de consumidores, en España, tras más de quince años de lucha política, se nos sigue persiguiendo como si fuéramos delincuentes.
En Aragón llevamos el cáñamo en la sangre. Lo cultivamos desde que tenemos uso de razón como homo sapiens. Durante siglos, si no milenios, ha sido la base fundamental de nuestra cultura. En los restos arqueológicos de la Aljafería, el catedrático emérito de la Facultad de Zaragoza, Manuel Martín Bueno, encontró pipas aptas para la fumación de sustancia vegetal. Y en aquella época (siglos X-XI), el tabaco no había llegado de América. ¿Qué fumaban nuestros ancestros árabes?
Durante los siglos XV a XIX, el cáñamo aragonés proveyó de velas y maromas a la Marina Española, hasta el punto de que la ciudad de Calatayud fue la única del interior peninsular con delegación de la Marina.
Desde que, en los años 60 se instaló el estilo de vida americano en nuestro país y cambiamos el cáñamo por el tergal, nuestra salud se ha ido deteriorando. Desaparecieron los cañamones de nuestra dieta y empezaron a proliferar el colesterol y el cáncer. Nos escamotearon los remedios de la abuela y sustituyeron las plantas por pastillas.
En 1982, llegó el PSOE al poder con tres promesas: 800.000 puestos de trabajo en un año, salida de la OTAN y legalización de las drogas. Los 800.000 puestos de trabajo costaron toda una legislatura, La OTAN, de entrada, no, pero de salida, tampoco. Y la legalización de las drogas duró 3 meses, de marzo a junio del 83. Impuso sus criterios el triunvirato formado por el Papa de Roma Juan Pablo II, Ronald Reagan y Margaret Thatcher, secundados por la Reina Sofía, que en 1985 fundaría y presidiría la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción. Curiosamente, en la última entrega de premios de dicha asociación, no pronunció discurso alguno, en contra de lo habitual en todos los años precedentes. ¿Sería por el reconocido fracaso de la Guerra contra las Drogas?
Y es que en 1988 se aprobó un nuevo Tratado sobre Drogas, que sustituía y reforzaba al anterior, del año 1971. En este Tratado, conocido como el Tratado de Viena, se proponían incrementar medios humanos y económicos para, 20 años después, en el 2008, haber eliminado todo cultivo ilícito de opio, hoja de coca o cannabis. Obviamente, han fracasado. Lo reconocían ya los informes Buittenweg y Catania del Parlamento Europeo ya en los años 2001 y 2004, y la ha reconocido la propia ONU en su informe Reuters, del 2009. Sin embargo, los gobiernos de las diferentes naciones firmantes, como el español, no se dan por aludidos y persisten en políticas prohibicionistas absolutamente trasnochadas.
En la línea de los Tratados Internacionales sobre Drogas firmados por España, en 1992 se aprobó la Ley Orgánica 1/92 de Seguridad Ciudadana, más conocida como Ley Corcuera, que en su artículo 25.1 califica como «infracciones graves a la seguridad ciudadana el consumo en lugares, vías, establecimientos o transportes públicos, así como la tenencia ilícita, aunque no estuviera destinada al tráfico, de drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas, (…), así como el abandono en los sitios mencionados de útiles o instrumentos utilizados para su consumo.» A pesar de que la instrucción 19/2005 del Ministerio de Interior de fecha 13 de septiembre del 2005, afirma textualmente en el primer párrafo de su segunda página que «según (…) sentencia de la sala 2ª del Tribunal Supremo, de 7 de julio de 1995, el cacheo es un acto de investigación policial efectuado por los miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, consistente en el registro de una persona para comprobar si oculta elementos que puedan servir como medio probatorio de la comisión de un delito«, sin existencia ni indicio de delito alguno se procede a registrar a la ciudadanía sospechosa de portar cannabis u otras sustancias prohibidas.
Del mismo modo, las Fuerzas del Estado abusan del artículo 368 del Código Penal, que dice que «Los que ejecuten actos de cultivo, elaboración o tráfico, o de otro modo promuevan, favorezcan o faciliten el consumo ilegal de drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas, o las posean con aquellos fines, serán castigados con las penas de prisión de tres a seis años y multa del tanto al triplo del valor de la droga objeto del delito si se tratare de sustancias o productos que causen grave daño a la salud, y de prisión de uno a tres años y multa del tanto al duplo en los demás casos«. A pesar de que los tribunales han reconocido el derecho a cultivo para consumo personal, en virtud de este artículo se siguen incautando plantaciones particulares, con el consiguiente perjuicio para los ciudadanos y ciudadanas afectados.
Por ello reclamamos la modificación de dichos artículos del ordenamiento jurídico español, con la eliminación de los términos «tenencia ilícita», en el caso de la Ley Corcuera, y del «cultivo y la transformación», en el caso del Código Penal, como un primer paso en el reconocimiento de la autonomía bioética que todo Estado democrático debe respetar por pertenecer a la privacidad personal del individuo.
Del mismo modo, reclamamos del Gobierno aragonés, como ya hicimos en el 2005 a través de los representantes de la Chunta Aragonesista en las Cortes de Aragón, que cultive cannabis por medio de los organismos e instituciones existentes para su distribución a los aragoneses a los que no funcionan adecuadamente los tratamientos presuntamente científicos o sus efectos secundarios les resultan intolerables, para su distribución a través del Servicio Aragonés de Salud, y que faculte a los médicos para recomendarlo a sus pacientes en estos casos. Del mismo modo, es imprescindible ya la creación de una comisión conjunta del Gobierno aragonés con los representantes de las asociaciones de consumidores de cannabis aragonesas con vistas a regular de una manera clara su funcionamiento y evitar el limbo legal en el que nos movemos, que deja a expensas del criterio de los jueces la legalidad de nuestras actividades.
La recuperación del cáñamo, libre de las cortapisas de la prohibición, ayudaría a regenerar el planeta y democratizaría la economía, reduciendo la servidumbre de los grandes financieros petroquímicos y repartiendo la riqueza entre los ciudadanos productores y transformadores. Una hectárea de cáñamo produce tanto papel como 4 de bosque, siendo cuatro veces más reciclable. La ingesta de cañamones, ricos en ácidos linoléico y linolénico, que ahora nos venden como omega-3 y omega-6 añadidos a los alimentos comerciales, mejoraría la salud general de la población. La ropa de cáñamo es la más estable electrostáticamente, hasta el punto de que en las factorías de textiles sintéticos los trabajadores están obligados a vestir prendas de cáñamo, en prevención de que la electricidad del ambiente pueda provocar una chispa que produzca su ignición. Los revestimientos de cáñamo para la construcción resultan inmejorables por sus propiedades aislantes térmica y acústicamente. El mero cultivo del cáñamo regenera el terreno y el rendimiento de su proceso de transformación de energía solar en dióxido de carbono es máximo, contribuyendo así a la regeneración de la atmósfera y la reducción de la capa de ozono.
La marihuana, tan temida ella, no es sino el resultado de secar las flores hembras del cáñamo en su punto de maduración adecuado. Por ello pedimos:
¡REGULACIÓN DE LA MARIHUANA, YA!