Exposición: «Hijo de la Luz y de la Sombra»

Serrat la inauguró. Además de denominar la singular exposición que podemos disfrutar en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza es también el título de uno de los poemas de plenitud de Miguel Hernández. Escrito al final de sus días, viene a resumir toda una trayectoria, su mundo, el mandato de la vida. Por Betti Alvarado

HIJO DE LA LUZ Y DE LA SOMBRA.

Imágenes para un poeta

En el año 2010, a los cien del nacimiento de Miguel Hernández, Joan Manuel Serrat publica un nuevo disco dedicado al poeta, Hijo de la luz y de la sombra.



También inicia una gira de conciertos que –por primera vez en su dilatada trayectoria profesional— tienen carácter monográfico. De principio a fin, están dedicados al escritor, uniendo las canciones recientes y las compuestas treinta y ocho años antes.



Al diseñar el trabajo y al prescindir de su repertorio habitual se plantea algo más ambicioso que un mero envoltorio para su espectáculo. Llama a un grupo de amigos, profesionales del audiovisual, y les propone prolongar sus canciones en imágenes. Son veinte temas que requieren otros tantos cómplices desinteresados.



Entre los convocados se cuentan algunas de las primeras figuras del cine español. De la experiencia resulta un producto insólito en nuestro panorama cultural. Y difícilmente repetible, al hermanar palabras, músicas e imágenes, componiendo un tríptico multidisciplinar.



Algo tan singular que parecía oportuno darlo a conocer al gran público. Así surgió esta exposición, planificada a comienzos del año hernandiano de 2010 con el propósito de prolongarlo en el tiempo y en el espacio. Un esfuerzo encaminado a difundir la obra del poeta, sumando a la literatura los activos de los otros medios de expresión que aquí convergen.



Se trata de plasmar el universo de Miguel Hernández por vías distintas de las convencionales, a través de su mundo poético y el de la España que lo propició y lo que han supuesto sus versos desde su nacimiento en 1910 y su muerte en 1942.



Estableciendo un proceso de investigación de primera mano, averiguando al poeta en sus fuentes primarias, acudiendo a los manuscritos u otros testimonios cuando así ha sido necesario.



Los temas de Joan Manuel Serrat como una obra unitaria, otra forma de leer a Miguel Hernández, de hacerse eco de él, amplificándolo, compartiéndolo con públicos multitudinarios. Y lo que asumen como propio la veintena de profesionales que han trabajado a partir de las canciones.



La exposición surge de atender tales sobreentendidos y articular el conjunto en una trama y recorrido basados en la cosmovisión del poeta, el modo en que se forja, nutre y expande su voz y su mirada.



La propia contextura del espacio asignado para su arranque, el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, ha facilitado su distribución en bloques iconográficos, que van recogiendo el transcurso de su obra, siempre en función de las canciones y los tratamientos fílmicos realizados.



Un doble eje, cronológico y temático, marca la urdimbre donde se va insertando el visionado y audición de las veinte canciones.


 


Y a través de sucesivas variaciones cromáticas, el recorrido las agrupa en distintas etapas, subrayando los giros esenciales y los elementos más significativos de cada época: los primeros versos de adolescencia, la maduración hasta el reconocimiento público, la guerra civil, y su final hasta la muerte en la cárcel.

Se trata de una lectura plástica, corpórea, de los símbolos y metáforas subyacentes. Los que procura la Naturaleza, la iconografía lunar y sus equivalencias en las formas redondas, el agua como un circuito interrumpido, los ritmos que la insertan y reproducen en el seno del cuerpo humano o la tierra fecunda.

Para seguir con recreaciones de crisis y ruptura como las del rayo, o traducir la lucha entre el blanco del almendro y el rojo de la amapola que vertebra la “Elegía” a Ramón Sijé, abriendo así el arco de las tres heridas: vida, amor y muerte.



Enunciación que nos introduce en la época más combativa del poeta, que quiere diluirse como el aire, penetrar en la tierra, las venas, los ojos del pueblo.



Y constatar luego, desalentado, la faceta más siniestra de la guerra, deslizándose hasta el presentimiento y realidad de las cárceles donde –ya interiorizado todo– se procede a su depuración final, el destilado último de toda esa trayectoria.



Hay, en paralelo, un homenaje al cine español, con muestras que se remontan a los artefactos prefílmicos y se prolongan hasta la segunda mitad del siglo XX.



Y también a todo el torrente de imágenes e incitaciones –transparencias, revistas, carteles, programas de mano– que brotaba de las pantallas, pero sin limitarse al patio de butacas, sino desbordándose hasta la vida más de diario.



¡No se pierdan esta extraordinaria exposición!



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