Gitanes, bohémians, fous


Por
JJBeeme
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      Conocía a Joann Sfar por su pequeño vampiro, ya traspuesto en serie (vendida a canales como Rai Gulp), y por los cómics de desmañada pero altamente expresiva tinta china donde pululan personajes legendarios…

…de la tradición judía: gólems con problemas existenciales, árboles que detienen sus pasos en la encrucijada, pintorescos rabinos que se enamoran de bellas mandrágoras. Su (anti)estilo me recordaba al Quentin Blake de aquellos Peter & Molly con quienes balbuceé mi primer inglés. Lo que no sabía es que otro dibujante hebreo, Gainsbarre, se había cruzado en su camino mitómano y que había jurado vendicarle desde Niza con amor. Otra etiqueta que he debido sacudirme: el narigón Serge fue más que el poeta maldito de la chanson o el feúcho ucranio encamado, contra todo pronóstico, con amours perdues como Jane Birkin (olorosas aún sus sábanas a Brigitte Bardot, a Juliette Gréco). Gainsbourg, vida heroicarepasa, entre fábula y guiñol, sus coqueteos con la pintura, con el jazz, con la contracultura (las farras con Boris Vian), con la barricada política del reggae, con los años yeyés cuyo sonido contribuyó a definir. Película debutante, con mirada esquinada de quien no viene del medio pero ha desarrollado multitud de ideas precinematográficas en la bande dessinée, gamberroide y con tumbao de bohémian, llena de humor iconoclasta, como corresponde al personaje (la persona no interesaba ni al mismo G, punto de cuidado), se beneficia de la complicidad física y emocional de Éric Elmosnino, actor de Suresnes fajado sobre todo en teatro, que ha hecho hablar a los periódicos franceses de «resurrección» del perdulario cantante, en el centro de un plantel de bellezas que escenifican el fantasioso dibujo de Sfar. Un placer adicional: ver a Claude Chabrol, en su última aparición, clavando el papel de productor discográfico que se frota las patitas tras una audición privada de «Je t’aime…» Moi aussi: el descaro, la frescura compositiva, el bofetón al establishment que encarnó siempre y encarna aquel desmedrado «cara-col» con estrella de sheriff en los crudos tiempos de Vichy. Entre lo mejor de la cultura pop francesa.

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