Por Don Quiterio
Las muertes, entre otras, de Basilio Martín Patino, Terele Pávez, Mireille Darc, Jeanne Moreau o Antonio Isasi-Isasmendi me trae a la mente aquello tan bonito (y terrible) que dijo Nabokov: la vida –cito de memoria- es un minúsculo punto de luz entre dos eternidades de total oscuridad.
De la promoción de Mario Camus, Miguel Picazo, Angelino Fons, Manuel Summers o los aragoneses Carlos Saura y José Luis Borau, el salmantino Basilio Martín Patino es, podría decirse, el ideólogo del grupo y forja su rebeldía en la lucha antifranquista con el tríptico ‘Canciones para después de una guerra’ (1971), ‘Queridísimos verdugos’ (1974) y ‘Caudillo’ (1977), carne y sangre de memoria. Organizador de las célebres “conversaciones” del estado de salud del cine español, allá por 1955, su ópera prima, ‘Nueve cartas a Berta’ (1965), es un existencialista cuadro de época, como su siguiente película, ‘Del amor y otras soledades’ (1969), un drama sobre el derrumbe de un matrimonio burgués. Patino ha compaginado la ficción con el (falso) documental para rastrear un mundo del que él es testigo y sujeto paciente, con resistencia de granito. Así se suceden ‘Los paraísos perdidos’ (1985), ‘Madrid’ (1987), ‘La seducción del caos’ (1991), ‘Octavia’ (2002), ‘Libre te quiero’ (2012) o la serie de siete capítulos ‘Andalucía: un siglo de fascinación’ (1996). Solo el recuerdo fiel, la memoria justa, nos salva. Así lo entiende el cineasta, esa suerte de cruce castellano entre Rossellini, Cassavetes y Angelopoulos. Y hay tanto de su cine en las costuras de Saura (y de Rosales y de Guerín) que se puede encontrar su rastro como huellas en la arena mojada.
Referente actoral del cine (y del teatro y la televisión), Terele Pávez debuta a los doce años en ‘Novio a la vista’ (1954), de Berlanga, y desde entonces consolida una carrera legendaria e irregular, con una filmografía que recoge casi cien títulos, con trabajos a las órdenes de Julio Coll, Jesús Franco, Bigas Luna, Mario Camus o Álex de la Iglesia. A lo largo de su carrera, la actriz trabaja en varias ocasiones en Aragón y con aragoneses, como en la serie de Nacho García Velilla ‘Buscando el norte’, el montaje teatral de ‘Ricardo III’ debido a Carlos Martín o en el cortometraje de Hugo Ruiz ‘S.O.S.’. También participa en ‘Réquiem por un campesino español’, la adaptación de la novela de Sender rodada en Calatayud en 1985, con José Luis Labordeta -en el papel de pregonero-, Gabriel Latorre y Chema Mazo entre los secundarios.
Es precisamente Chema Mazo el protagonista de ‘El aire de un crimen’ (1988), del recién fallecido Antonio Isasi-Isasmendi, según la novela homónima de Juan Benet, en la que también intervienen Terele Pávez y Gabriel Latorre. Nuestro amigo de fatigas Mazo hace el papel de capitán Medina y es el que se beneficia a Maribel Verdú. Una película rodada en Calatayud, Nuévalos y Torrijo del Campo y en la que aparecen igualmente María José Moreno, Javier Gómez de Pablos, Emilio Lacambra o Rafael Zorraquino. El cineasta Isasi, cuya madre actúa en el frente de Aragón durante la guerra civil, se inicia como ayudante, entre otros, de Francisco Pérez-Dolz, también fallecido recientemente. Como escribió José Luis Borau, “empezó vendiendo caramelos en cines de Barcelona y luego ingresó en el oficio fílmico como meritorio en los rodajes para convertirse en el director español de éxitos internacionales (‘Estambul 65’, ‘Las Vegas, 500 millones’)”.
Icono del cine francés, la actriz y modelo Mireille Darc debuta en la pantalla en 1960 a las órdenes de Jacques Dupont en ‘Las distracciones’ para luego ser una habitual en las películas de Georges Lautner (la convierte en estrella y la filma en trece ocasiones) y trabajar para Jean-Luc Godard, Jacques Demy e Yves Robert. Cruza los Pirineos para ser dirigida por Josep Maria Forn en ‘¿Pena de muerte?’ (1961) y por el zaragozano José María Forqué en ‘La muerte viaja demasiado’, discreto filme de episodios (1966), y en ‘Zarabanda bing bing’ (1967), imitación barata y esperpéntica de las películas del agente 007. Se pone detrás de la cámara una sola vez en una película de ficción, en 1989, y también realiza documentales para la televisión ya metida en el siglo veintiuno. Jeanne Moreau, otro icono del cine francés, participa en la película de Buñuel realizada en 1964 ‘Diario de una camarera’ (más información en la sección de opinión de esta revista).
También han fallecido recientemente el pintor José Beulas (Eduardo de la Cruz dirige un documental dedicado a su figura donde aparecen los bustos parlantes de Antonio López, Julia Dorado, Rafael Moneo o Antón Castro), los escultores Pedro Tramullas (miembro de un clan familiar vinculado al cine en sus primero años de vida, relacionados con los hermanos Lumière) y Alberto Pagnussat (aparece de extra en el fallido ‘Quijote’ de Terry Gilliam, a quien interpretaba Jean Rochefort, también fallecido hace poco), la traductora Pilar Gómez Bedate (amiga de Alfonso Lucas Buñuel, sobrino del cineasta), el profesor Juan Carrión (David Trueba le dedica su película ‘Vivir es fácil con los ojos cerrados’, con cameos de Ismael Grasa y José Luis Melero, y guiños a Lechago y a los tambores de Calanda), el montador José Salcedo (comienza de ayudante en ‘Tristana’ de Buñuel y trabaja también para José Luis Borau), el productor Juan Alberto Valenzuela (responsable de ‘Estudio 1’, aquel programa teatral de televisión en el que trabajara Alfredo Castellón o la actriz Luisa Fernanda Gaona, también fallecida hace poco),
Cantante y actriz, bailaora y empresaria, Nati Mistral, franquista convencida (le contaba chistes, y le recitaba, a Franco), fue contratada por la compañía de Lola Flores y Manolo Caracol para formar pareja artística con Tony Leblanc. Protagonista de varias revistas musicales, hizo también larga carrera en Alemania, México y Argentina. El cine la marca como folclórica y trabaja en ‘Las inquietudes de Shanti Andía’ (Arturo Ruiz Castillo, 1946), la singular ‘María Fernanda, la jerezana’ (Enrique Herreros, 1946), ‘La muralla feliz’ (Herreros, 1947), ‘Oro y marfil’ (Gonzalo Delgrás, 1947), ‘Currito de la Cruz’ (Luis Lucia, 1948), ‘Cabaret’ (Eduardo Manzanos, 1952) o ‘Mi calle’ (Edgar Neville, 1960). También es llamada por el almuniense Florián Rey para ‘La nao capitana’ (1947) y por el zaragozano Fernando Palacios en su ópera prima ‘El tirano de Toledo’, codirigida por el francés Henri Decoin, según la novela de Stendhal ‘El cofre y el aparecido’. Con su mala leche, o con su coraje, alterna el cuplé, la copla y el chotis con las tragedias griegas, el cine con la revista o los recitales poéticos (gran divulgadora de Lorca) con la zarzuela.
También ha fallecido recientemente Paquita Rico, artista sevillana, de cuna trianera y humilde, descubierta para el cine por Florián Rey, bajo cuya dirección rueda en 1948 su primera película, la taurina ‘Brindis a Manolete’, que inmediatamente le otorga gran popularidad. Rovira Beleta la llama dos años después para ‘Luna de sangre’, con fotografía en blanco y negro de Emilio Foriscot. En 1951, con José María Forqué –codirigida por Pedro Lazaga- interviene en ‘María Morena’. Otra vez Florián Rey la llama en 1953 para ‘La moza del cántaro’. Y Michel Carreras la filma en ‘Tierra brutal’ (1962), con música de Antón García Abril.