Laurent Cantet y la cuadragésimo tercera edición del festival de Huesca


Por Don Quiterio

   El relato es conocido: Ulises llega a Ítaca y las sirenas, con su canto, pretenden detenerlo e impedir que el barco siga su rumbo.

Lo cuenta Homero, o por lo menos con ese nombre nos ha sido transmitido, y con esta imagen de pensamiento el festival internacional de cine de Huesca repara en la figura del cineasta francés Laurent Cantet, premio de honor –una escultura realizada por el artista de Lupiñén Antonio Santos- en esta cuadragésimo tercera edición. ‘Regreso a Ítaca’, esto es, es una reciente producción cuya historia sucede en una terraza sobre La Habana, en la que cinco amigos se reúnen para celebrar la vuelta del protagonista después de dieciséis años de exilio. Desde el crepúsculo hasta el amanecer, recuerdan sus tiempos jóvenes, el grupo que formaban, la fe que tenían en el futuro y también su desencanto. El director articula una narración donde lo mitológico se confronta con lo cotidiano y apela al mito de Ulises en su odisea de regresar al hogar.

Y al festival de Huesca vuelve, después de muchos años, Laurent Cantet en su intento por reconquistar su lugar en el mundo tras haber vivido todo tipo de vicisitudes. Una filmografía siempre pendiente del tiempo (‘El empleo del tiempo’), de la necesidad de la utopía (‘Foxfire’) y, por encima de todo, de la palabra (‘La clase’). Y, al final, la historia de un grupo de personajes que vuelven al lugar donde se forjaron sus sueños de juventud, sus ideales, y comprueban como estos han sido corroídos por el paso del tiempo. Juntos repasarán sus vidas, sus obsesiones, sus amores, los secretos que se guardaron, sus culpabilidades, los momentos de plenitud, los anhelos que se frustraron, el miedo a la inminente nada. Porque cualquier tentativa de regreso al lugar donde se forjaron los ideales nos conduce irremediablemente a la melancolía.

El realizador francés recogió el premio en medio de una atronadora ovación, y recordó sus tiempos de cortometrajista. De hecho, a Cantet le ofrecieron dirigir uno de los episodios del filme colectivo ‘Siete días en La Habana’ y contactó con Leonardo Padura para escribir un guion que recogiera el conflicto del emigrante que retorna al hogar. Según iban preparando el proyecto, se dieron cuenta que abordar un tema tan complejo como ese en un cortometraje suponía, en cierto modo, trivializarlo. Algo sobre lo que también le pusieron en alerta los actores, quienes le dijeron: “Este guion narra la historia de nuestras vidas y esta no puede ser contada en diez minutos”. Así que le pareció un gesto de lealtad hacia ellos aparcar el proyecto y comprometerse a desarrollarlo como largometraje.

Con un cartel de la artista holandesa Eline Van Dam –conocida como Zeloot-, el festival hizo entrega, además, de un segundo galardón conmemorativo a la actriz Silvia Abascal –de la que se proyectó su cortometraje como directora ‘No digas nada’ (2015)-, con el premio ciudad de Huesca. El certamen también reconoció con el premio Pepe Escriche –una pieza artística creada por Isidro Ferrer- a la iniciativa del cine en construcción promovida por el festival de San Sebastián y el encuentro de cinematografías iberoamericanas de Toulouse para facilitar la distribución de películas destacadas en estos países. Huesca, en efecto, ha incluido una sección de largometrajes de nuevos directores hispanoamericanos, para la que se programaron cinco películas de autores que comenzaron en el corto: el argentino Jazmin Stuart (‘Pistas para volver a casa’), el uruguayo Alvaro Brechner (‘Míster Kaplan’), el español Andrés Luque (‘Tiempo sin aire’, un duro filme de temática social codirigido por Samuel Martín Mateos) y los mexicanos Sergio Tovar (‘Cuatro lunas’) y Alonso Ruizpalacios (‘Güeros’).

En la gala de clausura, el jurado compuesto por Chris Fell, Lola Salvador, Rosa María Calaf, David Matamoros, Colm McAuliffe, Natalia Sánchez, Eva Tarr, Luz Gabás, Manuel Martín Cuenca, Juan López Moreno, María José Hasta y Raúl Lobera premió, en sus distintas categorías, los siguientes cortometrajes: el canadiense ‘Hole’, de Martin Edralin; el austriaco ‘Alles wird gut’, de Patrick Vollrath; el búlgaro ‘Gelting Fat in a Healthy Way’, de Kevork Aslanyan; el belga ‘Il secreto del serpente’, de Mathieu Volpe; el alemán ‘Revolution’, de Markus Erhart; el portugués ‘Kalil’, de Paulo Alceu Zumach; el hispanoportugués ‘Os meninos do Río’, del zaragozano Javier Macipe; el chileno ‘Verano 98’, de Valentina Azúa; el holandés ‘If mama ain’t happy, nobody’s happy’, de Mea de Jong; el brasileño ‘E o amor eoi se tornando cada dia mais distante’, de Alexander de Moraes; el francobritánico ‘Abandoned goods’, de Pia Borg y Edward Lawrenlon; el polaco ‘Superjednostka’, de Teresa Czepiec; y los estadounidenses ‘I’m not done’ y ‘Before the bomb’, dirigidos respectivamente por Ronny Dorfler y Tannaz Hazemi.

Esta edición ha representado la consolidación de la línea emprendida un año atrás, cuando la nueva dirección decide que es el momento de hacer de la necesidad virtud y explotar al máximo conceptos como el de la cooperación con diferentes grupos de interés para conseguir la optimización de los limitados recursos disponibles. Un renovado festival de Huesca, pues, desde la nueva dirección de Azucena Garanto y las incorporaciones en el órgano promotor de Luis Artero, Ángel Gonzalvo y Ramón Lasaosa, completado por Ramón Día, en calidad de presidente, Jesús Bosque y Manuel Avellanas, a los que les interesa el grupo y la complejidad sobre la que se articulan las relaciones entre quienes lo integran.

Como el cine del premiado Laurent Cantet, reflejo, a su vez, de las tensiones que existen entre individuo y sociedad, al tiempo que nos hace reflexionar acerca del legado, de la transmisión del conocimiento que, a menudo, da lugar a conflictos generacionales. Los de un grupo de náufragos que repasan los accidentes de sus vidas y por el camino arrojan al océano los pecios de una melancolía que se antoja milenaria. El esfuerzo necesariamente inútil que condena a los ilusos.

Y con Cantet, en efecto, este festival internacional de cine de Huesca se transforma en sereno y sensible viaje homérico al fondo de los mitos. Porque el aliento del cine programado en esta cuadragésimo tercera edición ha sabido respirar bajo las aguas del intimismo. Lo dijo Cavafis: “Ítaca te dio un bello viaje. / Sin ella no habrías emprendido el camino. / Pero no tiene más que darte”. Y vuelta, claro, a la terraza, metáfora de ventanas abiertas y suelo de barro, frente a la moqueta en que siguen atrincherándose algunos.

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