Solo se vive una vez (12)

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Por Don Quiterio

      Los intérpretes del cine solo mueren por las exigencias del guion. Como en la ficción cinematográfica, también mueren en la vida real, aunque perduran en esa memoria del espectador que se ha forjado a base de secuencias visuales, de expresiones dramáticas o de apreciaciones subjetivas que se renuevan en las fotos o en las imágenes de las películas, ya sea con la etiqueta de belleza física o el erotismo, con la aplastante presencia de su personalidad o incluso con el acierto de una frase, un gesto o una mirada.

   Estos días hemos visto la desaparición real de distintos intérpretes cinematográficos que, de un modo más o menos directo, tuvieron que ver con esta tierra nuestra.

     Françoise Bertin, por ejemplo, actriz francesa de cine, teatro y televisión a la que el calandino Luis Buñuel incluye en el reparto de ‘Diario de una camarera’, esa exquisita adaptación, sobria y equilibrada, de la no menos exquisita novela homónima de Octave Mirbeau, cuya acción traslada el aragonés (al contrario que la anterior versión de Jean Renoir) de las postrimerías del siglo diecinueve a la época francesa de la década de 1930, con su clima de agitación y reacción.  Tres años antes debuta en la gran pantalla apareciendo en ‘El año pasado en Marienbad’, de Alain Resnais, con quien repite en ‘Muriel’ (1963), ‘La guerra ha terminado’ (1967), ‘Quiero ir a casa’ (1989) y ‘On connaît la chanson’ (1997). También rueda a las órdenes de Claude Chabrol, Chantal Akerman, Jonathan Demme, Guillaume Canet, Claude Berri o Jean-Pierre Mocky.

     El compositor y arreglista uruguayo Héctor ‘Coco’ Fernández, afincado en Zaragoza desde 1992, también ha fallecido recientemente de forma repentina con 49 años. Influyó y trabajó con numerosos músicos aragoneses (Carmen París, Gabriel Sopeña, David Angulo, Especialistas) y compuso las bandas sonoras de los cortometrajes ‘Al otro lado’ (2007), de Ignacio Lasierra, y ‘The Golden piano’ (2008), de José Manuel Fandos. También de forma repentina y con 49 años se ha ido otro característico zaragozano, mi amigo del alma Óscar Pérez, gran cinéfilo y admirador de Ford y Eastwood, de esos centauros del desierto y grandes ‘torinos’ como él, y que, con sus conocimientos musicales, nos ayudaba en el acabado de esos pequeños filmes en súper-8 milímetros de gran recuerdo (‘El secreto de la gran laguna’, ‘Contactos’, ‘A lo lejos’), rodados a principios de la década de 1980 con mucha ilusión y con cuatro pesetas, y de los que disfrutábamos en la sala de montaje con las cintas de celuloide alrededor del cuello, desesperados por dar con la toma buena. Nos encantaba todo ese proceso de posproducción.

     Otro que se ha ido ha sido el novelista, crítico e historiador del cine José María Latorre, zaragozano afincado en Barcelona, que publicó un centenar de libros, muchos de ellos de literatura fantástica y de terror dirigida al público juvenil, transmitiendo mundos góticos o exóticos. Fue colaborador de las revistas cinematográficas ‘Filme Ideal’, ‘Imágenes de actualidad’ o ‘Dirigido por…’, cabecera esta última de la que estuvo al frente varios años y para la que coordinó la colección cinéfila ‘Programa doble’. Adaptó a varios maestros de cuento de miedo –Arthur Machen, Clark Ashton Smith, Sheridan Le Fanu, Polidori, Henry James, Stevenson, Dumas, Stoker- en los distintos guiones que escribió para el espacio televisivo ‘Ficciones’. También realizó guiones para largometrajes como ‘Denver’ (1985), ópera prima del también historiador cinematográfico Carlos Balagué, la historia de un abogado acosado por un enigmático personaje que le cuenta relatos fantásticos sobre una misteriosa mujer, o ‘Barcelona, lamento’ (1990), también otra ópera prima de Luis Aller, una retórica historia repleta de referencias a Fritz Lang y Nicholas Ray. Para el propio Aller, tres años antes, también escribió el guion del estimable mediometraje ‘El sistema de Robert Hein’, a partir de un cuento de Pere Calders, que obtuvo el premio de la Generalitat catalana.

     Apasionado del cine de Max Ophüls, de Howard Hawks, de King Vidor, de Richard Brooks, de Richard Fleischer, de Marco Ferreri, de Alfred Hitchcock, de Billy Wilder (para quienes redactó sustanciosas monografías), Latorre formó parte del primer jurado del festival de cine de Zaragoza. Entre sus ensayos en torno al cine figuran ‘El cine fantástico’, ‘Nino Rota, la imagen de la música’, ‘Los sueños de la palabra’, ‘100 películas míticas’, ‘Al Oeste’, ‘Diablesas y diosas’, ‘La moralidad en el cine’, ‘Terrores íntimos’ o ‘Luces y sombras del cine negro’, este en colaboración con Javier Coma. Cuentista para revistas como ‘Quimera’, ‘Gimlet’, ‘Totem’, ‘Penthouse’ o ‘Turia’, al igual que en periódicos como ‘Heraldo de Aragón’, ‘Diario 16’ o ‘La Vanguardia’, y premio Ciudad de Barbastro por su novela ‘El hombre de las leyendas’, Latorre, antes de afincarse en Barcelona, rodó en la capital del Ebro, entre 1969 y 1970, media docena de cortometrajes en pequeño formato, muchas veces en colaboración con el también historiador cinematográfico Carlos Barbáchano: ‘Parábola’, ‘Lo que no contó Bram Stoker’, ‘Estirpe en la cripta’, ‘Ritos’, ‘Cuento sentimental’ o el inacabado ‘El hermano de Miguel Peirona’.

     También ha fallecido Urko Serrate a la edad de 52 años, personaje característico de la ‘movida’ zaragozana, uno de los encargados de la mítica sala Paradise. Interpretó junto a Manolo Kabezabolo el divertido cortometraje de Jorge Nebra ‘Don Quijote de la marcha’ (1999), una peculiar y macarra adaptación contemporánea del clásico cervantino.  Otro que se ha ido ha sido el actor Pedro Peña, famoso por su papel de abuelo en la serie televisiva ‘Médico de familia’ (1995-1999). Pasó veinticinco años trabajando en el teatro Apolo de Barcelona, junto al cómico Luis Cuenca y la vedete Tania Doris. Trabajó también con Lina Morgan en el teatro madrileño de La Latina. También compartió cartel con José Luis López Vázquez o con el zaragozano Antonio Garisa, de quien fue gran amigo y estrenó varias obras en el (desaparecido) teatro Argensola de la capital del Ebro.

     Y un recuerdo final para Álex Angulo, fallecido sin ver terminada la película ‘Justi&Cia’, su última aparición en las pantallas y ahora en las salas comerciales. Antes de que ‘Producciones Urresti’ se lo llevara por delante, el zaragozano Ignacio Estaregui se ha convertido en el último director con el que trabajó el actor. Lo más terrible de la existencia es que todo puede cambiar en un momento y la suerte trocarse en desgracia porque nadie está libre de un accidente o de una enfermedad. Creo que vivimos como si la muerte fuera una posibilidad lejana y remota y eso es un grave error porque contribuye a despilfarrar los días, las semanas, los meses y los años y aplazamos para mañana lo que deberíamos hacer hoy.

     Dotado de un enorme talento, Álex Angulo podría haber interpretado un buen puñado de películas más, pero, al final, nos ha dejado este legado, una especie de lamento sobre la futilidad de la vida y el agobiante peso de las rutinas cotidianas. Lástima para él, pero una verdadera lección para nosotros que cometemos la tontería de creernos inmortales. Seguramente ni el cine es ya lo que era, ni sus intérpretes brillan con el fulgor de antaño. Sí, pero cuando su fama se transforma en mito y su recuerdo permanece, entonces se hacen inmortales, eternos.

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