Solo se vive una vez (II)

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Por Don Quiterio

“La muerte es una vida vivida, la vida es una muerte que viene”, escribió Borges. Que se lo digan, si no, a la actriz mexicana Columba Domínguez recientemente fallecida, protagonista a las órdenes de Luis Buñuel de ‘El río y la muerte’ (1954), ese filme tan fuertemente enraizado en la cultura azteca, con su ancestral concepción sobre la inminencia y gratuidad de la muerte.

Toda una referencia en la cultura azteca y musa del realizador Emilio ‘Indio’ Fernández-con quien tiene una turbulenta historia de amor y trabaja en ‘La perla’ (1945), ‘Río escondido’ (1947) o ‘Pueblerina’ (1949)-, la muerte de Columba Domínguez nos trae a la memoria la trifulca organizada en 1959 por el director mexicano con ocasión del romance entre la actriz y nuestro Paco Rabal, cuando este estaba filmando ‘Nazarín’ a las órdenes de Buñuel. El ‘Indio’ se presentó en los estudios Churubusco, donde rodaba el actor español, dispuesto a matarle a tiros. Al parecer, la sangre no llegó al río gracias a la intervención del calandino. De hecho, a raíz de este suceso, la unión de los dos genios españoles fue tan fuerte que venció a la muerte, porque el murciano nunca pudo olvidar la huella que le dejó el amigo de Calanda. Le salvó la vida. Literalmente. Y Rabal tenía a gala decirle a todo el mundo que fue él, y nadie más, quien consiguió traerlo a España, que ‘Viridiana’ se hizo por él, que fue él quien presentó a Buñuel y Silvia Pinal. “Soy su hijo, él me llamaba sobrino y yo, tío. Mi amistad con él traspasó el trabajo en el cine, porque yo trataba con el ser humano, conocí al hombre, Era un segundo padre, tanto que sigo soñando con él casi todas las noches”. Y no le faltaba razón, porque le salvó de una muerte segura por sus escarceos amorosos con Columba Domínguez.

También ha fallecido Daniel Dicenta, nieto del dramaturgo Joaquín Dicenta e hijo del actor Manuel Dicenta y de la actriz Amparo Silva, cuyo oficio teatral lo aprende rápidamente de la mano de sus progenitores. De esta manera no tarda en subir a las tablas con pequeños papeles hasta que, poco a poco, como la vieja hila el copo, empieza a destacar y desarrollar una intensa labor que ratifica igualmente en televisión y en cine. Para la pantalla catódica actúa en espacios como ‘Novela’, ‘Estudio 1’, ‘Primera fila’, ‘Cámara 64’ o ‘Ficciones’, durante los años de esplendor de la televisión en España, algunos de cuyos capítulos son dirigidos por el zaragozano Alfredo Castellón. En cine siempre será recordado por ‘El crimen de Cuenca’, de Pilar Miró –que también le llama para trabajar en ‘Hablamos esta noche’ (1982) y ‘El pájaro de la felicidad’ (1993)- y su memorable recreación de Gregorio Valero, uno de los campesinos –el otro lo interpreta José Manuel Cervino- que en 1913 fueron cruelmente torturados para que se confesaran autores de un asesinato que no habían cometido. La película, con banda musical del turolense Antón García Abril, no pudo estrenarse en diciembre de 1979, tal como estaba previsto, y su directora fue procesada. No pudo proyectarse en las salas hasta agosto de 1981, alcanzando un enorme éxito comercial, aunque su fuerte contenido crítico, sin embargo, se ve neutralizado por una torpe y efectistas narración. Entre sus otras apariciones cinematográficas –María Antonia la caramba’ (Arturo Ruiz Castillo, 1950), ‘La verbena de la paloma’ (José Luis Sáenz de Heredia, 1963), ‘La muerte de Mikel’ (Imanol Uribe, 1983) o ‘Función de noche’ (Josefina Molina, 1981)- cabe mencionar ‘Fortunata y Jacinta’, realizada por Angelino Fons en 1969, sobre el famoso original de Galdós adaptado por el zaragozano Alfredo Mañas.

El cineasta más cinéfilo, Juan Miguel Lamet, también ha fallecido recientemente. Temprano se incorpora como profesor a la entonces recién creada especialidad de guion en la legendaria escuela oficial de cinematografía de Madrid. El zaragozano José Luis Borau, que a la sazón imparte las mismas enseñanzas en aquellas aulas, es quien lleva a la pantalla el primer argumento de Lamet en ‘Crimen de doble filo’ (1965), un desigual filme policiaco en torno a un modesto músico que encuentra en su casa el cadáver de un afinador, con un arranque de excelente factura del género de suspense, cuyo desarrollo y desenlace, ay, resulta ingenuo e inverosímil. También participa en el guion de dos típicos subproductos de la época, ‘Aunque la hormona se vista de seda’ (Vicente Escrivá, 1971) y ‘La llamaban la madrina’ (Mariano Ozores, 1973), ambos con música del turolense Antón García Abril. Miembro de la firma Eco Film, el Lamet productor se estrena en ‘Del rosa al amarillo’ (Manuel Summers, 1963), ‘La tía Tula’ (Miguel Picazo, 1964) y ‘Nueve cartas a Berta’ (Basilio Martín Patino, 1966). Y como guionista destaca en ‘Del amor y otras soledades’ (1969), otra vez con Patino, y sus colaboraciones con José Luis García Sánchez en ‘El love feroz’ (1975) y ‘Colorín, colorado’ (1976).

Asimismo ha fallecido el actor español Roberto Cairo, con una consolidada carrera cinematográfica y televisiva en la que se encuentran largometrajes como ‘Amo tu cama rica’, ‘La ardilla roja’, ‘Mi hermano del alma’, ‘Tocando fondo’, ‘Grandes ocasiones’, ‘Cachito’, ‘Brujas’ o ‘Fugitivas’, y series como ‘Farmacia de guardia’, ‘Miguel Servet, la sangre y la ceniza’, ‘La forja de un rebelde’, ‘Lleno, por favor’, ‘Canguros’, ‘La casa de los líos’, ‘El comisario’, ‘Los ladrones van a la oficina’, ‘Ay, señor, señor’, ‘Las chicas de hoy en día’ o ‘Cuéntame cómo pasó’. También intervino en esa coproducción hispano-británica dirigida por Inés París y filmada en buena parte en esta tierra nuestra, ‘Miguel y William’ (2006), una burda farsa sobre un hipotético encuentro entre Cervantes y Shakespeare, como se refleja en el también burdo documental de la zaragozana Vicky Calavia ‘Aragón rodado’. En los últimos años, Cairo se había hecho notar como productor y director de varios cortometrajes desconcertantes. Como su misma muerte, porque todos somos un comienzo que se aleja y un fin que se acerca. ¿Todo está escrito previamente por una mano misteriosa que guía nuestro destino? ¿Somos consecuencia del azar o de la necesidad?

Mención aparte merece, para terminar, la despedida definitiva de uno de los lugares más emblemáticos de Huesca, el cine Avenida, que nació como un encargo de Anselmo Pie Sopena y fue inaugurado el cuatro de agosto de 1967 con la proyección de ‘Sonrisas y lágrimas’ (Robert Wise, 1965), ese musical interpretado por Julie Andrews, Christopher Plummer, Eleanor Parker y Richard Haydn. Aunque el lugar permanecía cerrado desde el 2008, es ahora cuando las máquinas han hecho desaparecer el edificio en unos días, como bien refleja el audiovisual ‘Clausura cine Avenida Huesca’, un recorrido por toda la historia de esta mítica sala oscense que constituye un buen remedio para los más melancólicos.

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