La Democracia Elitista (I) / Dionisio Sánchez


Por Dionisio Sánchez
Director del Pollo Urbano
elpollo@elpollourbano.net

     Dada la gran preparación intelectual que mes a mes derrochan nuestros lectores, hoy me van a permitir  hacer unas reflexiones…

…sobre el gobierno, buscando arrojar luz sobre la alucinante situación que – a mi modesto entender-, estamos atravesando en la vieja “piel de toro”. Comencemos…

       En sentido estricto la democracia es una forma de gobierno, de organización del Estado, en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que le confieren legitimidad a los representantes. Pero esto ¿es así o asá?

   Sé  que este tipo de  artículos caen en la florida papelera de los cementerios mentales de los políticos que  nos gobiernan cercanamente pues no les veo  capaces de la más mínima teorización  pero, también estoy seguro, de que sentidos pertenecientes a la élite, actúan como verdaderos charnegos conversos  de su pertenencia pues, no en vano, la disfrutan y de qué manera.

    Pero por si acaso alguna célula viva de nuestro organismo social se encuentra dispuesta a ser preñada  por el conocimiento de la realidad circundante, acerquémonos a las principales características del elitismo dominante para atisbar un poco de luz.

   A diferencia del marxismo, por ejemplo, el elitismo es bastante más heterogéneo en lo referente a su terminología y categorías; pero puede afirmarse que los diversos practicantes del elitismo (entre ellos la clase política) poseen una concepción de la historia, la política y la sociedad, que les es más o menos común entre sí.

  Es curioso que, después de haber vivido bajo una dictadura y haber transitado la barca de la Transición española, hayamos llegado a lo que podríamos llamar una democracia elitista. Este término, aunque parece moderno, fue configurado intelectualmente a finales del siglo XIX y principios del XX por tres grandes pensadores: Gaetano Mosca, Vilfredo Pareto y Robert Michels.

    En términos estrictos, la democracia es una forma de gobierno en la que las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo, ya sea de manera directa o mediante representantes. Estos mecanismos son los que confieren legitimidad a los gobernantes. Ahora bien, ¿es así en realidad? ¿Vivimos verdaderamente en una democracia o más bien en una versión elitista de la misma?

     Pero, ¿cuáles podríamos apuntar como características del “Elitismo”. Pues bien….

     El elitismo, a diferencia de otras corrientes como el marxismo, es un tanto más ambiguo en sus categorías y terminología. Sin embargo, los teóricos que defienden esta postura comparten una visión común sobre la política, la historia y la sociedad. Las principales características del elitismo podrían resumirse en los siguientes puntos:

-Desigualdad intrínseca: En toda sociedad, las relaciones entre individuos o grupos son, por naturaleza, desiguales.

-Distribución del poder: La causa de esta desigualdad reside en la distribución del poder, que se concentra en manos de un grupo reducido.

-Poder político dominante: El poder político es el que rige a todos los demás, y siempre está en manos de una minoría, conocida como la «clase política».

-Organización de la minoría: Una de las razones por las cuales la minoría gobierna sobre la mayoría es que, al ser pocos y tener intereses comunes, pueden organizarse de manera más efectiva.

-Permanencia de la élite: El poder siempre pertenece a una minoría. La diferencia entre un régimen y otro no radica en la existencia o no de élites, sino en cómo nacen, se transmiten y desaparecen, además de cómo se organizan y compiten entre ellas.

La Masa y la Élite

    Según la teoría elitista, la masa es el conjunto de aquellos que no detentan el poder; en otras palabras, la mayoría de la población, es decir, nosotros. Esta mayoría, además de carecer de poder, se encuentra desorganizada, lo que facilita aún más el dominio de la élite.

    Es importante destacar que, para los teóricos del elitismo, lo irracional (como los sentimientos, instintos y ambiciones) es lo que realmente determina la acción humana. Este enfoque, aunque pueda parecer algo cínico, nos lleva a cuestionar si realmente vivimos en una sociedad democrática o si, más bien, nos encontramos bajo el control de una élite que maneja el poder a su antojo.

     ¡Ah! Y una reflexión final: ¿No les suena esta teoría como algo demasiado familiar? ¿No les parece  que estuviéramos describiendo la realidad actual?

    En fin, continuaremos explorando estos temas –si a ustedes les parece-, mientras seguimos cabalgando hacia una mayor comprensión de nuestra situación como ciudadanos habitando, circunstancialmente, estas orillas del Ebro en los inicios del siglo XXI. ¡A caballo! ¡Yihiiiii! ¡Salud!

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