Por Jorge Álvarez
Pocas veces en la vida los políticos en el Gobierno y los opositores tienen en sus manos una coartada como ahora.
De todo lo que se les acuse o reclame, por acción o por inacción, se puede culpar al nuevo habitante de la Casa Blanca. ¿Se inundó un pueblo infame? ¿Hubo recortes en Sanidad? ¿Las estadísticas muestran que no habrá la invasión de turistas que se esperaba? O ¿se desató un nuevo escándalo que sacude a la monarquía?
En el acto, en décimas de segundo los medios podrán minimizarlos contraponiendo una información que muestre lo que es vivir en la tierra del Tío Sam hoy. Analistas de toda laya se extenderán mostrando la intolerancia de este señor con el colectivo que usted prefiera: inmigrantes, negros, homosexuales, latinos, la UE, la industria automotriz, periodistas, medios de comunicación, turismo, etc.
En fin, contra todos. Hasta con el cine, sus actores y directores. Esto alcanza a los jueces y a la Justicia porque ante un fallo escandaloso, de los que hay un par, en el Reino de España se puede argumentar que en USA hubiera sido aún peor su desenlace.
Y usted se muerde los labios por no gritar al mundo su bronca, su rabia contenida ante estos escándalos pero… lo malo está en otra parte, lejos de donde usted vive y hasta debe agradecerle a vida de haber sido tan generosa de no haber nacido en el lugar donde dicta las normas, donde pone la música para que el resto baile el señor de cabellera color oro.
Entonces no se queje si le va mal y haga como ellos, disfrace sus pesares culpando de todo al señor que reemplazó a Obama. ¿Vio que es muy fácil?