El Profeta falló, la Pitonisa acertó / Manuel Medrano

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Por Manuel Medrano
http://manuelmedrano.wordpress.com

     El Profeta pensaba que no habría terceras elecciones generales en España, y lo creía no por alguna razón de las que se han dado en los medios de comunicación, sean políticos o tertulianos los que la expresaban.

   Aventuraba difícil que no hubiera algún acuerdo por el afán de poder y la necesidad de establecerse en los canales de decisión, pues eso es el fin menos confesado de la actividad política, pero el más evidente: gobernar (cómo, ya es otra cosa). Para mí es un fin justificado, siempre que se respete la ética del servicio público y, a ser posible, se mantenga una mínima corrección y estética exigibles.

   No adivinaba el Profeta cuál sería el resultado de la situación, pues los futuros se diversifican y no son tan predecibles cuando el número de variables es tremendamente grande. Y si no, pregunten a las empresas demoscópicas por cómo les salen últimamente los vaticinios en comparación con la realidad final. Pero la Pitonisa acertó a los cuatro días de las elecciones pasadas (y pesadas): vamos a terceras. Y lo ha mantenido hasta hoy. Claro que el Profeta recibe sus inspiraciones de númenes etéreos que vagan por el espacio-tiempo y, como hay varios espacios-tiempos en España (o eso empieza a parecer), se lían o contradicen. Pero la Pitonisa tiene mano con Apolo, que son palabras mayores, de ahí su acierto.

   Disquisiciones oraculares al margen, y aunque todo aún no se ha consumado, mi Pitonisa ha despertado en mí la fe en su labor predictora. Vamos a terceras. No es que me mese los cabellos por eso porque, al fin y al cabo, tampoco estamos padeciendo un desastre económico, ni se van miles de compatriotas al paro, ni a la gente se la ve desesperada por la calle clamando por un gobierno. Como mucho, y algunos, lo hacen en el bar. Es más, se ironiza frecuentemente con la circunstancia de que tampoco está pasando nada malo por esta coyuntura. Vamos, que le faltan dos días a la peña para proclamar la Comuna de España (al modo de la Commune de Paris pero en versión castiza).

   Lo que sí se detecta, curiosamente, es un cierto resurgir de los movimientos asociativos de variado signo y objetivos, la creación de nuevos (y a veces muy interesantes) medios de comunicación, y un embrionario pero creciente sentir de la Sociedad Civil respecto a que es ella, el cuerpo ciudadano, la que hace marchar el país, y que las leyes y las decisiones políticas de carácter ejecutivo son importantes, pero no tan imprescindibles. Esta observación es simplemente eso, no un alegato político nihilista, pero díganme si no tengo razón. Y pienso que esto es bueno, pues cuatro décadas de dictadura y después otras cuatro de democracia, primero pactada y luego cada vez más imperfecta en su praxis, hacen que aún falten años para que tengamos el nivel de conciencia ciudadana que pueden apreciar en un francés, un alemán o un británico.

   Mientras, seguimos observando con cierta lejanía lo que pasa en nuestro exterior. Gran Bretaña sigue con su Brexit, y lo que queda (aunque los británicos veranearon aquí en masa de nuevo, que lo hemos visto). En Francia hacen equilibrios entre mantener el estado de bienestar y/o meter la tijera. En Italia procuran que sus bancos no se estampen (y, como están acostumbrados a transitar por las cuerdas flojas, igual lo consiguen). Los países de la Europa Oriental se resisten a admitir las directrices comunitarias cuando vulneran su soberanía nacional. Y luego tenemos a los alemanes, tan eficaces como siempre (sean de extrema derecha, extrema izquierda o extremo centro), que nos quieren vender que la sensibilidad de Angela Merkel con los inmigrantes (refugiados o no) se debe a que su papá era pastor luterano; pues debe ser sensibilidad muy sesgada, porque fue totalmente insensible cuando los españoles hemos tenido que endeudarnos hasta las cejas para pagar la deuda de nuestros bancos con las entidades financieras alemanas, sacando de nuestra sangre el abono de sus pérdidas de negocio (así también hago yo “business”), hundiendo económicamente a más de tres millones de españoles, provocando miles de desahucios y, a causa de todo ello, suicidios y la emigración de miles de nuestros jóvenes cualificados.

   No hablaré de la guerra en Oriente Próximo. Ni de Trump y Clinton. El primer asunto es opinable pero la solución nos cae al común de los mortales allá por la estratosfera. El segundo es un tema nacional, cuyo resultado influirá o no en el resto del mundo, pero que determinan allí los que tienen que determinarlo. Si no quieres que metan baza en tu país, respeta a los demás.

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