Historias de Arrakon (ficción política bufa) / Manuel Medrano

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Por Manuel Medrano

    En su destierro de Zarabol, planeta azotado por los vientos y castigado por nieblas densas como el puré, situado en la galaxia Arrakon, los desterrados Obi-Wan Kalvo y Metranvs Skywalker sintieron una gran turbación en la Fuerza. Algo se estaba moviendo, lento pero imparable.

    Mientras la  Emperatriz Blonda intentaba dominar toda la galaxia Arrakon e instaurar el Imperio de los Mil Sobresueldos se producían disensiones en sus tropas imperiales por la forma de gobernar, con Decretos Unipersonales, expulsando a quienes defendían la necesidad de introducir democracia, libertad de expresión, libertad de reunión y publicidad en las cuentas de los grupos institucionales, actuando la Emperatriz en contra de los sagrados principios de la Declaración Intergaláctica de Derechos Humanos y Alienígenas y de la Constitución de Arrakon.

   Se había producido una pérdida de adhesiones en las últimas elecciones planetarias realizadas en Arrakon de un tercio de la población. Esta defección de la ciudadanía no había hecho mella en la Emperatriz Blonda, también conocida como Reina Roja por su frase favorita: “¡Que le corten la cabeza!”, mandato que prefería al diálogo, el consenso y la unión de todos los de su bando. Había prolongado su mandato original indefinidamente, creando el desconcierto, y para ello se había apoyado en la Cooperativa del Sillón, conocida por propugnar la eternalización en las poltronas del Senado Imperial y en otros cargos de mando bien remunerados y servidos de privilegios.

   Mientras los exilados en Zarabol recibían apoyos y se les transmitía información de todo lo que sucedía, en la esperanza muy mayoritaria de que volviera la templanza y la armonía al Imperio, el Senado Imperial estaba sometido, como auténticos súbditos, a los dictados unipersonales de la Emperatriz, y todos callaban aunque la situación empeorase cada vez más.

    Ni siquiera lo sucedido en las lunas rurales de Zarabol parecía conmover a los senadores. Se habían elevado consultas en las 14 lunas del planeta para elegir representantes, con el resultado de que la Emperatriz Blonda había perdido el dominio de 5 de ellas, conservando sólo 2. Los esfuerzos de sus generales y coroneles imperiales no se habían visto recompensados por el éxito, e incluso se pensaba que acabaría culpándose de este estrepitoso fracaso a cualquiera menos a los causantes. Porque, ciertamente, sorprendió mucho que la misma noche de la catástrofe dos ediles de Zarabol y los dos nuevos responsables lunares celebraran una cena en El Shurrasco de Chewbacca, en vez de recogerse discretamente a meditar en lo sucedido.

   Después de este desastre, se prohibió la palabra “autocrítica” bajo penas estrictas, dentro de la deriva absolutista (pero no ilustrada) del gobierno galáctico. La consigna del régimen era: “Todo está bien, somos los mejores, y al que levante la cabeza se la cortamos”. Se decretó la felicidad y la alegría obligatorias, salvo para los condenados. Mientras, Obi-Wan Kalvo y Metranvs Skywalker observaban atónitos la evolución de las cosas, y la marcha hacia la disolución del otrora poderoso bando imperial, lleno de activistas fieles y trabajadores, y hacían lo que podían para evitarlo.

   En el Senado había unanimidad, pero no inactividad. Ante la previsible marcha de la Emperatriz Blonda a otros destinos, aunque no hubiera fecha, lord Robert Bermut von Custer y lord Ludwig Bellomonte entrenaban su destreza con la espada láser, observados muy atentamente por Octavus, el Visir Imperial, valedor en Zarabol del aspirante a gobernador Axkon. Pero eso es otra historia…

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