Por Dionisio Sánchez R.
Director del Pollo Urbano
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Después de unas elecciones, pasadas las tensiones que provocan las expectativas que cada uno había depositado en sus candidatos, viene la calma que nos permite –a algunos- valorar a los nuevos equipos triunfadores que van a conformar los diferentes gobiernos y a analizar –esta vez, sí, por pura afición- los errores que hicieron posible la derrota de los sorprendidos desalojados.
Siempre pasa lo mismo y para los analistas es un placer ver la cara de idiotas que se les queda a los perdedores. Se pasan varios días hasta que los derrotados asimilan que ya no están en la pomada, que para los que aún conservan butaca de oposición comienza un calvario eterno (en política, para los vencidos, cuatro años es una eternidad). Luego, cuando la realidad se posa en las filas de los desafortunados, sus ánimos se vuelven contemporizadores e, incluso, los perdedores llegan a gozar viendo que ellos (¡qué suerte!) tienen una nómina frente a los compañeros que mendigarán un bocadillo de chorizo por las calles ya que el partido, fuera del poder, entra en una situación de absoluta falta de gasolina para ayudar a menesterosos compañeros de partido. Y ahí comienza un aspecto muy interesante de la vida de los políticos, otrora soberbios y parlanchines, y tras el desastre, náufragos sin rumbo. Es una situación que deberían tener presente siempre, sobre todo cuando el éxito los empuja hacia las nubes.
Tras el destrozo nadie ha sido responsable. Lo normal es que la culpa sea de los votantes que –como es evidente- no han entendido su mensaje. Pues bien, en Aragón, nuestra presidenta, fiel seguidora de su jefe Rajoy, no lo ha podido hacer peor: unos consejeros sin gracia y con un punto de catetez que les llevaba por los caminos de la arrogancia en una tierra rocera y de gran corazón. El efecto “Verfremdungseffekt “, el distanciamiento brechtiano que la reina siempre ha practicado en sus relación institucional con los ciudadanos se le puede perdonar a ella (que es apreciada por sus otras mucha cualidades tan escasas en política), pero no a los malísimos actores que la han acompañado en sus cuatro años de representación pignatelliana. No han tenido voz ni talla aunque seguramente hayan defendido muy bien intereses ajenos al común de los ciudadanos. Ha sido, en resumen, una representación plana y aburrida hasta el hastío. Y muchos lo hemos estado advirtiendo. Y, al final, pese a que los asesores ni siquiera llegaron a vislumbrar el batacazo (tan pagados de sí mismos y de sus extraordinarias cualidades de pitonisos políticos estaban , que perdieron al segundo día de ejercer su bien pagado oficio el contacto con la realidad que desde diferentes ámbitos se les ofrecía generosa y gratuitamente), también han renunciado a cualquier autocrítica: reparten culpas y vuelven a errar en sus diagnósticos.
De nada ha servido pues para el partido popular aragonés ni los denodados esfuerzos de su secretario general por parchear las fugas de su propio partido negociando ciudadanías ni los intentos desesperados de sus voceros por anunciarnos la llegada de la turba soviética. Las elecciones se ganan al día siguiente de celebradas. Y han sido cuatro años de un gobierno soporífero e incapaz de insuflar en la gente la mínima ilusión de pertenencia a una colectividad. El resultado estaba cantado. Mientras, el señor Daudén, director de Comunicación del Gobierno de Aragón, tan visionario él, ni siquiera se dignaba a atender las demandas de justicia publicitaria que le pedían desde los ámbitos polleros ni a contestar los correos electrónicos que le hacía llegar la plebe. Imagino que ahora, que va tener bastante tiempo hasta que le llegue la nueva regalía , todavía seguirá pensando que la culpa de la derrota la ha tenido el “Heraldo de Aragón”.
En el Ayuntamiento de Zaragoza, al partido popular le toca seguir moviendo a mano la patera en la que está subido. Su candidato no vale. Es la representación del tedio y está aviejando a las jóvenes promesas populares, atadas de pies y manos a diario esperando a que Suárez Godot descendiera del AVE de Madrid para cocer algún huevo que les diera un miserable titular que animara el fin de semana urbano. Así, pueden pasarse siglos. Y lo que es peor, la oposición, esta vez sí, la va a tener que hacer el “Heraldo de Aragón”. Un fuerte abrazo a los derrotados populares y les aseguro, de corazón, que yo no he tenido nada que ver en qué gracias a una torpe, ineficaz y aburrida legislatura del PAR-PP y también, ¡cómo no!, a una histórica carambola electoral propiciada por la irrupción de las mareas políticas emergentes, los peores resultados electorales del Psoe en Aragón, lleven a un asombrado Lambán al trono del Pignatelli. ¡A caballo! ¡Yihiiiii! ¡Salud!