La Universidad de la nada / Dionisio Sánchez

PDionisio8

Por Dionisio Sánchez R.
Director del Pollo Urbano
elpollo@elpollourbano.net

     Yo estaba convencido de que nuestra presidenta tenía más correa y que cuando el rector de la Universidad de la nada le echo un pulso para conseguir un aumento en la dotación económica de dicho cado, íbamos a asistir a una buena batalla donde Rudi lanzaría al ruedo (para conocimiento y deleite del público asistente al circo)  las sencillísimas verdades del barquero referidas a ese agujero negro y sin futuro en que se ha convertido dicho templete otrora -dicen que era- templo del saber.

     No sé por qué me da a mí que en ese olimpo donde deberían habitar los conocimientos para ser  transmitidos  en buenas dosis a los pájaros alumnos que año a año insisten en ir allí a piar, a absorber diligentes los zumos destilados de las diferentes especialidades y, en general, a perder el tiempo con unos profesores y catedráticos incapaces de colocar a la cesaraugustana en algún mediocre puesto del ranquin universitario europeo (incluídas las correspondientes a Ceuta y Melilla), está pasando algo que suele ocurrir  cuando lo público se pudre y solo quedan las prebendas y la seguridad de las nóminas.

     ¿Qué niveles de excelencia segregan esas aulas para que algunos catedráticos cobren fortunas por un par de horas de clase a la semana? El resto del tiempo, ¿investigan o simplemente dejan hueco para que los siguientes en el escalafón vayan completando horarios para llegar a la nómina más que digna si se tienen en cuenta los sudores de los parados que suben humeantes a la atmósfera en forma de CO2? En todo caso, ¿no será malo para la mente tanta investigación que generalmente habrá de culminar en libros sin interés y ahormados de corta-pega con el trabajo en negro de los becarios y aspirantes a un rodal en el redil?

     Pero, claro, nuestra presidenta ¡qué va a decir! si de su corro tiene una buena nómina de excelsos profesores y catedráticos que tan solo aspiran a ser designados directores generales aunque solo sea por un pequeño  estertor trimestral para que corra el contador y lleguen por fin al cielo del burócrata y que no es otro que agarrar el grupo máximo al que pueda aspirar  según su formación.  Aunque esta, en Aragón, también se ha suplido con  frecuencia  con un buen roce de amistad al amparo de  alguna “Universidad a Distancia”  (mejor galáctica que presencial). 

     Pues eso, a seguir manteniendo un buen club de privilegiados (por arriba) y de currantes malpagados (por abajo). Malpagados, es un decir, porque con las hábiles reformas laborales del PP, hoy en día un mileurista es casi un millonario y si encima tiene  la seguridad de la nómina en tiempo y forma,  es un clarísimo integrante de la “casta” que tanto gustan de nombrar los de la “casta” de Podemos, Ganemos o Triunfemos. Porque, claro, llegados a este punto, casi deberíamos hablar de como la inservible ha guarecido como nido amable y generoso a esta nueva/vieja formación de tufo troskista. Aunque esto no es nuevo. La Universidad y, en general, lo público siempre ha sido sótano de fermento y cría de líderes achampiñonados y protegidos por sus singulares derechos laborales con los que, por supuesto, no cuenta ningún otro trabajador en España, con la excepción de los currantes de los bancos y cajas, las multinacionales del automóvil o los integrados en las contratas municipales, sobre todo algunas de las que mantiene el de Zaragoza apoyadas descaradamente por IU, (multinido de funcionarios-gerentes) y luego de Progea,  administradores de PICHas y solares. 

    Ya desde que llegó Felipe, la izquierda acometió la tarea de enquistarse en la función pública pues no en vano en su catálogo de conquistas  del Estado del Bienestar la primera no era otra que  la de inflar  de acólitos Educación, Sanidad y Administración.  Y un buen ejemplo al inicio de la democracia fue la taquilla que se instaló en la facultad de Empresariales para dar acceso, pasto y puesto,  a todos los fervorosos “no numerarios” que llevaban marcada a fuego su condición de “demócratas imprescindibles” en el camino que la pacata sociedad zaragozana (y aragonesa) habría de andar bajo su permanente vigilia y arrope. De este modo al pensamiento orteguiano sobre las tres misiones de la Universidad: la enseñanza para la formación de profesionales, la investigación (científica y humanística) y la difusión de la cultura añadieron la muy importante de cobrar una buena nómina con oposiciones circenses o simplemente sin ellas pero con amplios acuerdos sindicales y, desde luego, con el carné en el bolsillo. 

  Sin duda, la  Universidad no deja de ser un reflejo de nuestra sociedad, como lo es cualquier otra de nuestras instituciones. Simplemente da pena pensar que  mientras algunos próceres pensaron que  la “Universidad debía imponerse como un “poder espiritual”, supremo e histórico, para asegurar que la opinión pública existiese y que fuera , en suma, un órgano que al reflejar las convicciones de la sociedad, también asegurase su continuidad en la interpretación radical de la existencia…”la realidad nos devuelva esta tristeza de ver a su  rector mendigando un euro para mantener  una estructura anticuada  e inoperante y no proponiendo bajarse su maravilloso sueldo, aplicar un ERE al multitudinario personal no docente que ya no cabe en los edificios o  destinando las prensas universitarias a fabricar bolsas para envolver bocadillos. 

   Amigos, compañeros y camaradas, ¡a caballo! ¡Yihíiiiiii! ¡Salud!

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