Por Esmeralda Royo
Fuera del papel couché y de las sonrisas en la alfombra roja, en la época dorada de Hollywood hacía mucho frío. Gracias a magnates caprichosos que controlaban milimétricamente todo, la vida de las actrices no era fácil.
n Betsy Blair fue un caso paradigmático, aunque su caída en desgracia se debió a otras razones. Se convirtió en una molestia para un negocio en el que incluso las mujeres más guapas o dóciles podían llegar a ser un estorbo.
Modelo infantil y virtuosa del claqué, a los 16 años debutó en Broadway y conoció a Gene Kelly, coreógrafo de un club neoyorkino y 11 años mayor que ella, con el que se casó antes de que ambos se trasladaran a Hollywood. Era buena pero no llegaba al nivel de Cyd Charisse o Leslie Caron, así que decidió cambiar el sueño de ser bailarina por el de ser actriz.
Comenzó trabajando con Cukor y Mankiewick pero en su prometedora carrera se cruzó un hecho que marcaría su vida: el maccarthismo la incluyó en la lista negra.
El Comité de la Primera Enmienda nació para apoyar a guionistas y escritores acusados de comunistas durante “la caza de brujas”. En él estaban Bogart, Edward G. Robinson, Mirna Loy o Gene Kelly entre otros. A Bogart y Robinson les amenazaron con emprender una campaña de prensa contra ellos y acabaron sucumbiendo. Gene Kelly era una estrella que había hecho ganar a la Metro una fortuna con “Un americano en París” y “Cantando bajo la lluvia”. Había una presa màs fácil: Betsy Blair, su mujer. Se equivocaron porque no fue fácil. “Soy una ciudadana libre y nadie puede obligarme a declarar sobre mi pertenencia a un partido político” dijo, negándose a comparecer ante el tribunal.
Tras años sin recibir una sola oferta y a punto de quedarse fuera de coprotagonizar “Marty”, Gene Kelly estalló, amenazando con abandonar los estudios si no acababa el infame acoso.
“Marty”es una joya guardada en el American Film Institute por ser la primera película del neorrealismo estadounidense, género tan común en Europa, y en ella Betsy demostró su capacidad para engrandecer personajes aparentemente vulgares. La película consiguió los 4 Oscar más importantes, excepto el de Betsy Blair a pesar de ser la favorita. En Europa y sin vetos ganó el premio de Cannes y el Bafta de la Academia Británica.
Ya no volvería a trabajar en Hollywood pero le sirvió para darse a conocer en Europa, donde trabajó con Antonioni en Italia y Richardson en Inglaterra. En España fue Juan Antonio Bardem, que le había seguido desde su trabajo con Cukor, el que le ofreció protagonizar “Calle Mayor”, una de las mejores películas del cine español.
Ella se negaba a pisar la España de Franco pero acabó aceptando por afinidad ideólogica con Bardem y porque éste la convenció de que la película era una crítica, un ajuste de cuentas con un país que, si bien había dejado atrás los años del hambre, conservaba intacta cierta miseria moral encarnada en unos sinvergüenzas provincianos y aburridos que se burlaban de “la solterona” Isabel, fingiendo que uno de ellos quería cortejarla.
La censura no dió problemas porque consideró que si el galán era José Suárez, el muy condecorado falangista, legionario y divisionario azul, no había nada que temer. Los problemas vinieron cuando, con el rodaje preparado en Palencia, Bardem fue encarcelado por firmar uno de los muchos manifiestos que firmó en su vida. Los todopoderosos productores españoles Manuel Goyanes y Cesáreo González, que manejaban el cotarro cinematográfico patrio, fueron tajantes: había que cambiar de director.
Betsy Blair, aprovechando la condición de estrella que ellos mismos le habían concedido, dejó claro que solo trabajaría a las órdenes de Bardem. Iba tan en serio que llamó a Gene Kelly para contarle la rocambolesca situación, éste hizo lo propio con Orson Welles, que a la vez se lo comunicó a Charles Chaplin. La cadena terminó en el despacho del Ministro de Cultura español, avisado por el embajador en EEUU de que esta gente había amenazado con manifestarse ante la embajada.
Goyanes y González cedieron, trasladaron el rodaje a Logroño e impusieron dos condiciones que les parecían importantes pero eran menores. Tenía que quedar constancia de que:
1. Lo que ocurría en la película podía pasar en cualquier país del mundo.
2. El padre de Isabel había muerto en “la gloriosa cruzada nacional”. ¡Qué era eso de que un militar español muriera de muerte natural!.
Betsy Blair entendió a la perfección cómo dar vida a una señorita de provincias que soporta abnegadamente la omnipresente influencia eclesial e ignora que vive en un ambiente propicio a la aniquilación de los individuos. Acostada en la cama pasa de la sonrisa esperanzada a la risa adolescente, mientras pronuncia el nombre de “Juan” en todos los tonos posibles. Cuando el único hombre decente de la historia le confiesa que todo se ha debido a la cruel apuesta de unos cobardes sin compasión y le aconseja que abandone la ciudad, vemos como sus ojos pierden el brillo y sin pronunciar una sola palabra más, camina hacia la estación pero es incapaz de tomar el tren. Bajo la lluvia y como un fantasma regresa a casa, convencida de que para ella ya no hay esperanza.
Consiguió el premio del jurado en el Festival de Venecia.
Dejé EEUU porque solo me permitían ser la esposa de Gene Kelly. Con ello también abandoné a un hombre generoso, el padre más bueno del mundo y mi maestro en todo, aunque acabé sobrepasándole por la izquierda.”, dijo mientras recorría de nuevo las calles de Logroño en su última visita a España.
Su carrera y vida personal siguieron en Inglaterra, donde volvió a casarse con Karel Reisz, el director checo de “La mujer del teniente francés”. Ella, a la que quisieron condenar al ostracismo por su supuesta pertenencia al partido comunista, organizó junto a su marido la ayuda a los refugiados checos que, huyendo del dominio soviético, llegaron a Gran Bretaña tras la primavera de Praga.