La rubia del deportivo


Por Esmeralda Royo

En el Madrid vencido de “La Colmena”, las desgracias se cebaron con Margarita Verdugo. Tenía 28 años, había perdido a su marido, un joven soldado republicano, y a un hijo 9 meses.

      Por si esto no fuera suficiente, los vencedores de la guerra, que supieron cuándo empezar pero nunca cúando acabar, promulgaron la “Ley de Responsabilidades Políticas”que, entre otras aberraciones jurídicas, anulaba las titulaciones obtenidas durante la República.

    Sin poder ejercer su profesión de enfermera y con un hijo de 4 años que sacar adelante, le pidió ayuda a su tío, Francisco Verdugo, fundador de “Mundo Gráfico” y aceptó entrar en el mundo del periodismo, por el que nunca se había sentido atraída a pesar de que su familia estaba ligada a él. Sin experiencia y obligada por la necesidad, comenzó como otras tantas mujeres jóvenes que más tarde serían reconocidas en el periodismo y la novela: elaborando crucigramas y redactando horóscopos, cuyos textos inventaba de principio a fin.

    Al principio de los años cincuenta alternó la crónica social en “La Moda Española” con la corresponsalía de la agencia norteamericana “New Agency” y es cuando cambia el apellido Verdugo por el de su abuela, Landi, convirtiéndose en la rubia reflexiva, sofisticada, seria y siempre fumando en pipa. Era, según su hijo Angel, una mujer de los años ochenta que vivía en los cincuenta.

    Su trabajo llamó la atención de Eugenio Suárez, un periodista que, a pesar de haber estado en la División Azul y pertenecer a Falange, era uno de los más vigilados por la censura. Se las vió y deseó para lograr los permisos de publicación de “El Caso”, semanario especializado en sucesos. Ante la negativa del Ministerio a autorizarlo, pide la intercesión del Arzobispo de Madrid, al que convence con el peregrino argumento de que “era necesario reflejar la realidad cristiana de España”. A cambio, el Arzobispo exigió la presencia en la redacción de un sacerdote entregado al régimen, que vigilaba todo lo escrito antes de publicarse.

– Margarita, escribir que se ha encontrado un cadaver semidesnudo es inmoral – le dijo un día el sacerdote censor-. ¡Semidesnudo!, por el amor de Dios, quita eso.

   Sin inmutarse, corrigió el titular: Encontrado el cadáver semivestido de una joven en Oropesa (Toledo).

     Aunque se le conocía peyorativamente en algunos ámbitos que lo leían, pero hubieran preferido morir antes de reconocerlo, como “el periódico de las porteras”, “El Caso” se convirtió en la publicación con más tirada de la prensa española, superando incluso a “Marca” el día que éste informaba del mítico gol de Zarra con la selección española,

     Margarita Landi sabía lo que los lectores querían. Se metía en las casas de las familias, amigos y vecinos, tanto de la víctima como del autor del delito. No solo informaba sobre el crimen, sino sobre la miseria e ignorancia que en ocasiones le acompañan.

     Fue tal la popularidad de “El Caso”, que los ciudadanos avisaban al periódico antes que a la policía, así que cuando ésta llegaba al lugar de los hechos, se encontraba con Margarita tomando notas. No es de extrañar que en los ambientes policiales se la conociera como el “Inspector Pedrito”, porque era una más en la escena del crimen. Por este motivo y por su seguridad, un comisario de policía le regaló una pistola que, a pesar de llevar siempre en el bolso, solo sacó una vez: el día en el que a un hombre se le ocurrió tocarle el culo en la calle.

    Acostumbrada a correr detrás de su sombra y a la necesidad de llegar la primera, viajaba sola y sin fotógrafo, pero esto tampoco era un problema ya que el mechero que le servía para encender la pipa también era una cámara fotográfica.

    Era conocida como “la rubia del deportivo” porque durante 26 años recorrió una España en blanco y negro, sin televisión y que apenas leía, adelantando con su deportivo a los coches de la policía por caminos en los que apenas cabían dos carros y solo llevaban a un lugar. “Algún día te vas a matar con ese coche “, le decía Eugenio Suárez. “Otra primicia para “El Caso”, contestó.

    En 1980 abandona el semanario para colaborar en la revista más famosa de la transición: “Intervíu”. Su reportaje sobre el crimen de Puerto Hurraco, uno de los sucesos más impactantes de la época, está considerado a día de hoy, un referente en el periodismo de sucesos. Era obvio que aquello era una masacre provocada por unos hermanos perturbados, así que ella va más allá e investiga las décadas de odio y violencia entre dos familias que pudieron llevar a la venganza final, llevándose también por delante a vecinos que solo se encontraban en el peor lugar posible. Carlos Saura y Ray Loriga, director y guionista respectivamente de “El Séptimo día”, película que narra los hechos, reconocieron que la investigación de Landi fue fundamental para realizarla.

   Al final de su carrera también apareció en televisión. Célebre fue la respuesta que en un programa dedicado al maltrato a las mujeres, le dio a una espectadora aterrorizada porque su marido iba a salir de la cárcel y ella sabía lo que le esperaba. “No puedo decirle lo que tiene que hacer, pero sí lo que haría yo: esperarle en la puerta con una escopeta cargada”.

    Margarita Landi, la mujer a la que todo le conmovía pero nada le sorprendía, olvidó en sus últimos años al joven carterista que intentó robarle el bolso y al reconocerla solo pudo balbucear un: “Perdone, señora”. A la niña murciana que, sobrepasada por la miseria, envenenó a tres de sus hermanos. Olvidó a José María Jarabo, el asesino de clase alta dispuesto a todo para mantener su posición. Tampoco recordaba a “El Lute”, ejemplo de una justicia penal represora, ni a la mujer alavesa que echó agua hirviendo a su marido maltratador y que le confesó el crimen.

    Los cientos de casos que reconstruyó más allá de estereotipos, permanecen en la memoria colectiva española.

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