OperaMía: ‘Miguel Fleta y la jota’.


Por Miguel Ángel Yusta.

 

     Miguel Burro Fleta, nace en Albalate de Cinca el 1 de diciembre de 1897. Era hijo de un tabernero y el más pequeño de catorce hermanos, de los que vivían siete cuando Miguel viene al mundo.

    Aunque apenas va a la escuela, el cura le enseña los primeros rudimentos de música y, desde muy joven, gusta de cantar jotas.

      En 1914 marcha a Zaragoza para trabajar sucesivamente en las torres –así denominaban en la capital aragonesa a las casas de campo- de sus hermanas Inés y Clara, sitas en Cogullada. La tradición lo presenta llevando en el carro las verduras para vender en el mercado y lanzando al aire bravamente sus jotas

 

    Se presentó al Certamen de Jota Aragonesa, sin conseguir premio alguno. Aragón perdió un jotero (aunque luego recreó la jota en sus actuaciones líricas) y el mundo gano uno de los divos de ópera más grandes de todos los tiempos.

    En 1917 marcha a Barcelona y a partir de ahí comienza su carrera invreíble en el universo de la ópera. Estudios, relación con Luisa Pierrick y el mundo en sus manos…No nos extendemos más en este trabajo pues hay varias y excelentes biografías que pueden ilustrar al lector curioso sobre los detalles de una vida realmente singular en lo artístico y en lo personal

      Como ilustración anecdótuca de sus inicios y de su madurez artística. aportamos dos textos: del cantautor Joaquín Carbonell y el profesor y estudioso del canto Javier Barreiro:

 
Joaquín Carbonell publica en El Periódico de  Aragón el  01/08/2013 

     1917 fue el preludio a aquella volcánica explosión de muertes que asoló toda España. El año de la fiebre se conocería desde entonces a 1918, que arrasó de gente joven y vieja las casas más modestas pero también las elevadas torres de los señores. Pero era 1917 todavía. Ramón, al que se conocía como El Curro, porque de crío se había golpeado el dedo gordo con una piedra, era un potente hombre de campo, ganadero emprendedor y despierto. Se había casado hacía tres años con Nicolasa y por esos días ya tenía dos bocas que alimentar.

     Ramón era un muchacho de su tiempo. Aquellos veranos asfixiantes, cuando el trigo ya descansaba en los graneros, los mozos competían en las nobles osadías de tirar el barrón, levantar el caiz, o arrastrar la cuerda. Las chicas que trajinaban con las meriendas o las fajinas, contemplaban estas demostraciones de habilidad con pícaro entusiasmo. Ramón El Curro, cuentan que cantaba bien la jota. Su voz atiplada, muy bien afinada, se escuchaba desde leguas cuando subía con su carro hacia las poblaciones de Albalate, Lécera o Muniesa a intercambiar aceite y vino por mantas y garbanzos.

    Al declinar el verano de 1917, Ramón se dirigió en el Correo hasta Zaragoza. Tenía que comprar unas cosas para las próximas fiestas de septiembre, y solo en la ciudad se encontraban buenos sastres y mejores tabacos. Pasaría una semana visitando parientes y recorriendo tabernas y casas de comidas, cafés cantantes y algún cabaré.

    El Ambos Mundos era el café más elegante de la capital, un lugar donde corría el vino fresco y se podía comer pescado traído del Cantábrico. Solía frecuentar también el Café Levante, pegado a la puerta del Carmen, acceso a la ciudad de caballerías y carretas. Ramón se dejaba caer también por las tabernas del Coso y tascas de Delicias donde se escanciaba el mejor vino de Aragón. Unas tascas poco ventiladas donde se permitía cantar al parroquiano, siempre que se entonase adecuadamente.

    Aquella tarde de primeros de septiembre, El Curro se dirigió al caer la tarde hacia el bullicioso barrio de la Magdalena, en las proximidades de la Facultad de Medicina. Conocía al dueño, que nada más verlo le puso un chato de Aguarón y unas olivas. «Echa una jota y la primera es gratis», le sonrió el tabernero, que procedía de Letux. Ramón se arrancó con La fiera y todos enmudecieron. Se aplaudió al rematar y entre la expectación reinante brotó otra voz del fondo. Era un mozo espigado, bien plantado, que replicó con una magallonera. Al finalizar, la parroquia rebosante de jornaleros, intuyó que iba a presenciar un duelo gratuitamente. Así fue. Volaron las jotas a palo seco y reventaron las manos de aplausos. «¡Hala, bebed!», invitó el tabernero a los dos competidores. Se saludaron con modestia y se reconocieron como clase trabajadora. Chicos de campo. De pronto, un señor elegante, cuya gabardina gris no entonaba en aquella tasca de cáscaras de cacahuetes, se presentó a Ramón y le hizo una propuesta insólita: «Tienes una gran voz. ¿Quieres aprender canto? Te pago los estudios en Milán». Ramón se tentó el pecho y asombrado por la oferta la rechazó: «No puedo, estoy casado y tengo dos hijos. Imposible». El caballero ya se iba cuando se apercibió de la presencia del otro cantador: «¿Y tú?», le preguntó. Aceptó de inmediato. Era un muchacho fuertote, carne de tajo, que echaba las horas en las fértiles huertas de San José. Sin pensarlo dos veces le contó al caballero que él era soltero y con ganas de aprender.

    Así fue. Ramón, que se apellidaba Carbonell García pudo haber cambiado el curso de su vida. Regresó a su Alloza natal y solo le contó aquella extraña aventura a Nicolasa. El otro muchacho se despidió de los señores de la torre y se fue con su tutor. Alcanzó fama internacional con el nombre de Miguel Fleta.

 Javier Barreiro, por su parte, nos deja estas líneas, citando un texto de Lauri-Volpi:

    El gran tenor Giacomo Lauri-Volpi, que acompañó a Fleta frecuentemente,  dejó varias veces por escrito constancia de la fácil inmiscución de Miguel en el alma del pueblo:

«España entera, del rey al campesino de la última aldea, le honró. Yo he visto ancianos temblorosos de canas venerandas, arrodillarse a sus pies, besarle manos y vestidos. Mujeres hermosas ofrecerle flores, sonrisas, regalos, por la felicidad de verlo y hablarle. ¿Exageración, fanatismo? Lo que se quiera, pero cuando un hombre se crea una individualidad imperiosa y dinámica y logra afirmarla tan poderosamente superando los límites de su esfera de acción y las fronteras de su patria, ese hombre ha hecho su felicidad y la de los otros, y puede decirse que no ha vivido en vano».

      Fleta siempre tuvo la jota presente. Siempre se sintió aragonés del pueblo, aún en sus mayores momentos de gloria

FLETA Y LA JOTA.CLASES DE JOTAS: ESTILO. ZARZUELA. JOTAS DE FALLA.

   Pasaremos breve revista a sus jotas más famosas, que a veces cantaba en los finales de sus recitales.  A las jotas de estilo y a las jotas que inmortalizó

     Con respecto a las jotas de estilo, muchas de las cuales interpretó Miguel Fleta, existen varios intentos de clasificación, como el que hace Demetrio Galán Bergua en El libro de la jota aragonesa, que es el más aceptado, si bien no existe una definición definitiva de los diferentes grupos de jotas y estilos. Los estilos clásicos reconocidos proceden del Valle del Ebro (incluyendo la capital, Zaragoza), el Bajo Aragón y en general las zonas históricamente habitadas por moriscos, dato que avala un posible origen árabe de la jota, como también lo es su compás ternario.

     Entre estos estilos clásicos destacan las «zaragozanas», las «aragonesas» (en sus modalidades de «puras» y «libres», que fueron tonadas interpretadas por «El Royo del Rabal») y las «femateras», de las que la «aragonesa pura» sería un ejemplo, por su cercano parentesco.

Otros estilos son las «fieras», que adoptan cadencias andalusíes. Las «rabaleras» toman su nombre del «rabal» o arrabal. Otro grupo está relacionado con las faenas del campo: las «segadoras», «trilladoras» y «oliveras», estas últimas características del Bajo Aragón. Del sur proceden las «jotas de Teruel».

    Otro grupo lo componen las «melismáticas». Muchos otros tipos de jotas se conocen por el nombre de los pueblos donde fueron documentadas o del cantador que las popularizó. También existen composiciones originales de diversos jotistas, sobre todo con la aparición de grupos joteros a mediados del siglo XX, que necesitaban ampliar y variar su repertorio, si bien a veces esto se hizo en detrimento de la autenticidad.

     Capítulo aparte merecen las «rondaderas», interpretadas por grupos de jóvenes por las calles cuando salían a rondar o requebrar en grupo a las mozas, las «bailaderas», o aptas para ser interpretadas al baile y las «jotas a dúo» o «de picadillo».

Las jotas  en las zarzuelas:

     En la edad de oro de la Zarzuela, segunda mitad del s. XIX, la jota tan en boga en la época, enriquece a la Zarzuela y esta populariza a la jota a gran escala. La jota influye en el género y los autores le dedican, dado su éxito, numerosas partes en sus obras.

    Al respecto, Javier Barreiro hace en su obra “Biografía de la jota aragonesa” (Mirá editores 2013) un extenso estudio que el lector interesado puede consultar.

     El número de piezas de ambiente aragonés  es grande  y en ellas se incluyen jotas. muchas de las cuales se han hecho famosas cantadas por Miguel Fleta.

   He aquí unos cuantos ejemplos de jotas y canciones de tema aragonés:

La Bruja  1887  (Chapí – Miguel Ramos Carrión)  “Suspiros de mi garganta”

Certamen Nacional.  1888

El dúo de La Africana 1893 Echegaray -Fdez Caballero.

La Dolores  1895  Feliu y Codina. Bretón

Gigantes y Cabezudos  1898 Echegaray- Fdez Caballero

El guitarrico  1900   (Emblemática de Fleta)

La patria chica 1907 ( Hnos. Álvarez Quintero- Chapí)

El Trust de los tenorios. 1910 (Arniches y García Álvarez. Música de Serrano)”Te quiero”.

Los de Aragón  1927 (Serrano- Juan José Lorente)

 La Dolorosa 1930  (Serrano- Lorente)

El Divo  1942  (Romanza “Soy de Aragón”) Fco- Díaz Giles- Pedro Galán y Luis Torrres, basada en la vida de Fleta

     A partir de entonces se produce un decaimiento del género, que se recupera a partir de los años 80 y hoy sigue vivo con el florecimiento de la zarzuela en nuevas producciones, principalmente en el Teatro de la Zarzuela madrileño .

       Finalmente dedicaremos unas líneas a las jotas de Manuel de Falla, que se integran dentro de su obra Siete Canciones Populares Españolas

(1. El paño moruno;

2. Seguidilla murciana;

3. Asturiana;

4. JOTA ;

5. Nana;

6. Canción;

7. Polo) y de las que Fleta hizo una gran interpretación.

He aquí la letra de las coplas aragonesas:

Dicen que no nos queremos

porque no nos ven hablar;

a tu corazón y al mío

se lo pueden preguntar.

 

Ya me despido de ti,

de tu casa y tu ventana

y aunque no quiera tu madre,

adiós, niña, hasta mañana.

    Esperamos que esta pequeño trabajo ilustre el lector sobre Fleta, en su vertiente de cantador de jotas, que no jotero, ya que al mejor tenor del mundo en su época le movió su amor a la jota y a la tierra que levio nacer y las interpretó con un estilo lírico excepcional que sentó una inigualable manera de imterpretarla, tanto ern las zarzuelas en las que se integraba como en sus “propinas” que generosamente otorgaba al final de alguna función, erspecialmente en España y a petición de un público enfervorizado.

 

     Miguel Fleta murió hace ochenta y dos años, el 29 de mayo de 1938. Tenía cuarenta años.

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