Vermú flamenco. El «Niño de la fragua» con Joselito de Pura.


Por Feli Benitez

      En una mañana de mayo, bajo unas nubes de zinc que gruñían y amenazaban en falso con bajar hasta la tierra y soltarnos el látigo de sus hilos de plata, hemos podido escuchar la voz de Niño de la Fragua y la conversación de Joselito de Pura con su guitarra.

       Un público atento seguía con embeleso las explicaciones del cantaor acerca de los modos, la génesis, los motivos y temas del flamenco y los usos y costumbres que se acompañan con este cante, las relaciones entre las personas que lo cultivan, los lugares donde se cobija, se recoge y se expande y la forma que Niño de la Fragua tiene de entender su relación con este vehículo expresivo, esta forma de ser y estar en el mundo…

   Joselito de Pura: sobriedad y elegancia en la ejecución, habilidad y sentimiento en el toque, virtuosismo en la interpretación y mucha emoción y sentimiento transmitidos.

    Bulerías de Jerez sonando cerca de los Pirineos.

   La voz de Niño de la Fragua se adelgaza hasta convertirse en una aguja diamantina que se cuela por el oído y llega a la emoción hasta conmover sus fibras más sutiles.

          Momentos de delicadeza sonora que se queda en el aire revoloteando como una abeja cargada de néctar que ha visitado muchas flores y que sueña la miel.
  
  Y, de repente, se encrespa el agua. Las olas suben y arremolinan a su paso caracoles, arena y destellos. La voz se hace cresta de espuma y se va hacia arriba, te arrastra y te llena de algas y sol antes de depositarte de nuevo en la orilla…

    …y sientes el latido del propio corazón como un compás ajeno

   Y las manos que tejen notas en las cuerdas, aseguran una red bajo la cascada de timbres.     

    El colchón sonoro redondea los bordes y angulosidades del prosaico espacio sin música, y entonces salta la voz singular: la guitarra ya no es mero acompañamiento. Habla, nos interpela, nos acaricia y nos sacude.

   Los silencios, tan elocuentes, tan sonoros.

   Todo el conocimiento, el cuerpo, la mirada orquestados para seguir a la intención.

    Hay quien toca, hay quien acaricia. 

    La sonrisa del aire.

    El batir rítmico del nacer de las olas

    El aleteo casi imperceptible de las comisuras del ser

    Fundirse con el aire que ya no está ni dentro ni fuera, volverse líquido, paladear la luz. 

    Y un recogimiento para atrapar lo cierto y poder darle forma, poder compartirlo… 

        La poesía está en los ojos de un niño que a mi taller, con sus esculturas en forma de pez colgando del techo, lo llama acuario…hoy, como el agua clara que baja del monte, fluía todo en el taller y el cristal líquido de la voz del Niño de la Fragua y las olas empujadas por las manos de Joselito de Pura nos han mecido y acompañado para viajar desde las sierras prepirenáicas hasta Chiclana y Jerez de la Frontera…

        Gracias al centenar de personas que se han acercado hasta el taller desde diferentes localidades y decir que he lamentado y sentido mucho el que tantas hayan tenido que seguir el evento desde la calle al haberse superado el aforo del taller…El agua se ha desbordado.

(Fotografías cortesía de Gabriela Fernández Jentsch)

Fuente: https://eltallerdefeli.blogspot.com.es/2018/05/vermu-flamenco-el-nino-de-la-fragua-con_21.html

Niño de la Fragua, el Cantaor

   Así es como de pequeño se conocía a Pedro por frecuentar el lugar de trabajo de su abuelo, Tío Juane, que era fragüero, artesano del hierro, y éste fue el nombre artístico que mantuvo cuando comenzó a cantar profesionalmente a los quince años de edad.

   Es cantaor de Flamenco y diplomado en Magisterio, y el pasado mes de Junio de 2017 presentó su primer trabajo discográfico de su propia cosecha y producción, que tituló “Libertad Condicional”.

   Este disco supone su presentación oficial a pesar de tener una amplia trayectoria y de haber conseguido premios importantes como el Nacional de Cante por Alegrías de Cádiz, en 2013, o de haber sido segundo clasificado del Nacional de Córdoba en 2014.

   Ha dirigido y producido espectáculos como el de apertura de la XXX Fiesta de la Bulería, en 2017, que obtuvo unas críticas y comentarios muy favorables, o la Navidad Flamenca en el “Teatro Villamarta”, en 2016, que se presentó con un lleno absoluto y fue del total agrado del respetable.

   Pedro aspira a que este disco —resultado de su toma de conciencia personal y social— muestre por qué es como es. Quien lo escuche conocerá al niño que corría por la fragua de Tío Juane, su abuelo; y conocerá también a una persona que hoy se esfuerza por ser comprometida, agradecida, respetuosa y nunca cobarde. Un cantaor de familia gitana fragüera que ha pasado por la universidad; que vive a un tiempo el clasicismo y la vanguardia, que bucea en la herencia para dar sentido a su presente y a su futuro. Que busca la inspiración, no directamente en los creaciones de aquellos viejos maestros, si no donde ellos la buscaban, en la propia experiencia.

  Como principio vital, ejerce la curiosidad y la rebeldía. Lucha por salir de los patrones impuestos que nos dejan las facultades mermadas, la creatividad dirigida y la imaginación dormida. “Creemos practicar la libertad de expresión sin darnos cuenta de que han cercenado nuestra libertad de pensamiento. Es como vivir en Libertad Condicional”.

   Pedro necesita vivir, y necesita cantar; quiere sentirse útil y libre. Y sólo cuando su cante revela sus verdades siente que la vida le retira la Libertad Condicional. Entonces, y solo ahí, se siente el auténtico y el único que en el fondo todos somos. Ahí, es cuando la boca le sabe a Libertad, se relame, saborea, sonríe y es casi feliz.

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