Fernando Ferreró: La poesía y su lucha contra el lenguaje


Por Jesús Soria Caro

     Miembro del Niké, amigo de los hermanos Labordeta, especialmente del poeta Miguel Labordeta del que fue su confidente. Profesor de secundaria en diversos centros de Aragón, la Rioja, etc…

     Deja una obra poética reflexiva, metafísica, que conecta con un denso pensamiento cercano a lo filosófico, alejada de los cánones, una lírica hermética, esencial que busca comprender el significado oculto del mundo, del yo y lo hace explorando los límites más allá de la lógica del uso del lenguaje, buscando al otro lado de las fronteras del pensamiento otras posibilidades significativas. Su lenguaje, conceptual, expresionista, con resabios del surrealismo. Es una voz propia que, como señaló Javier Barreiro (2013), por su alejamiento del canon quedó relegada por la recepción crítica y el favor de los lectores a ser un poeta olvidado, pero un autor de culto para otros poetas. Fernando Ferreró es un maestro de la diferencia, la libertad creativa, el pensamiento poético que rompe las estructuras de la “tradición más vanguardista” y del lenguaje más innovador.

    Acerca de lo oscuro, fue su primer libro, publicado en 1959 en la colección Orejudín, editado por los hermanos Labordeta. Supone la indagación en la lucha del hombre contra una realidad inexplicable, de ahí lo “oscuro” del pensamiento (aludido en el título) y del lenguaje que no pueden ni interpretar ni evocar la oscuridad de un sentido oscuro del mundo, del amor, del sentido del ser. Se produce la búsqueda de la iluminación de un sentido nuevo frente a este. Relacionado con su primer libro solo dos años más tarde publicará Hacia tu llanto ahogado (1960) en el que se aboga por resistir en ese “mundo oscuro”, carente de sentido. Sin embargo, ese pesimismo queda revisado en 1982 con la publicación de De la cuestión y el gesto (1960), que se compone de los dos libros anteriores refundidos y ampliados, tiene un carácter de metapoesía (al ser tematizada casi como motivo central la propia poesía y su lucha contra los límites del significado) en la que se plantea la lucha contra el propio lenguaje y el significado del mundo. La poesía implica la libertad de un nuevo modo de conocimiento. La densidad implícita (1988) es una etapa de poesía conceptual con ecos de Guillén que sigue en la línea anteriormente mencionada del metalenguaje. En El texto mínimo (1988), como señala Julio del Pino (2016: 25-30), la poesía se adentra en la reflexión, la sentencia breve, la meditación del aforismo. Son poemas que recogen parte de sentido minimalista del haiku y la densidad breve de la tradición conceptista de nuestra literatura.

    Antonio Pérez Lasheras lo definió como un poeta minimalista, cercano a los herméticos italianos como Ungaretti y Eugenio Montale. Así es su poesía hermética (el movimiento se nutrió del decadentismo, surrealismo, simbolismo) en cuanto a una palabra poética que reduce la conexión con la realidad, un jeroglífico de ideas en las que el misterio del símbolo embellece la palabra poética. Es, en definitiva, poesía pura en cuanto a la búsqueda de la esencia del lenguaje y de la realidad, conllevando ambos un deambular en la introspección y la búsqueda de un sentido de la existencia.

     El poema inicial de Hacia tu llanto ahogado (1960) es muy representativo de su obra, ya que en este se tematiza la propia lucha del lenguaje poético por abrir otras vías de sentido oculto a lo real. Es una muestra de la fuerza lírica del autor, habla tal vez de la intensidad poética que anida en la mirada que inunda al yo lírico, es el mirar sin los ojos de la razón, el atrapar la belleza de la vida sin necesidad de pensar, ni entender lo que nos rodea. Es algo incontrolable, casi mágico que está más allá de nuestro entendimiento. Es lo que Zambrano denominó la “Razón poética”, un entendimiento sin el pensamiento que se conoce desde la libertad de lo poético, desde el pensamiento libre de la imaginación. Parece que el ser abandone su materialidad y entre en el ideal de la mirada que sólo es intuición, introspección, sentir poético:

¡ALERTA! Más te veo. Inundas

los átomos-personas vivos, que andan

por el azul despierto. Mediodía.

¡Alerta, alerta! Suavemente,

empujas con tu brazo fresco

nuestra sonrisa de feliz verano y,

aquí y allá, como en tu vuelo,

tocas la hierba o subes,

llena de aire sonoro y limpio.

Nuestra eres, mía; excitación vibrante,

vaporosa cadena de algo,

salida en fuga de la piel gozosa. (Ferreró, 2016: 25).

    No mirar, guardar la mirada para el secreto como dicen los versos, o no mirar con los ojos de la razón; hacerlo con la libertad de esa otra verdad, la que no queda en la lógica y nos hace libres en la imaginación y en el arte, la mirada que se acerca a lo que Zambrano definió como “Razón poética”.

No mirar esa forma.

Guarda tu ojo para el secreto.

Hay un ángulo que se aparta. El yo

madura en la presencia.

El no estar modifica

la acción.

No saber. No estudiarse.

Pero ya, sin enfuerzo,

obtener beneficio

en una larga paz,

con un sentido blanco

y amistoso. (Ferrero, 2006: 50).

     La palabra sólo tiene vida plena que es la alcanzada, en la libertad, en el pensamiento anterior al nacer en la cárcel de la forma del lenguaje. Es en el cuerpo del silencio donde su ser alcanza la plenitud para morir en la lógica del signo, quedar como libélula en el río de lo indecible:

Dentro de sí, la misma

palabra semejaba

ocupar el conciso

lugar del pensamiento.

 

Fuera del texto,

sólo tenía un breve

aspecto de libélula.

 

Río esencial; sedientos

curiosos en su orilla. (Ferreró, 1998: 52).

 

      Se busca el silencio, la posibilidad de ese no-lugar donde no hay palabra y todo lo que constituye el silencio es la totalidad de lo no dicho. Un espacio infinito de lo indecible que debe ser poetizado, es la libertad del silencio:

 

Eco de hoy. Emotivas

medias tintas. Miradas

al interior. Ahora,

silencio. Un amplio

espacio general

sin materia. (Ferrero, 2006; 49).

    La experiencia del amor, el deseo, nace de una fuente que surge de cada ser, es un arroyo diferente, único en cada yo, que no puede ser canalizado, ya que su torrente inunda su soporte de manera distinta al ser cada yo una corriente diferente de subjetividad. El poeta sabe que el lenguaje no puede ser suficiente y la belleza y depuración de uso poético así nos lo demuestra:

Reconozco tus límites,

cuerpo sedoso, al tacto;

síntesis eficaz que me abastece.

Silencio del color ascendido

a suprema valoración

del juicio. (Ferreró, 1989: 59).

 

    La maestría en la lucha con el lenguaje para dar forma a lo indecible del sentir amoroso, único en cada yo, lo vislumbramos también en estos últimos versos del siguiente poema:

Escápate en sus brazos

al país absoluto:

esa morfología

bella y plana. (Ferreró, 1989: 54).

 

     La ciudad se puede mirar más allá de su geometría, con la aguja de lo irracional se puede coser la otra mirada, la que desde los símbolos que no vemos desde la mirada habitual encuentra lo oculto que forma parte de nuestra esencia como sociedad. El símbolo del progreso que sepulta la vida, la luz y nos hace puntos ínfimos en el paisaje abismático del progreso:

Es la ciudad. Es evidente

su estructura de planos que cierran

la perspectiva en la ventana. Adquiere

un movimiento a causa

de los seres que viven

en su ámbito exterior. Como aguja

entra el ojo y se inicia en los símbolos,

interpreta la lógica razón que ocultan…

El hombre acostumbrado

goza de ese paraíso instantáneo

ante la urbana espada que arredra. (Ferreró, 2006: 42).

 

     Acierta Antonio Pérez Lasheras (Ferreró, 2016: 30), al definir en el prólogo de Obra poética completa de Ferreró, su poesía como una evolución hacia una poesía más translucida que hermética, ya que tal vez nos perdamos en los caminos de la poesía por su sentido oculto, alejándonos en esa simbología de la existencia. La clave de su poesía reside en la lucha de su poesía contra la realidad, en rebelarse contra el destino del ser, el tiempo y su consumación. El secreto del yo tal vez pueda abrir en la poesía las claves de un universo ajeno al tiempo, libre de este, encaminado a destilar la ontología de un sueño en el que la poesía sea la eternidad y el yo poético anide en su paisaje simbólico ajeno e independiente de cualquier referencialidad con lo real.

 

BIBLIOGRAFÍA:

Barreiro, Javier (2013): https://javierbarreiro.wordpress.com/2013/11/13/la-poesia-antirretorica-de-fernando-ferrero/

Ferreró, Fernando (1988): La densidad implícita, Prensa y Ediciones Iberoamericanas, Madrid.

-(1989): El paisaje continuo, Endymion, Madrid.

– (1992) Falacia, Prensas Universitarias, Zaragoza.

-(2002): Revisión prospectiva, Prensas Universitarias, Zaragoza.

-(2006): Secuencias y escenarios, Prensas Universitarias, Zaragoza.

-(2016): Obra poética completa, Ed. De Julio del Pino Perales, Prensas Universitarias, Zaragoza.

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