Colchón de púas: Victor García, germinal de un tiempo nuevo que no fue


Por Javier Barreiro

 

     Reproduzco aquí esta rememoración de un  anarquista viajero, cuyos libros fueron bastante leídos en los años setenta y hoy anda sepultado bajo siete sueldos. Lo  escribí a instancias del amigo José Ramón Marcuello que lo publicó en su libro,  Siempre Mequinenza, Ayuntamiento de Mequinenza, 2007, pp. 361-363.

    Uno de los estigmas más difícilmente disculpables de nuestra cultura es la marginación, el olvido, la culpable omisión de personajes cuya recuperación, presencia y revisión constante debiera ser parte importante de la formación de los ciudadanos. Más de tres décadas después de desaparecido el franquismo ya no puede ser el culpable antonomásico. En muchos casos, el pecado es la ignorancia, la desidia y, en el caso de anarquistas como el que nos ocupa, también la maniobra política, la buscada exclusión desde todos los puntos del espectro político. Nada nuevo bajo el sol; en España el fenómeno ha cumplido tres cuartos de siglo.

   Víctor García, llamado realmente Tomás-Germinal Gracia Ibars, fue un ejemplo ciudadano, un cultísimo escritor, un hombre de una pieza, un personaje de nuestra historia. Pese a la cantidad de libros que en vida publicó, su significación en el movimiento libertario y su vida apretada, ejemplar y llena de actividad y aventura, su figura, prácticamente, no existe. Aunque muchos repertorios biográficos lo dan como nacido en Mequinenza parece que, realmente, lo había hecho en Barcelona el 24 de agosto de 1919 pero, muy pronto huérfano de padre, su madre, que era de dicha localidad zaragozana, lo llevó cuando era muy pequeño a su pueblo natal, donde pasó la mayor parte de su niñez y le sorprendió la guerra civil. Según su compañera, Mar y Sol: “A él le entusiasmaba considerarse aragonés y le complació muchísimo cuando Carrasquer lo incluyó en la Enciclopedia Aragonesa como hijo de Mequinenza y cuando le preguntaban su origen decía que era aragonés, pues su padre y su madre lo eran”.

    A los doce años se había apuntado a las Juventudes Libertarias, luego a la CNT y muy pronto comenzó a colaborar en la prensa del sindicato. El 19 de julio, aún no cumplidos los diecisiete, se enroló en las milicias falsificando la firma de su difunto padre pero alguien lo reconoció y fue devuelto a Cataluña, donde organizó colectividades y grupos libertarios juveniles. En abril de 1938 logró incorporarse al frente aragonés, donde fue herido. Trasladado a Francia, en febrero de 1939, conoció sucesivos campos de concentración hasta ser enviado en mayo de 1944 al mortífero de Dachau, de donde pocos salieron. Sin embargo Germinal, junto a varios compañeros, consiguió escaparse levantando las planchas del vagón de ganado en que viajaban, antes de llegar a la frontera alemana. Luchó con los aliados y, acabada la guerra, fue secretario de la Internacional Juvenil Anarquista y administrador de Solidaridad Obrera. Entró en España, fue detenido en diciembre de 1946 y encarcelado durante ocho meses. Tras la caída de varios comités, y una sangrienta refriega con la policía en la que murió algún compañero, hubo de esconderse y pasar de nuevo a Francia. Allí decidió comenzar otra vida  y en diciembre de 1948 embarcó para Venezuela.

    Se hallaba entonces el país caribeño en situación de bonanza económica y muchos españoles hicieron en él rápidas fortunas. Germinal trabajó como gerente de una empresa y,  una vez que hubo ahorrado lo necesario, decidió emprender un periplo viajero por Sudamérica, que duró cinco años. De ahí surgió su primer libro, América hoy, publicado por la bonaerense editorial Americalee en 1956. Utilizó ya entonces el seudónimo de Víctor García que le había adjudicado en C.N.T. José Peirats para firmar las crónicas sobre Venezuela que publicaba en dicho periódico y que su autor no tuviera problemas en el país que habitaba. Cada vez más espoleado por el hábito viajero, Germinal se lanzó a una vorágine migratoria que le valdría el sobrenombre de “Marco Polo del anarquismo”, con el que tituló su libro sobre Germinal el ambién escritor libertario Carlos Díaz[1]:

  …durante cinco años por tierra, mar y aire, a pie, en bicicleta, en  barcaza, en mula, en moto, en coche, en autobús, en tren, en barco, compartiendo olor de pueblo y posada humilde, trabajando cuando ha lugar y es menester, deteniéndose sin prisa en lo hermoso y en lo humanista, no considerando nada ajeno de cuanto fuese humano, hermanándose con todos los hombres de buena voluntad a los que lee en clave de anarquismo potencial (…) este hombre mitad stirneriano mitad bakuninista, desapegado respecto a las sugerentes posibilidades empresariales que le ofrecía el Nuevo Mundo, este políglota y romántico (…) se irá ni más ni menos que a dar la vuelta al mundo (…) ajeno a los falsos caminos pretrazados por los tour-operators  antes al contrario, con la actitud del homo viator que prefiero lo que el filósofo Martin Heidegger llamara Holzwege, caminos de madera, señas del leñador del bosque.

    Recorrida toda América,salió para el Japón, el Sudeste asiático, China, India, Turquía, Egipto, Irak e Israel donde participó en la experiencia kibutzim. Después le tocó el turno a Europa para volver a Venezuela en 1961. Cinco años por América y tres por el resto del mundo dieron lugar a otros libros como El Japón hoy, México, Editores Mexicanos Unidos, 1960;  Escarceos sobre China, México, Tierra y Libertad, 1962; España hoy, Caracas, F.I.J.L., 1962; Coordenadas andariegas. México, Pánama y Océano Pacífico, México, Editores Mexicanos Unidos, 1963; El sudeste asiático, Buenos Aires, Proyección, 1966 y muy numerosos artículos y folletos. No por eso, abandonó su tarea propagandista. La cuestión social y la idea anarquista están presentes a lo largo de toda su obra.                                                                                 

     A su vuelta a Caracas se emplea en Air France lo que le permite seguir colmando sus hábitos viajeros aunque la familia (su mujer Mar y Sol, la suegra Teresa Torellas y las hijas, Maya y Grecia, nacidas en 1964 y 1965) lo retienen a menudo. Por su parte, reiniciará la publicación de Ruta, órgano de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias y publicará El pensamiento anarquista, Ediciones Cenit, Toulouse, 1963 y La Internacional Obrera, Ediciones F.I.J.L., Caracas, 1964. En 1966 toma la decisión de volver a Europa con su familia. Ha de trabajar de pintor de brocha gorda y, dadas las precarias condiciones económicas que padecen, acepta el empleo de secretario de embajada en Trípoli. El ambiente colonial e islámico está muy lejos de su forma de entender la vida, con lo que permanece allí poco tiempo y en 1968 vuelve a Caracas. Entretanto ha seguido publicando artículos, prólogos y folletos y empezado a colaborar con el grupo Tierra y Libertad de México en la traducción y actualización de la monumental Enciclopedia del anarquismo de Sebastián Faure. En Caracas retoma también la edición de Ruta, que no abandonaría hasta 1980, y vuelve a emplearse en Air France como administrador, lo que le permite a él y su familia viajar frecuentemente para saludar a amigos en todas las partes del mundo. Aún le quedará tiempo para organizar un sindicato que conseguirá un contrato colectivo y grandes mejoras para todos los trabajadores de la empresa.

 

 Tras casi treinta años de no pisar suelo ibérico, en 1976 regresaba a España, en medio de la agitación, euforia y desencanto postfranquistas. Con 57 años, Germinal -ya Víctor García- era relativamente joven, al menos en el espectro de los viejos militantes que veían con alguna desconfianza –que luego se reveló muy justa- la atracción de muchos jóvenes por las ideas libertarias. Sus publicaciones en esta etapa ya se centran en el anarquismo estricto: Bakunin hoy, Rosario, Grupo Editor de Estudios Sociales, 1974; Museihushugi. El anarquismo japonés, México, Editores Mexicanos Unidos, 1976 o Utopías y anarquismo, México, Editores Mexicanos Unidos, 1977. Pero Víctor García, aun respaldado por muchos amigos y correligionarios, no encuentra en su país el ambiente ni la motivación que le fuercen a reconstruir su vida en él. Seguirá viviendo en Caracas la temporada invernal y en Montady, no lejos de Montpellier, en la veraniega. Allí había comprado en 1960, cuando fue enviado como secretario de la CNT en Caracas al congreso de la reunificación que no se produjo, una viña por sólo cinco mil francos, lugar donde luego se construyó la llamada Villa Canaima. Otros libertarios, como José Peirats, compraron terrenos colindantes y se estableció allí una suerte de moderno falansterio.

    Durante la década de los ochenta se publicaron los tres últimos libros de Víctor García: una gran monografía acerca de unos de los precursores del anarquismo: El pensamiento de P. J. Proudhon, México, Editores Mexicanos Unidos, 1981. Un libro escrito por encargo de Carlos Díaz y que es el único que pudo publicar en España y el más fácil de conseguir hoy, dado que se hicieron tres ediciones: La sabiduría oriental: Taoísmo, budismo, confucionismo, Madrid, Cincel, 1985 y una gran Antología del anarcosindicalismo, Caracas-Montady, Ediciones Ruta-Base, 1988. En este último planteó cien temas a través de 800 citas extraídas de 400 libros y cincuenta colecciones hemerográficas. Un esfuerzo de síntesis que tampoco fue recompensado. Encargado en España por el editor Giner, este no lo pudo sacar a la luz y fue entregado a ZYX que, al decir de Carlos Díaz, no sólo no lo publicó sino que se apropió de las 138.000 pesetas que había adelantado el autor para facilitar su edición.

    En 1987 Germinal padeció un ataque cardíaco que minó su salud y sus últimos años fueron difíciles. Finalmente, se le declaró una leucemia, que, tras los duros tratamientos que se emplearon para paliarla, terminó con su vida el 10 de mayo de 1991.

    Humanista, esperantista, perteneciente al sector duro del anarquismo pero siempre alentando en él los deseos de unificación, no sólo con otras corrientes libertarias sino con cualquier movimiento que tuviera la libertad, y la filantropía como norte, fue un hombre serio e irónico, familiar y trotamundos. Vinculado a su tierra, que tan poco le dio y con facilidad para integrarse con las culturas más disímiles, como demuestra su monumental obra literaria, compuesta, además de sus libros, de muchos miles de cartas y artículos,  fue hombre con gran capacidad de trabajo, inagotable curiosidad, pasión por el conocimiento de saber y dotado de un notable rigor intelectual. Su obra es de las más sólidas dentro del espectro ideológico del anarquismo español.

[1] Carlos Díaz, Víctor García “El Marco Polo del anarquismo”, Madrid, Tierra y Libertad, 1993, p. 69.

Artículos relacionados :