Crónicas delicuescentes: La centinela

Por  Hildebrindo

             La centinela existe como los relojes de pared, la nouveau cuisine, la secretaria, la mujer de la limpieza, la esposa, la amante, la admiradora…estas tres últimas en número de termitas, mordiendo los instantes más felices e ignotos del vigilado hombre intelectual o albañil.

    También existen las centinelas madres y las centinelas hermanas primogénitas. La centinela, ineludible especie no reconocida por doctrinas feministas ni machistas, porque se disfrazan y ocultan detrás del amor, la protección, la perseverancia en el trabajo o la dignidad que han decidido deben observar sus soldaditos. ¡Ah, La centinela¡. Se la puede detectar si eres cronista delicuescente, o víctima de las disección microscópica que ella ha grabado a fuego en su cerebro, del que se escurren solapadamente los humores de sus  aviesas intenciones . La centinela, que veladora de la fidelidad y el buen comportamiento, ya te la ha pegado o está preparando pegártela. Esto último no es imprescindible, pero ocurre. Lo endémico, la evola de la centinela es que siempre está presente, alerta, implacable, sigue tus pasos, usa continuamente el móvil para saber si vives, cuándo vas a volver, o simplemente decirte que está preocupada por lo que estarás sufriendo y, a veces, porque está en celo y necesita tu retorno, suena su llamada cuando, apoyado en la  barra de un bar, departes relajadamente con tus amigos. La centinela es implacable: si telefoneas a casa de un amigo, ciertamente es su voz la que responde, y decide los planes que tiene su marido, compañero, hijo, hermano o realquilado, por lo general impidiendo que él se ponga al aparato.

             Ví una película que se titulaba “La centinela”, y el personaje, siempre apostado en el balcón, sentada muy erguida, para objetivos tan eternos como la muerte, lo interpretaba Ava Gardner, “el animal más bello del mundo”. Y, claro, increíble en el papel de centinela, porque lo que a ella como mujer le importaba eran los penes priápicos, el alcohol y ser generosa con cuantas personas se le acercaban directamente. La cito aquí por el título y el papel que le encomendaron en la película, pero nada más lejos de pensar que Ava era una centinela, ni siquiera de ella misma que se mataba a lingotazos. Pero es curioso que, algunas veces, la centinela más peligrosa sea hermosa y atractiva como la actriz Ava. Ni siquiera son mantis, no, son atormentadoras, dejan existir a su vigilado en monorítmica agonía, con la alevosía y desfachatez de quien tiene el poder y lo detenta: a veces interpretando el papel de humilde victima y otros de mujer directora de los movimientos de su víctima. Porque, además, tienen la ventaja, de que sus elegidos no se enteran, antes bien, como dicen de las mujeres maltratadas,  sienten la culpa de llegar a casa media hora más tarde lo habitual en él. Y ojalá, que en árabe significa “si dios quisiera”, los perseguidos estuvieran revolcándose libidinosamente en una cama o acariciando otras piernas distintas a las de La centinela en un reservado, en  el coche o en un parque, pero frecuentemente los perseguidos por La centinela, saborean una caña  conversando con gentes distintas a las que ve a todas horas en su casa.

            ¡Ah, La centinela¡

     Guadaña afilada sutilmente cada amanecer, que posa suavemente sobre los custodiados en cuanto se siente sola, se aburre, o tiene el arroz, la fideuá o los bliniss, tanto da, a punto para asombrar a su adorada víctima. Sobre todo se trata de las amas de casa, no sé por qué les llaman así, o amantes duraderas. Y aquí podrían incluirse las antiguas sirvientas, muchachas, hoy distinguidas como “empleadas de la limpieza”, o lo más hortera y vejatorio “señoras de la limpieza”, con lo que quieren encubrir las progres tener una empleada para fregar y muchas labores más, anteponiéndoles como si fueran sus camaradas, el debido respeto de señoras. Señoras somos todos, ¡Señoras¡.Y en Aragón , solo por haber nacido aquí, las mujeres tienen el tratamiento de Doña, pero no como  María Felix, la Doña Bárbara de la novela de Rómulo Gallegos en el cine, sino como tratamiento privilegiado otorgado por fueros caballerescos, porque los otros, los que nos favorecían, nos los quito Felipe II por refugiar el Justicia de Aragón al secretario del rey, liado con la espía portuguesa princesa de Eboli, bella por ser tuerta, al huído y ambiguo, muy ambiguo Antonio Pérez, véanse películas de CIFESA, novela de Kate O´Brien, Gregorio Marañón o léase a cualquier historicista inglés o americano, muy del lado de los intelectuales de la oposición, que tanto monta

      La centinela de la limpieza, al tiempo que limpia la casa, lee papeles, analfabetas ya no quedan muchas en su gremio, ansía enterarse de con quién trabaja para no fallar en su juego; se suele encaprichar con el señor y , ahora que existe el libre albedrío, con la señora si ésta cede, dejando aparte señoritos y niños pequeños, que se mean y ensucian y, además, con la nueva educación, ya no les interesa levantare las sayas para mostrarles lo que tienen debajo. La centinela del hogar es celosa de la casa cuando se siente cómoda y digna de respeto,  y poseyendo celosamente los defectos y despistes de los  miembros de la familia, puede recordar a la señora, que el señor se está retrasando demasiado, que sus pechos, los de ella, no las mamas del pater familias,   se están poniendo fláccidos y debe solicitar del esposo dinero para un lifting, o cambiar la carambola diciéndole  que es tan bonita que puede salir a la calle y conquistar a un joven que sepa amarla de verdad. Me refiero sólo a las empleadas del hogar centinelas, no a las mujeres que van a las casas a ganarse un peculio…” uno no es del centro”, pero sabe discernir…¡Hermosa palabra para navegantes¡ Discernir suena a cernícalo y cernícalo puede ser cualquiera que , en Venecia, se disfrace como tal, en un baile de máscaras en un palazzo en el  que vivió Casanova,   Henry James o cualquiera de sus personajes. Y no olvidemos a Cole Porter y su delicada song “It´s so easy to love you”.

    En conclusión, La centinela existe, como puede comprobar cualquier lector de mi crónica, quien podría ampliar el tema y los ejemplos, contando sus propias experiencias. Para esto tendrían que obligarme a abrir un consultorio sentimental. Esto es harina del costal  de la cantidad de deseosos de semejantes  consultas que tendrían que pedírsela al “deus et machina” sostenedor de este virtual, lamentablemente virtual, extraordinario magazine de olvidados y gogolinas almas muertas, noticiario a tenor de los manantiales que surte al río.

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