Por María Sarmiento
En la asociación vecinal de Lanuza-Casco Viejo, el pasado 21 de febrero se inauguró la exposición ‘Contraste’ de la fotógrafa Paloma Marina y el pintor Val Ortego.
Muchos amigos y seguidores de estos dos artistas zaragozanos, que ya han colaborado en anteriores ocasiones, acudieron a la cita en esta sala de exposiciones, todavía no muy conocida y coordinada por Inmaculada Casado y Carmen Rábanos.
La presentación corrió a cargo de la comisaria, Carmen Rábanos, que destacó la contundencia de la muestra, y del activista cultural J.M. Marshall.
Las obras establecen un diálogo complementario entre las estéticas abstractas y figurativas de los óleos de Val Ortego, y las fotografías de Paloma Marina, duras visiones del campo de Mauthausen que contrastan con las imágenes tiernas de su hija.
Texto de J.M. Marshall sobre el trabajo
Visitar un campo de concentración, aunque en muchos casos lo que vemos es una ínfima representación de lo que realmente eran, debería ser una obligación moral.
La sensación ante la inminente visita es un desagradable cosquilleo y preguntas ¿Lo estaré haciendo por morbo? ¿Por curiosidad? ¿Como si se tratara de una atracción turística más?
Quizá la respuesta la dio nuestra hija Goya al aproximarse al portal de Mauthausen y quedarse parada como una estatua.
No, no es un recurso literario. Allí se quedó, como si las malas vibraciones del lugar le impidieran pasar más allá de lo que era la puerta de acceso al patio del cuartel donde vivían las SS y los guardias del campo.
Por otro lado la entrada podría ser la de una fábrica. Y así fue originalmente. Hasta fue una compañía privada la que empezó a explotar el complejo de campos de concentración de Mauthausen-Gusen.
Una fábrica de muerte y sufrimiento que pagó en parte la Cruz Roja (que negra ironía) pero que tenía un fin económico. Porque cuando uno se informa un poco sobre los campos de concentración, aprende que todo era cruelmente absurdo.
Una industria de la muerte que se llevó miles de vidas, pero industria al fin y al cabo. Organizada al milímetro y que no ahorraba sufrimiento a los penados.
¿Pero qué pena? No había juicio, no se dictaba condena, ni tampoco había esperanza de remisión.
Lo absurdo del exterminio
No era por la raza, por la nación, era todo un tremendo absurdo, una matanza dentro de otra matanza absurda como es la guerra en la que los asesinos eran unos peleles más ridículos aún que los simples soldados.
Factoría de muerte
La entrada podría ser la de una fábrica. Goya para en la puerta, no quiere entrar. Dan ganas de creer en el mal karma.
Los hundidos y los salvados
El superviviente del campo de Auschwitz, Primo Levi, dividió al mundo según la visión desde dentro del campo en hundidos y salvados.
En el Lager no hay criminales ni locos: no hay criminales porque no hay una ley moral que infringir; no hay locos porque estamos programados y toda acción nuestra es, en cuanto a tiempo y lugar, sensiblemente la única posible.
Lanzar una mirada
Una actitud pasiva frente a la historia te convierte en víctima o verdugo por aceptación.
El olvido, la desmemoria, puede ser una forma de violencia.
La alambrada
Una alambrada es el autógrafo del odio.
Todos los idearios basados en el menosprecio al otro, en la discriminación, terminan tejiendo alambradas, levantando muros…
Juego de niñ@s
Una niña juega un juego banal. Como Hannah Arendt hablaba de la banalidad del mal, de los que tomaron el exterminio como algo intrascendente dentro de un presunto bien mayor.
Matar al otro
Nos gustamos poco, por eso buscamos enemigos.
La raza odiada, el judío. El Untermensch, subhumano, el gitano. El desviado, el disidente, la amenaza extranjera.
Mirando al humo
Desde el dormitorio del Lager se ve la chimenea del crematorio.
Ves salir a los compañeros caídos por la chimenea.
Mal karma
Goya no quiere entrar. Dan ganas de creer en el mal karma.
Caprichos
Hubo otro Goya, era un varón.
Miraba la realidad con ojos de disparate. Retrataba lo grotesco y sabía crear de un espantajo una obra de arte.
Esta otra Goya mira y espero que aún no comprenda.
Fueron muchos
Nombres. Miles. Anónimos.
Eran hasta 17.000 al mismo tiempo en Mauthausen-Gusen.
Fuego que no calienta
LECTURAS
Ahora miras, pero también deberías leer. Leer a Marianne Fritz, escritora austriaca, Los inocentes de Herman Broch. Si esto es un hombre de Primo Levi. La siempre imprescindible Hannah Arendt…