En el estudio de Isabel Larrodé: serena intensidad creadora


Por Manuel Medrano

    Conozco a Isabel Larrodé Pellicer desde hace mucho tiempo, y ya era hora de visitar su estudio y hablar tranquilamente de su trabajo artístico. Comenzaré explicando que Isabel estudió en la Escuela de Artes Aplicadas de Zaragoza y, más tarde, se licenció en Bellas Artes en la Universidad de Barcelona.

   Ha realizado exposiciones individuales y colectivas de forma regular desde 1998, y citaremos entre las más recientes la que llevó a cabo con su amiga Elsa Brocate en la Galería Cristina Marín en 2008 (“Espacio Dual”), la colectiva de K-Pintas en la que participó en 2012 (en la que coincidimos: pulse aquí), la individual en el mismo año en la sala del Colegio de Médicos de Zaragoza (pulse aquí), la colectiva en Pinta 2015 de Tauste (en la que también coincidimos: pulse aquí), o la individual en el Ateneo de Zaragoza (“Cruce de caminos”, diciembre de 2017).

   La pintura más reciente de Isabel refleja los ecos de la estética oriental y su colorista mirada hacia el Zen, apoyándose en el paisaje y en la poesía haiku. En su pintura predominan las tonalidades anaranjadas, propias del color de los mantos de los monjes budistas y también los nocturnos con tonos fríos iluminados por la luz de la luna, siendo siempre la Naturaleza su punto de referencia. Hace ya tiempo, investiga sobre la influencia del Zen en la pintura contemporánea.

   Les diré que pienso que las creaciones que realiza Isabel consiguen producir en quienes las contemplamos la sensación de lo fugaz de la existencia, pero emanan una sutil belleza que las alejan de lo efímero, siendo lo permanente su pintura, no la temática ni el concepto.

   Técnicamente, produce obras en acrílico y técnica mixta sobre lienzo, óleo y técnica mixta sobre lienzo y, en algunos casos, óleos y veladuras sobre lienzo, siendo estas últimas de muy difícil captación fotográfica. También pinta sobre madera, en ocasiones decorando objetos utilitarios y convirtiéndolos así en obras de arte.

 

 Y ahora vamos a lo más reciente. Isabel, que siempre ha seguido un estilo expresionista tanto en la representación del paisaje como en el de la figura humana,  está actualmente en un periodo de evolución, y lo que mostró en “Cruce de caminos” fue, como su nombre indica, toda su trayectoria expuesta con algunos ejemplos de cada una de las etapas artísticas. Trabaja ahora en una nueva forma, aunque bebe de fuentes pasadas, que consiste en una síntesis sinérgica de los estilos que ha ido siguiendo con el paso de los años. Quiere volver a la figuración expresionista pero continuando con el toque orientalista que le caracteriza, manteniendo el sentimiento que le inspira la Naturaleza y las personas, que fluye a través de ella tal y como ve e imagina el objeto pictórico a través de su retina, es decir, con una visión subjetiva de su propio universo interior.

   La visita a su estudio fue encantadora pues Isabel Larrodé, discreta en público, es persona muy hospitalaria y sagaz observadora, también de los perfiles psicológicos de las personas y de las situaciones. Disfrutamos de la conversación y de sus obras, tanto de sus coloridos y originales retratos (cuyo cromatismo no es nada casual) como de los paisajes zen de tonalidades más suaves pero contrastadas.

   Esta es mi sintética descripción y visión de Isabel como creadora, pintora y diseñadora cuyas obras me encantan por sus composiciones, coloridos y, muy especialmente, por las sensaciones que transmiten.

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