Cinemagrafías: No habrá más penas ni olvidos

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Por Manuel Lorenzo
Texto: Martín Ballonga

  A Canelo lo abandonaron, de cachorro, en la ribera del canal Imperial. El miedo se apoderó de este can, ese miedo que ha ido creciendo en él desde que fue abandonado, sin su madre, sin comida, directamente a la intemperie. En su cuerpo solo había pulgas y garrapatas, piel y huesos.

    Los vecinos del canal sabían de su existencia, pero nadie hizo nada. El cachorro llevaba casi un mes en una de esas riberas de la avenida fluvial, y solo se alimentaba de la buena voluntad de una niña que, al final, y tras muchas discusiones con sus padres, lo recogió y lo cuidó. Volver a empezar.

  Han pasado muchos días, muchas semanas, muchos meses y algunos años. Y ese miedo fue escapando de Canelo con cada abrazo, con cada baño, con cada caricia. Canelo, hoy, se ha transformado en un chucho tierno y juguetón, divertido y astuto. El miedo de un bebé abandonado es devastador, pero un perro solo necesita una dosis de amor, de caricias, para olvidar y empezar de nuevo. ‘Begin the beguine’. Para esta ecuación es imprescindible que a alguien le importe.

  En cuanto alguien le mira, Canelo levanta las orejas, mueve el rabo y confía. Y se gira de izquierda a derecha y de derecha a izquierda. Y vuelta a empezar. Sin ningún rubor. Ya no hay miedo. Ya no hay pasado. Ahora el futuro es lo único que importa. Como tampoco le importa volver, de vez en cuando, o de cuando en vez, al canal Imperial, el inicio de su aventura vital. Mientras, la avenida fluvial sigue su curso: día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año… Porque todo riesgo, impertérrito, conjura.

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