Por Dionisio Sánchez
Hace casi 40 años nos encerramos (el Grupo de Teatro Grifo) en nuestro local de ensayo para protestar por las políticas municipales en materia de cultura.
Casi cuarenta años después, los teatreros están en las mismas, mande Agamenón o mande su porquero. ¿Culpable? Las ayudas y subvenciones como eficaces fórmulas de control sociocultural. Jamás ningún artista o teatrero se atreverá a criticar al poder porque es éste quien le asegura el miserable plato de garbanzos que recibirá por ser un palmero de la dádiva institucional. Y palmero se puede ser por dar ovaciones corífeas mirando al seboso del despacho que distribuye la “cosa” o, simplemente, por llevar gustoso la venda. ¡Hala, a seguir llorando hasta que caiga la mamada!
