Desde mi carpa: El circo en el cine (6)


Por Germán Oppelli

   En 1952 se rueda una de las grandes superproducciones circenses de la historia del cine, ‘El mayor espectáculo del mundo’, dirigida por el cineasta norteamericano de origen holandés Cecil Blount de Mille, cuyo éxito de público es el esperado, …

    gracias a una historia un tanto sensiblera –la banda sonora de Victor Young tuvo mucho que ver-  y a los medios de que dispuso el afamado realizador, a su vez productor para la compañía Paramount Pictures.

  Con un argumento de Frank Cavett y Frederic Frank, a través de un guion escrito por este último junto a Barré Lyndon y Theodore St. John, la película cuenta los dramas vitales de varios personajes en el mundo del circo. Intentaré resumir una trama engarzada en un rabioso technicolor de los directores de fotografía George Barnes, Peverell Marley y Wallace Kelley.

  Brad es el director del circo Rinpling Brothers y una trapecista llamada Holly es su novia. Brad contrata a un destacado astro circense llamado Sebastián, también trapecista, el cual desplaza de la pista central a Holly, pues ahí actúan los mejores. Ella lo acepta reconociendo su gran arte acrobático, aunque, enfadada y celosa, le reprocha que por sus venas, demonios, corre “sangre de horchata”.

  Sebastián, para demostrarle lo contrario, manda quitar la red (cosa impensable en el circo real) y realiza en el trapecio un doble salto mortal, pero falla en el último instante y se estrella contra el suelo. Se rompe un brazo, ay. Y se trunca su carrera de artista. Holly se siente responsable de su desgracia, abandona a Brad y se pone a cuidar de Sebastián, creyendo que le ama.

  Hasta aquí una de las partes melodramáticas del filme, todo dentro del perfecto juego de interés humano, pero sin llegar todavía a la trama policiaca. Esta comienza cuando el domador de elefantes, al sentirse también celoso –su novia se marcha con Brad-, decide robar el dinero del circo. Provoca, indirectamente, un accidente ferroviario que cuesta numerosos muertos. En medio de todo ello, se descubre que el payaso Potones es un médico que tuvo que refugiarse bajo la máscara de clown para huir de la policía por un delito de asesinato cometido en la persona de su esposa (vaya por dios).

  Creador por excelencia del espectáculo made in Hollywood, y autor de más de cien títulos entre 1913 y 1956, a Cecil Blount de Mille se le puede reprochar su fácil tendencia a la espectacularidad de opereta, su especialización en temas bíblicos (‘La costilla de Adán’, ‘Los diez mandamientos’, ‘El signo de la cruz’, ‘Las cruzadas’), trivializados por una sensibilidad de pacotilla. Pero tampoco hay que exagerar, porque no hay que negarle su capacidad de artesano y su importante contribución al cine en su aspecto espectacular, así como por ser uno de los más resueltos impulsores del llamado ‘star system’, baza primordial del cine americano y origen de su miseria y grandeza.

  Un cineasta, sin embargo, que también posee una faceta intimista generalmente desconocida o despreciada. Sus creaciones de personajes femeninos, deliciosas criaturas de la perversión, alcanzaron momentos de rara perfección, como la Claudette Colbert de ‘Cleopatra’ o la Heddy Lamarr de ‘Sansón y Dalila’. Su innato sentido colosalista y los elementos visuales del encuadre esconden, en realidad, una extraña ingenuidad que emparentan a su creador con los grandes primitivos del cine norteamericano. Y le hicieron ser el director más popular y cotizado del cine.

  ‘El mayor espectáculo del mundo’, en cualquier caso, fue premiado con un Oscar al mejor filme y está interpretado por James Stewart, Betty Hutton, Cornell Wilde, Charlton Heston, Gloria Grahame, Lyle Bettger, Dorothy Lamour, Henry Wilcoxon, Lawrence Tierney, Emmett Kelly, Antoinette Concello, John Rinmpling North y Cucciola. Mención aparte merece la aparición especial de Bing Crosby y Bob Hope. Sin olvidar a Edmoud O’Brien como presentador. Feliz confinamiento.

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